domingo, 30 de marzo de 2014

Cuando se encuentran





Mi querida Andrea, después de tanto tiempo sin saber de ti, me ha sorprendido tu carta y  a decir verdad no se si he entendido lo que me preguntas
¿Qué quieres decir? ¿De verdad te interesa lo que está pasando? ¿ Me estás pidiendo que te cuente lo que veo?
No sé qué puede tener de interés para ti,  de todos modos ahí va, espero que leas con atención:

Él le roza levemente su brazo con la yema de los dedos. Ella, con bastante disimulo desliza una mano entre las suyas. Poco más. O casi nada más. Permanecen callados, con las manos entrelazadas, él las aprieta con suavidad y  están así unos minutos. Todo sucede en medio de un silencio alegre, ella con los ojos cerrado y la cabeza inclinadas, después los abre con tanta intensidad que duele. Entonces se miran  y ambos saben lo que está pasando. Ya no oponen resistencia. Sonríen.

¿Y ahora lo entiendes?
Uno no intenta ser, o hacer. Uno simplemente es
Estarás de acuerdo conmigo que lo que te he contado  una historia de amor que se pinta con mejor color a cada gesto, a cada palabra,  con cada mirada. Y yo, querida Andrea, me alegro por ellos.
Espero tu respuesta.

La imagen pertenece a la película, Al final de la escapada

viernes, 28 de marzo de 2014

Cegados por el deseo (Closer)
















“¿Dónde está este amor? No puedo verlo, no puedo tocarlo, no puedo sentirlo. Puedo oírlo. Puedo oír algunas palabras, pero no puedo hacer nada con tus palabras fáciles”.


miércoles, 26 de marzo de 2014

John Cheever



















"Medio dormido, pienso o sueño con campos fértiles cuando era joven, que ahora están desiertos, yermos. Qué tristeza. Y pienso que nosotros, que en nuestra juventud exigíamos consejos valientes y concretos, ahora, en la madurez, somos incapaces de responder a las preguntas de nuestros hijos. Por alguna razón no consigo plasmar la voz del borracho, hacerlo hablar con color. Llegaste a la vida sin nada en absoluto y así te irás. Un mundo prejuzgador y anestesiado. Pero lo que aparentemente no puedo alcanzar es la visión, la sensación de una vida sin prejuicios, censura ni represión. Y no logro el triangulo, el equilibrio entre gentilezas, el énfasis en la apariencia de las cosas, la violencia natural subyacente en todo y la visión de un mundo donde el equilibrio es más espacioso, donde la sensación de tragedia no se pierde en la anestesia.!
Diarios de John Cheever
Imagen de Vladimir Lagrange


martes, 25 de marzo de 2014

Recuerdos de un coche


















El coche de mi chico era de color amarillo, bueno amarillo clarito tirando a  crema.
Lo tenía siempre impecable y olía muy bien llevaba un radio cassette  que se oía de maravilla, tenía bastantes cintas aunque él prefería hacer una lista de canciones  preferidas y grabarlas para  escucharlas cuando estábamos juntos.

Cada día me esperaba en su coche a la puerta del trabajo, me echaba tanto de menos que antes de llegar a donde él estaba me abría la puerta, yo corría hasta sus brazos, nos besábamos despacio y con la pasión acumulada  que proporciona  estar unas horas separados, permanecíamos abrazados un rato, no sabría precisar cuanto, pero si sé que era el necesario para impregnarnos de mi olor y del suyo hasta convertirlo en uno solo y propio, nos mirábamos con los ojos entornados, con ese aire de felicidad que nos  proporcionaba el sabernos juntos. 
De fondo sonaba la voz de Roberta Flack, o Barry White, o Elton John y otras veces bandas sonoras de películas del oeste

En invierno, los domingos por la mañana que hacía bueno aprovechábamos para ir de excursión a la montaña, él conducía, y a mi me encantaba abrir la ventanilla y que  el aire me diera en la cara  enmarañando mi  pelo, aunque al final del trayecto, antes de bajar del coche  al mirarme en el espejo éste me devolvía una imagen de pena, pero me sentía tan feliz que no me importaba, me apartaba el pelo de la cara con los dedos de las manos y quedaba perfecto. A él le gustaba besarme el pelo.

