sábado, 31 de enero de 2009

Mi tesoro

[por ILONA]

[Nota de Madison: Esta carta me la ha hecho llegar ILONA, y aquí la pongo para que todos disfrutemos con sus reflexiones]

Querida Biblioteca:
Llevo unos días queriendo escribirte esta carta. Tan necesitada estaba de hacerlo, que voy posponiendo otras que quizá tengan más apremio, o que tengan destinatarios que las esperen como respuesta a otras cartas que me fueron escritas y anden demandando contestación. Por eso debo por fin sentarme a escribir para de una vez por todas liberarme de estos sentimientos que quiero que conozcas, que necesito que sepas. Uno de los motivos de la tardanza y de la dificultad en escribirte ha sido el pensar cómo debía dirigirme a tí; eres indiscutiblemente una entidad individual pero colectiva, y tan oportuno me parecía tratarte como un todo, como me acordaba de cada una de tus individualidades que merecerían en sí mismas una carta personal e intransferible. Al final, contemplándote desde una perspectiva de conjunto es a tí a quien me decido a dirigir esta carta, a MI BIBLIOTECA. Cuántos años llevamos juntas, creciendo las dos, yo en años y tú en volúmenes, ¿verdad?. Madurando al mismo tiempo. Naciste incluso antes de que yo viniera al mundo pues algunos de los primeros ejemplares que formaron tu base ya existían en la biblioteca de mi padre, y con mis años infantiles y mis primeros pasos en la lectura tu fisonomía era fundamentalmente infantil, como yo. Llenaron mi vida de niña personajes de libros que me acompañaban en mis juegos traspasando el tiempo y el espacio y la adolescencia y sus preguntas me llegaron encontrando respuestas en las páginas que leía. Fué quizá por aquella época cuando me rendí a la pasión abrasadora de leer, cuando me encontraba en los libros, cuando comprendí que la magia de la lectura es sobre todo comprender que todos los libros nos hablan de nosotros mismos. Casi siempre he preferido tu compañía a la de las personas de carne y hueso, y normalmente nada me da en la vida tanto como la lectura. Vivo para leer o leo para vivir, tanto da. O como Andrés Hurtado en "El árbol de la ciencia" ¿leo porque no puedo vivir?.
La lectura no me ha impedido vivir una vida normal, fundar una familia, tener amigos, trabajo... pero nunca jamás podría vivir por mi cuenta todas las vidas que guardas para mí. Mi existencia multiplicada al infinito... Cada vez que cojo un libro siento que no necesito nada más. Ninguna otra cosa me da esa sensación de plenitud.
Querida biblioteca, qué viva estás...¡ si hasta has tenido descendencia! Mis hijos tienen ya sus propios libros que son por derecho hijos tuyos, en tí y en mí juntas se miran ellos para tomar el testigo. Espero que ellos encuentren en sus lecturas lo mismo que tú me has dado a mí...consuelo, compañía, amistad, conocimientos, respuestas, preguntas...
Somos lo que leemos, indudablemente. Soy consciente de que en mi caso, soy hija tuya tanto como de mis padres, tengo tanto de tí en mi mente y en mi corazón como de ellos, si no más... A veces recorro las estanterías y es como si recorriera toda mi vida, cada libro está asociado a un recuerdo, a una época, y los títulos que aún están sin leer me dan la sensación de futuro, del tiempo en el que les tocará el turno de ser leídos, y me intriga adivinar qué experiencias vitales acompañarán. A veces tengo la fantasía de que soy libre, de que no me atan a mi estilo de vida obligaciones de ninguna clase, ni laborales, ni afectivas; que no tengo que trabajar para ganarme la vida ni hay personas que dependen de mi o a las que mi desaparición pueda afectar, y entonces sueño que me voy a un lugar lejano, que me aislo, que me alejo de todo para vivir con mis libros y, entonces sí, vivir para leer. Y me asusto un poco, sobre todo al imaginarme qué pensarían los que me rodean si supuieran que siento así. Pero no puedo evitar evocar el verso de aquella canción de Silvio Rodriguez: "Soltar todo y largarse, qué maravilla..."
Querida biblioteca, amada mía, mi tesoro... gracias por hacerme tan feliz.
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jueves, 29 de enero de 2009

