martes, 31 de julio de 2012

Un hombre que duerme.-Georges Perec


















Novela cumbre de la «Literatura Bartleby», auténtico símbolo generacional, Un hombre que duerme narra la peripecia de un estudiante que decide no levantarse de la cama el día de sus exámenes de Sociología, abandonar sus estudios, romper toda relación con amigos y parientes, y recluirse en sí mismo y en su chambre de bonne, donde todo es gris. Más tarde se dedicará a deambular incansable por París, a ir al cine, a leer los titulares de los periódicos, pero como lo haría un sonámbulo. Para el estudiante todo forma parte de una vaga estrategia encaminada a alejarse de los deseos materiales, de la ambición y de su dependencia de los objetos, los ambientes, los sonidos y aromas de París, la ciudad que lo ha acogido y que lo acabará fagocitando.


Terminé de leerlo el otro día, hacía mucho que lo tenía  en casa esperando su turno, aunque a decir verdad no llevo un orden riguroso a la hora de elegir lecturas, más bien escogo según el estado de ánimo en que me encuentre en esos momentos, el caso es que con pocos días de diferencia he leído este y El pozo, de Onetti, del que un día de estos  también pondré lo que me ha parecido su lectura.

Bien, ahora sigamos con el de hoy, con este hombre que duerme y que está el pobre un poco descolocado y sintiéndose fuera del mundo.

Me ha sorprendido mucho porque lo he leído sin saber de qué iba, no había leído previamente ningún tipo de reseña ni comentario, pero Perec, al que descubrí como a tantos otros autores gracias a Vila Matas, es un autor que siempre me ha interesado muchísimo.

La primera sorpresa  me la he llevado porque imaginaba que se trataba de una novela y no es así, mas bien es un relato escrito en segunda persona. Poco importa, puesto que la historia no deja indiferente, se trata de un chico de veinticinco años al que un buen día le da por…dormir, metafóricamente hablando, opta por dejarse llevar, no hablar ni tratarse con la gente, solo escucha los ruidos que produce su vecino el cual vive en la habitación contigua, aunque jamás le ha visto la cara, ni tienen la más remota idea de cómo es físicamente, aunque claro está imagina mil formas y maneras. Tiempo tiene para eso.

Pasa los días en el interior se buhardilla, durmiendo, observando y pensando, también jugando en solitario a los naipes. Por la noche sale a la calle, pasea y visita cafés, lee Le Monde y relee libros. Alguna vez también va al cine.

Por unos días realiza un viaje a  visitar a sus padres que viven en un pequeño pueblo de montaña, también allí vive recluido en su habitación releyendo libros de aventuras, aquellos  libros que ya leyó durante su niñez.

Ahora que han transcurrido unos días y la lectura ha reposado en mi cabeza, puedo decir que me ha gustado aunque no sé si he comprendido la intención de Perec. Por momentos me he agobiado con la pasividad del protagonista, con ese empeño en “reconocerse", pero...

"Has dejado de hablar y sólo el silencio te ha respondido. Pero estas palabras, estos miles, millones de palabras que se han detenido en tu garganta, las palabras sin continuación, los gritos de alegría, las palabras de amor, las risotadas tontas, ¿cuándo las recuperarás?
Ahora vives en el terror del silencio, pero ¿no eres tú el más silencioso de todos?"

Una labor de introspección un tanto engorrosa, porque a fin de cuentas creo que no lo consigue y ese dejarse llevar no tiene sentido


Porque dice esto..." has aprendido nada, salvo que la soledad no enseña nada, que la indiferencia no enseña nada: era un engaño, una ilusión fascinante y con trampa. Estabas ahí solo y ahí estaba todo y quería protegerte; que entre el mundo y tú los puentes se suprimieran para siempre. Pero eres tan poca cosa y el mundo es una palabra tan grande…"

Y la alusión  sobre el Bartleby de Melville lo culmina en las últimas páginas cuando habla de…" Hace un tiempo en Nueva York, a algunos centenares de metros de los malecones donde baten las últimas olas del Atlántico, un hombre se dejó morir. Trabajaba como escribiente para un jurista. Escondido tras un biombo, permanecía sentado en su escritorio y nunca se movía…."

