martes, 13 de enero de 2015

Sabores de invierno




La fruta de invierno me recuerda a cuando era pequeña. Vivíamos en una  casa 
de dos plantas, no era muy grande pero tenía un patio inmenso  aunque nuestro lugar preferido era la calle. Apenas pasaban coches. Todos nos conocíamos. 
Mi padre tenia una Vespa de color azul gris,un día cuando regresaba a casa del trabajo tuvo un pequeño accidente, recuerdo que cuando llegó
 le noté algo extraño, tenía el rostro muy pálido ( mi pade siempre estaba bronceado porque trabajaba al aire libre y además es de piel morena) llevaba la mano y parte del brazo  tapado con el jersey.
Se asustó tanto que nunca más utilizó la moto de hecho la vendió y compró un coche. Se sacó el carnet de conducir ya mayor, la teórica la suspendió no se cuentas veces, pero muchas, en cambio la práctica fue a la primera. Los domingos por la mañana salíamos toda la familia hacia la costa Brava, yo lo pasaba realmentemal, porque habían, y siguen habiendo muchas curvas. Cada vez vomitava y mi hermana se enfadaba conmigo  porque al verme vomitar a ella también le entraban ganas  pero yo no lo hacía expresamente y así se lo decía, pero ella o no me escuchaba o no quería escucharme. Al cabo de un tiempo  supongo que les daba pena verme así y mi madre y yo nos quedábamos en casa y mi padre y mi hermana siguieron realizando las excursiones semanales.

Creo que me estoy yendo del tema, porque en realidad lo que quería contar es lo de la fruta, y más concretamente de las naranjas de sangre. A mi madre le encantaba comprarlas, mientras ki hermana y yo  comíamos mi madre se entretenía enpreparar las naranjas, también nueces. Lo hacía con tanto cariño que todavía si cierro los ojos pueda verla de pie, al lado del fregadero y de espaldas a nosotras, mi hermana y yo comiendo. Mi madre quitando la piel a las naranjas y separando los gajos. Partía las nueces y las iba colocando en dos montoncitos sobre una servilleta de papel. Nada mas levantarnos de la mesa nos lo daba y sin que pasara un minuto1 salíamos a la calle a jugar. Llevábamos prisa porque desde casa se oian las voces de los demás niños de la calle que habían terminado antes que nosotras y ya habían empezado los juegos.
Era una buena vida. No sobraba el dinero en mi casa. Pero no faltaba de nada. Si acaso éramos millonarios en amor y cariño. Mis padres me inculcaron, amor y respeto. Y todavía lo hacen. Qué geniales son mis padres. Deslumbra . Son bellos. Ya no son altos y esbeltos como antes. Pero siguen siendo bellos y buenos.