PASAN LOS DÍAS

[por Takeo]
Está siendo un invierno duro pero hermoso. El tema es cómo pueden llegar a ensamblarse el dolor con el placer, las malas sensaciones con dejarse seducir a través de la vista.
Lluvia, frío intenso, viento, nieve...
Al lado de noticias de desgracias, el placer de asomarse a la ventana y disfrutar del blanco de la nieve. Salir a pasear peleándose con el viento mientras contemplamos los paisajes embellecidos de invierno.
Hay quien invita a su casa a la primavera, le prepara un mantel de flores y conversan sobre una brisa suave.

martes, 20 de enero de 2009

Generando odio

[por Madison]

Hoy ha sido un día bastante agotador, mucho trabajo, mucha gente con quien tratar asuntos laborales.

Siento que a estas horas una extraña melancolía se instala dentro de mi. Acabo de llegar a casa, me he puesto cómoda, mientras escribo escucho música de fondo. Siempre que me siento agobiada la pongo, es como un bálsamo que, poco a poco, relaja todos los músculos tensos. Es milagrosa la música,. No podría vivir sin ella

Y mientras escribo esto mi mente está repleta de información de estos días, de noticias que llegan por todas partes, tanto en prensa escrita como vista.

Todo el mundo se proclama pro y anti... no sé, yo no soy ninguna entendida. Sólo me dejo llevar por las imágenes que veo por televisión. Seguramente también están manipuladas porque me doy cuenta que muestran las de una parte más que la de la otra. De todo este lío, de esta masacre, me quedo con los rostros desencajados de los niños, con las miradas de espanto, y me pregunto cómo algún dirigente puede pensar que las cosas se arreglarán, si cada día, a cada minuto están fomentando más y más odio de unos hacia los otros.

Yo creo que en las guerras siempre pierden los mismos. En las dos partes hay personas que no desean ese estado, que solo aspiran a vivir, simplemente desean vivir tranquilos.

Y me apena comprobar cómo en todos estos años, siglos, no hemos aprendido nada. El hombre... el único animal que mata por el placer de matar.

Continuan los genocidios, la hambruna, las violaciones y todo en un mundo que dice ser civilizado.

Si pudiera elegir no pertenecería a este mundo.

Todo esto lo escribo desde mi caldeada casa, estoy sentada en un cómodo sofá, con la calefacción encendida.

Y lo más triste es que dentro de un rato me levantaré y me iré a cenar, como si nada sucediera, como si todo esto que sucede no fuera conmigo, qué error, claro que va conmigo y contigo, y contigo y contigo

jueves, 15 de enero de 2009

El mar

[por Gaviero]

Y en la tarde gris, nublada, bajo un cielo plomizo, el hombre se fue hasta el mar.


Caminaba despacio, relajado, disfrutando del paseo, y mientras su cabeza no dejaba de pensar en la mujer ausente. Ella estaba a muchos kilómetros de distancia, quien sabe que estaría haciendo ahora en estos momentos, posiblemente ya se habría olvidado de él, de todo lo que tiempo atrás, y en ese momento fue consciente de que había pasado casi una vida, vivieron juntos, soñaron y disfrutaron.


Pensaba en ella y descubrió sorprendido que le costaba ver su cara, los rasgos se habían ido poco a poco difuminando y no le era fácil traer su rostro a la memoria ¿tanto tiempo llevaba sin pensar en ella? Posiblemente,la verdad es que últimamente la había arrinconado en su mente; en un principio fue el dolor por la separación,el haberse sentido abandonado, lo que le llevó a esforzarse por no pensar en ella; no fue una tarea fácil, constantemente su imagen, su recuerdo, acudía una y otra vez sacudiendo su interior, haciéndole sentir la impotencia de saber que nunca volverían a estar juntos.


