[por Arena]
Publicado inicialmente en AbreteLibro el 14-Abril-2008
Querida Susana:
Hace mucho que no te escribo, ya sabes cómo es la vida por aquí, ajetreada y ruidosa, tanto, que no nos deja ni escuchar nuestro propio latido. Sabes que pienso mucho en ti, que me propongo todas las semanas contarte algo y que día tras día las prisas y las insignificancias se llevan por delante lo importante.
Hoy, por fin, me he decidido. Esta mañana he pasado por delante de una de esas tiendas que te entusiasman, llena de objetos de papelería, y en el escaparate unas plumas preciosas me han recordado cuánto te han gustado siempre esas cosas. Así que nada más llegar a casa, sin tiempo casi para dejar el abrigo, me he puesto a escribirte.
No tengo mucho que contar, como siempre, estoy cansada, de tanto trabajo y tanta lucha, de encontrar siempre a las mismas personas haciendo lo mismo en los mismos sitios, de haber renunciado a mis sueños porque la vida era otra cosa y de no pasar un día sin que me arrepienta. Lo peor son esas noches cuando al filo de la oscuridad me doy cuenta de que mi mediocre y anodina vida se me está deshilachando entre los dedos sin poder hacer nada. Ya ni siquiera lloro por ello, es aún peor, me estoy resignando. La rutina socaba los idealismos y, como dice esa frase que a mi tanto me gusta, la nostalgia ya no es lo que era.
Alguna noche peor aún que las demás te pienso allí, remangada hasta los codos en esa lucha que todos los días empieza de nuevo y que al atardecer te hace sentir que has sacado una gota de un mar en el que ha llovido durante todo el día. Pero al menos te has reflejado en una mirada, en una sonrisa, te han agarrado de la mano y seguro que en ese instante todo ha merecido la pena.
Susana, hermanita, cuántas veces pienso que debí seguirte y que mi miedo me dejó lastrada en esta vida añorando la tuya. Pero no me hagas caso, ya te lo dije, es que estoy cansada y ya sabes que cuando me canso pienso cosas que no debiera. No quiero preocuparte, ni siquiera enviaré esta carta, porque a alguien como tú, rodeada de tanta miseria esta tonta carta le parecerá la pataleta de una niña maleducada y tendrás razón, hermanita.
Así que ahora lo dejo, me haré un café y me pondré a escribirte otra carta, la carta que si debo enviarte, porque todos los días pienso en ti y quiero contártelo.
Un beso,
Silvia
Publicado inicialmente en AbreteLibro el 14-Abril-2008
Querida Susana:
Hace mucho que no te escribo, ya sabes cómo es la vida por aquí, ajetreada y ruidosa, tanto, que no nos deja ni escuchar nuestro propio latido. Sabes que pienso mucho en ti, que me propongo todas las semanas contarte algo y que día tras día las prisas y las insignificancias se llevan por delante lo importante.
Hoy, por fin, me he decidido. Esta mañana he pasado por delante de una de esas tiendas que te entusiasman, llena de objetos de papelería, y en el escaparate unas plumas preciosas me han recordado cuánto te han gustado siempre esas cosas. Así que nada más llegar a casa, sin tiempo casi para dejar el abrigo, me he puesto a escribirte.
No tengo mucho que contar, como siempre, estoy cansada, de tanto trabajo y tanta lucha, de encontrar siempre a las mismas personas haciendo lo mismo en los mismos sitios, de haber renunciado a mis sueños porque la vida era otra cosa y de no pasar un día sin que me arrepienta. Lo peor son esas noches cuando al filo de la oscuridad me doy cuenta de que mi mediocre y anodina vida se me está deshilachando entre los dedos sin poder hacer nada. Ya ni siquiera lloro por ello, es aún peor, me estoy resignando. La rutina socaba los idealismos y, como dice esa frase que a mi tanto me gusta, la nostalgia ya no es lo que era.
Alguna noche peor aún que las demás te pienso allí, remangada hasta los codos en esa lucha que todos los días empieza de nuevo y que al atardecer te hace sentir que has sacado una gota de un mar en el que ha llovido durante todo el día. Pero al menos te has reflejado en una mirada, en una sonrisa, te han agarrado de la mano y seguro que en ese instante todo ha merecido la pena.
Susana, hermanita, cuántas veces pienso que debí seguirte y que mi miedo me dejó lastrada en esta vida añorando la tuya. Pero no me hagas caso, ya te lo dije, es que estoy cansada y ya sabes que cuando me canso pienso cosas que no debiera. No quiero preocuparte, ni siquiera enviaré esta carta, porque a alguien como tú, rodeada de tanta miseria esta tonta carta le parecerá la pataleta de una niña maleducada y tendrás razón, hermanita.
Así que ahora lo dejo, me haré un café y me pondré a escribirte otra carta, la carta que si debo enviarte, porque todos los días pienso en ti y quiero contártelo.
Un beso,
Silvia
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