Son días de mar y paseos, baños frescos y sabrosos, y es lo que tiene, que su sabor a sal y olor caratéristico me transportan a otra época. Y se forma un coctel fantástico y emotivo que me llevan a recordar y evocar.
Con el paso del tiempo echo de menos cada vez más cosas,
también personas y momentos.
Echo de menos risas frescas y despreocupadas. Alegrías sin motivo. Reír por nada. El olor de aquella colonia que guardaba en un cajón de mi mesilla de noche y solo usaba en momentos especiales.
Echo de menos los vendedores ambulantes de helados que se paseaban por la playa de sol a sol y con voz mecánica repetían hasta la saciedad los sabores de helados que llevaban en la nevera cargada al hombro o en bandolera.
Añoro el olor de los guisos que cocinaba mi madre los domingos y fiestas importantes en las que nos sentábamos toda la familia alrededor de la mesa y nos daba las tantas sin darnos cuenta.
Echo de menos la capacidad de sorprenderme a mi misma ante todo lo que se me antojaba nuevo.
Echo de menos las noches perezosas de verano que paliábamos como se podía, en casa abríamos las ventanas y la brisa que entraba por ellas nos acariciaba mezclada con el olor que desprendían los jazmines.
Recuerdo con mucho cariño la luminosidad de la cocina con las baldosas blancas que mi hermana y yo decorábamos con calcomanías de motivos frutales.
Echo de menos la adicción a coleccionar, aunque no recuerdo haber completado ninguna de las colecciones que empecé con gran entusiasmo.
Echo de menos sensaciones...
Fotografía de Ralph Gibson
Echo de menos risas frescas y despreocupadas. Alegrías sin motivo. Reír por nada. El olor de aquella colonia que guardaba en un cajón de mi mesilla de noche y solo usaba en momentos especiales.
Echo de menos los vendedores ambulantes de helados que se paseaban por la playa de sol a sol y con voz mecánica repetían hasta la saciedad los sabores de helados que llevaban en la nevera cargada al hombro o en bandolera.
Añoro el olor de los guisos que cocinaba mi madre los domingos y fiestas importantes en las que nos sentábamos toda la familia alrededor de la mesa y nos daba las tantas sin darnos cuenta.
Echo de menos la capacidad de sorprenderme a mi misma ante todo lo que se me antojaba nuevo.
Echo de menos las noches perezosas de verano que paliábamos como se podía, en casa abríamos las ventanas y la brisa que entraba por ellas nos acariciaba mezclada con el olor que desprendían los jazmines.
Recuerdo con mucho cariño la luminosidad de la cocina con las baldosas blancas que mi hermana y yo decorábamos con calcomanías de motivos frutales.
Echo de menos la adicción a coleccionar, aunque no recuerdo haber completado ninguna de las colecciones que empecé con gran entusiasmo.
Echo de menos sensaciones...
Fotografía de Ralph Gibson
Se podría decir que me pusiste un poco triste, porque yo también hay muchas cosas que extraño. Y eso hiere muy íntimamente. (Qué risa, las calcomanías de la cocina... es verdad)
ResponderEliminarA veces sienta bien un poco de tristeza meláncolica, si lo que se echa de menos son cosas agardables.
ResponderEliminarJa, sí las calcomanías me encantaba ir pegandolas a las baldosas de forma intercalada, también recuerdo que habían unos paquetes de pipas, creo que de la marca Churruca, eran de color blanco y por detrás venían letras de canciones...jo, cuento batallitas.
Un beso Ramón
aunque nos pueda parecer triste el echar de menos las cosas,la sensaciones, eso significa que tenemos recuerdos agradables y, porque no repasarlos de vez en cuando?, es verdad que a veces nos ponen tristes, porque hay algunas cosas que no volveran, pero recordarlas significa volver a vivirlas y eso también es bonito. Parece mentira como una alusión puede abrirnos todo un mundo de recuerdos y sensaciones
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