El Bartleby de Melville recuerdo que me inspiró mucha ternura y tristeza con su "preferiría no hacerlo", pero el protagonista del libro me ha parecido un tipo insoportable.

Conclusión, es un placer leer a Perec aunque al principio cueste, o mejor dicho, me ha costado involucrarme en la historia, pero una vez  conseguido ha sido una experiencia muy gratificante.

Literatura de un gran nivel

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lunes, 23 de julio de 2012

Suspenso en escritura


















Y no es que no tenga cosas por decir, que las tengo y muchas, pero no sé como plasmar sobre el papel todos esos pensamientos que vagan por mi mente, mil temas distintos están ahí ansiosos por salir, buscando ser libres, pero no hallan el modo de alcanzar la ansiada libertad.

Me gustaría escribir sobre la alegría que me produce la inminente llegada de una personita a nuestra familia. También sobre la felicidad que me invade observar la trayectoria de mis hijas. Quisiera encontrar las palabras adecuadas y contarte a ti lo que ha significado tu llegada a mi vida.

Describir por ejemplo, el día de hoy, el color del cielo, cómo siento en mi piel la caricia de la brisa matutina, el sonido de las olas, o la ternura que me produce ver cada mañana al mismo viejo sentado en el mismo banco, solo,  con mirada ausente y expresión lejana con la marca de los años en su cuerpo y sobre todo en su rostro surcado de  arrugas

Pero no sé cómo hacerlo y aunque mi cabeza  bulle, me quedo aquí sentada y quieta ante el ordenador, frente al teclado, los dedos suspendidos en el aire y de tanto en tanto, pesadamente los dejo caer sobre alguna letra formando frases con poco sentido.
Escribo poco y mal, por momentos cosas incoherentes. La mayoría de veces cuando releo lo que escribo lo borro porque noto una sensiblería exagerada, y siento algo d everguenza, pero es que a fin de cuentas pongosobre el papel (la pantalla en este caso) tal como y como lo siento. A fin de cuentas creo que solo se escribir de nada

viernes, 20 de julio de 2012

miércoles, 18 de julio de 2012

El tiempo
















 Son días de mar y paseos, baños frescos y sabrosos, y es lo que tiene, que su  sabor a sal y olor caratéristico me transportan a otra época. Y se forma un coctel fantástico y emotivo que me llevan a recordar y evocar.
Con el paso del tiempo echo de menos cada vez más cosas, también personas y momentos.
Echo de menos risas frescas y despreocupadas. Alegrías sin motivo. Reír por nada.  El olor de aquella colonia que guardaba en un cajón de mi mesilla de noche y solo usaba  en  momentos especiales.

Echo de menos los vendedores  ambulantes de helados que se paseaban por la playa de sol a sol  y con voz mecánica repetían hasta la saciedad  los sabores de helados que llevaban en la nevera cargada al hombro o en bandolera.

Añoro el olor de los guisos que cocinaba mi madre los domingos y fiestas importantes en las que nos sentábamos toda la familia alrededor de la mesa y nos daba las tantas sin darnos cuenta.

Echo de menos la capacidad de sorprenderme a mi misma ante todo lo que se me antojaba nuevo.
Echo de menos las noches perezosas de verano que paliábamos como se podía, en casa abríamos las ventanas y la brisa que entraba por ellas nos acariciaba mezclada con el olor que desprendían los jazmines.

Recuerdo con mucho cariño la luminosidad de la cocina con las baldosas blancas que mi hermana y yo decorábamos con calcomanías  de motivos frutales.

Echo de menos la adicción a coleccionar,  aunque no recuerdo haber completado ninguna de las colecciones que empecé con gran entusiasmo.
Echo de menos  sensaciones...
  Fotografía de Ralph Gibson
 

lunes, 9 de julio de 2012

Vértigo reconocido














  En esa detenida contemplación llegaste tú, deslumbrándome  lo suficiente.
Tu luz fue filtrandose entre sonidos reconocidos,y aprendidos con el tiempo.
Abandonamos el no lugar para instalarnos, en el comienzo de nuestro cómplice  mundo

Cuadro de Edward Hooper