Con esfuerzo y el paso del tiempo consiguió liberarse de la obsesión por el pasado; no la borró de su vida, ni podía ni quería hacerlo, simplemente fue atemperando el dolor por lo perdido y dejando vivo y manteniendo su cariño hacia ella, ya sin rencor ninguno, valorando todo lo que habían sido el uno para el otro, y manteniendo el cariño hacia ella, pero ya sin amor. Y así había ido transcurriendo su vida, recuperado prácticamente, albergando nevas ilusiones, nuevos proyectos, experimentando nuevos amores, surgiendo deseos y dándose a otras mujeres.


Y de repente, en un sueño descontrolado había sentido su llamada, no podía explicarlo pero era consciente de que en algún lugar ella le llamaba, le enviaba una llamada para que supiera que no le podía olvidar y que estuviera él donde fuera supiera que le seguía amando.


Por eso, aquella tarde el hombre se fue al mar, nexo de unión entre ambos y allí, sentándose sobre la arena, húmeda y fría, fijó sus ojos en las aguas y supo que en algún lugar, en otra playa, muelle o malecón, ella tendría fijados sus ojos igualmente sobre las olas y en ese dulce vaivén, volverían a consumar su amor, fundiendo sus cuerpos en el placer.

jueves, 8 de enero de 2009

¡ Al fin en casa !

[por Gaviero]

A pesar del frío cortante que me recibe, hoy sólo puedo sentir calor, la tibieza del reencuentro con mi gente, con todos aquellos que tanto he extrañado, con vuestras letras, con esas cartas siempre necesarias.

La verdad es que vuelvo a comprobar por enésima vez que cuando perdemos algo es cuando realmente se empieza a valorar. Han sido muchas noches sin tener mi mesita del rincón, sin oír los murmullos de las conversaciones en voz baja, sin música, sin poder observar no sólo los rostros, sino los ademanes de cada uno de los contertulios del café, y por supuesto, sin esas hojas mágicas de papel donde cada no vamos volcando sensaciones, sentimientos, dudas y todo tipo de ideas y reflexiones que nos brotan sin ser conscientes muchas veces.

Pero bueno, ya estoy aquí, así que ¡ cava para todos ! bien frío, y preparaos porque he estado demasiado tiempo callado y ahora es el momento del desquite. Seguro que acabareis hartos de mi verborrea, huiréis de mi lado y lo entenderé, puedo ser muy pesado y cargante, pero lo siento, es lo que toca y salvo que me pidáis que me calle, hablaré por los codos.
Gaviero

Opciones

[por Madison]

Hace unos días que recibí tu carta, pero el caso es que hasta hoy no he podido responderte. Por tus palabras veo que estás bien. Eso me alegra. Aquí hace mucho frío y, aunque es normal por las fechas en las que estamos, estoy un poco cansada de él, me pongo demasiado melancólica y apática con el frio y los días tan cortos.

Comprendo lo que me cuentas sobre el concepto que tienes respecto al amor. Sabes que no pienso igual que tú. Para mí en el amor siempre existe alguna condición. Nunca he conseguido despojarme de todos los miedos, y a pesar de tener el convencimiento de que actuo de forma incorrecta o inadecuada, cuando me enamoro ese egoismo que todos llevamos dentro hace acto de presencia de forma inmediata.

Sé que nadie pertenece a nadie, que jamás debemos poner limitaciones a la persona amada, porque entonces el amor pasa a llamarse coacción. Cierto que para qué necesitamos a álguien que dice que nos ama si nos corta las alas.

Y… fíjate, mientras escribo estas líneas, me detengo, pienso y leo. Y sé que todo lo que digo, absolutamente todas estas frases se convierten en una prolongación de mí misma, por eso ; aunque quisiera no podría despojarme de los sentimientos.

Reconozco que tu manera de amar es la ideal, la que te lleva a la plenitud, a la culminación de la felicidad. Pero no todos somos iguales y cada uno de nosotros, si somos fieles a nuestros principios optamos por una forma u otra ante el amor. Supongo que es lo mismo o parecido a cuando tomas una opción de vida, un camino...

