Sheila Redden viaja a Francia para hacer realidad uno de sus sueños: pasar una segunda luna de miel con su marido, Kevin, en una pequeña localidad costera de la Costa Azul y en el mismo hotel de la primera vez, donde esperará a que su marido, que ejerce de médico en Belfast, resuelva algunos asuntos antes de unirse a ella. Mientras tanto, Sheila conocerá a un joven americano de quien le separan diez años. Cuatro semanas después, Sheila desaparece. Owen, su hermano, seguirá sus pasos para tratar de explicar las razones de su desaparición. Considerada por Anthony Burgess una de las mejores novelas del siglo XX, La mujer del médico, que narra también los amargos recuerdos de Sheila en el fragor del conflicto del Úlster, es un absorbente relato de pasión, huida y abandono.
El argumento no es
original, pero la escritura es elegante a la vez que sencilla y eso hace que la lectura sea fluida, incluso adictiva me atrevería a decir.
Quien le iba a
decir a Sehila que ese viaje que estaba destinado a disfrutarlo con su esposo cambiaría el rumbo de su vida por completo..
Es una mujer culta con carrera universitaria, pero al casarse se dedicó a ejercer de ama
de casa, esposa y madre. Le gusta leer, cosa que su esposo no comprende y a
menudo la ridiculiza.
Cuando llega a París va a visitar a su amiga Meg y ahí conoce a Tom un chico norteamericano diez
años mas joven que ella.
Ambos se enamoran
locamente sin pensar en las consecuencias que eso acarrea sobre todo en la vida de
Sheila, al principio ella evita el acercamiento, pero después da rienda suelta a sus sentimientos y no piensa renunciar a lo que está viviendo. Aunque hay momentos que el sentimiento de culpa enturbia esa felicidad.
Sheila al fin es
consciente de lo vacía que está su vida. Asume responsabilidades, pero no piensa someterse nunca más al déspota que tiene como marido. Sabe que habrá consecuencias a causa de todo esto, aún así está decidida a tomar
las riendas de su vida.
Tiene un final
sorprendente, me ha encantado porque muestra a una mujer valiente, dispuesta a
luchar, porque al fin sabe lo que quiere o al menos aquello que no quiere.