En verano íbamos a la playa por la mañana, llegábamos temprano porque nos gustaba colocarnos siempre en el mismo sitio, un rincón pequeño donde había unas  rocas que nos resguardaba del viento cuando éste soplaba con fuerza, cosa que sucedía a menudo. A él le gustaba  bucear, yo prefería nadar y tomar el sol Una vez instalados, es decir, toallas y sombrilla, él preparaba los bártulos para la inmersión, traje, aletas, gafas, tubo y algo más que ahora no recuerdo. Mi chico era alto, delgado y muy guapo, quedaba bronceado con poco que le diera el sol. Me encantaba cuando vestía con un polo de color verde oscuro y lo combinaba con unos vaqueros.

 No recuerdo que alguna vez me pusiera crema solar en la espalda. Y ahora que lo pienso, creo que yo tampoco se la puse a él. Mientras  buceaba yo le esperaba con un libro recostada en la toalla, si el sol apretaba mucho me daba un baño, de tanto en tanto me incorporaba un poco colocando la mano a modo de visera y miraba a lo lejos por si le veía, algunas veces nuestras miradas coincidían, lo sabíamos porque los dos alzábamos la mano agitándola con  fuerza a modo de saludo. Al cabo de un rato llegaba. Le gustaba hacerme rabiar, y aprovechaba que yo estaba adormecida para tocarme con las manso mojadas, yo, me levantaba de un salto, gritando, y él se reía mientras me cogía de las manos y me abrazaba.
Mi corazón temblaba a causa de tanto amor. Ese amor que de pronto te hace sentir frágil pero a la vez invencible, casi inmortal.
Entonces tomas conciencia de que el tiempo empieza a transcurrir de un modo que jamás hubieses imaginado, a partir de ese momento sabes que hay un antes y un después, que los días pueden convertirse en minutos y las horas en suspiros, porque como dijo alguien, el amor no es para soñarlo, tampoco para pensarlo. El amor, es para vivirlo

En la imagen Jeanne Moreau, en la película Jules et Jim

lunes, 24 de marzo de 2014

Pedro Páramo














"Dice que ella escondía sus pies entre las piernas de él. Sus pies helados como piedras frías y que allí se calentaban como en un horno donde se dora el pan. Dice que él le mordía los pies diciéndole que eran como pan dorado en el horno. Que dormía acurrucada, metiéndose dentro de él, perdida en la nada al sentir que se quebraba su carne blanda; sumiéndose, sumiéndose más, hasta el gemido..."
( Pedro Páramo, Juan Rulfo )
Imagen, de Andre Kertesz

domingo, 23 de marzo de 2014

¡Melisande! ¿qué fue de los sueños?.-Hillen Halkin








A finales de los años cincuenta, en Nueva York, dos chicos: Hoo y Ricky, y una chica, Mellie, se conocen mientras trabajan en la redacción de la revista literaria de su instituto. Allí forjarán una amistad que durará años y condicionará el resto de sus vidas.
Muchos años después, Hoo, convertido en catedrático de filosofía, rememora su relación con Ricky y con Mellie, y también el trasfondo cultural y social de la época que les tocó vivir: los coletazos del macarthismo, la liberación de los años sesenta o las protestas contra la guerra de Vietnam. Conforme avanza la historia se van revelando las razones que le han llevado a escribir el relato de esa amistad; que es, en realidad, una maravillosa carta de amor a Mellie.
En ¡Melisande! ¿Qué son los sueños? la sabia mirada de un hombre maduro sobre su vida y sobre aquello que le da sentido convierte este libro en un canto al amor y a la amistad, en una invitación al perdón. Una de las novelas de amor más extraordinarias de los últimos años que nos habla del poder de la literatura y la memoria.


 Me he leído este libro de una sentada, es tan formidable,  está tan magistralmente bien escrito que una vez se empieza es imposible dejarlo. Cada página me ha emocionado más que la anterior.
A modo de carta Ricky cuenta la historia de Hoo,  Mellie, y él mismo, Ricky, ya un hobre adulto que sigue enamorado de Mellie, aunque no están juntos sigue siendo el amor de su vida.
Hay libros que te reconcilian con la vida, incluso te hacen sentir mejor persona. Esta es mi sensación tras leer  Melisande ¿qué son los sueños?
Dejo unos párrafos para que os hagais una idea de esta joya de libro.

“Me encantaba ver cómo te vestías. Lo último que hacías era recogerte el pelo con una trenza…”

“Creo que amarte es la única razón por la que temo envejecer. No soporto pensar que algún día pudiera mirarte y no encontrarte hermosa. ¿Cómo vivirá nuestro amor en cuerpos viejos? ¿ Cómo nos reconocerá, cómo lo reconoceremos?”

“Ahora solamente diré que, que si tuviera que vivir mil vidas, querría vivirla contigo.”