A pesar de mi egoísmo, cuando amo, la persona elegida se encuentra frente a un alma totalmente abierta y trasnparente. Para ella no existe el engaño, quizás peca de una siceridad excesiva...no sé. No creas que descubrirme a mí misma tal y como soy no me ha hecho daño. La verdad es que mi tristeza se puede palpar y, si sobre este tema de las relaciones se tuviera que pasar un examen, yo sería la típica repetidora.

Pero, qué quieres, me encanta esa sensación de compartir, de pertenecer, de identificación. Tampoco eso es malo ¿no?. Todo tiene sus instantes mágicos. Instantes que en muchas ocasiones son dignos de congelar y cuando un día el desánimo hace acto presencia se descongelan y vuelves a latir de nuevo.
Y sin nada más que decirte por ahora me despido de tí no sin antes enviarte un fuerte abrazo.

martes, 6 de enero de 2009

La década

[por Takeo]

¿Cómo llamaremos a ésta década? Hemos vivido ya tantas: los 60 bailones, los 70 musicales, los 80 cualquiera sabe, los 90 preocupados con el efecto 2000... y ¿ahora? ¿los 00 de la crisis? Bah, eso suena a anuncio de cerveza.

¿Qué haremos cuando nos pregunten: ¿y tú, dónde estabas en la decada de los cero cero??
No le veo futuro a este problema.
Takeo

viernes, 2 de enero de 2009

Tomando café

[por Madison]






Aquí, tomando un café a estas horas del mediodía me detengo a escribirte.


He continuado viajando, esta vez por una carretera secundaria, a lo lejos observé algo que llamó mi atención, despacio, hacia ese lugar dirigí mis pasos, al llegar vi que se trataba de un estanque lleno de agua, transparente, clara, fria …me incliné hácia él y al hacerlo dí un paso atrás, pués la imagen reflejada no me gustó en absoluto..
Me he visto a mi misma, he observado mis carencias, mis defectos, me he sentido vulnerable y he visto en mis ojos el miedo que me causa lo descubierto. Seguramente es algo incrustado en mi desde hace mucho tiempo, pero hasta el otro día no fuí consciente de ello.

He visto con horror cómo lo que yo aborrezco y me niego a aceptar, lo impongo a otros. Y actúo de forma tan injusta!!!, me he visto quejosa de todo lo que me rodea cuando en realdiad debería sentirme afortunada por tener quien me escucha.

Esa mirada reflejada en el estanque...mi mirada, quiero y debo transformarla y sobre todo debo aprender a sentir lo que recibo de una forma distinta, diferente. Deseo de todo corazón cosechar algo bueno, dar en la justa medida que recibo. En definitiva aprender un poco de humildad.

Por eso necesito pedir perdón por toda una serie de actuacinos nefastas por mi parte. Lo siento mucho.

Un abrazo

jueves, 1 de enero de 2009

El buen soldado

[por Madison]

Mi querida Stella:

Siempre he considerado esta obra como mi mejor libro…, al menos como mi mejor libro del período de la preguerra; y desde que la escribí hasta la aparición de mi novela siguiente debieron transcurrir casi diez años, de manera que todo lo que haya podido hacer desde entonces hay que considerarlo obra de un hombre diferente …obra de tu hombre. Porque no cabe duda de que, sin el incentivo para vivir que tú me ofreciste, difícilmente habría sobrevivido los años de la guerra, y aún cabe menos duda de que sin tu acicate para que volviera a escribir nunca lo habría hecho. Y sucede que, por una extraña casualidad, “El buen soldado” es casi el único de mis libros que no está dedicado a nadie: el destino debió de elegir que tuviera que esperar los diez años que ha esperado… para esta dedicatoria.

Lo que ahora soy te lo debo a ti: lo que era cuando escribí El Buen Soldado se lo debía a determinada concatenación de circunstancias de una vida bastante desprovista de objetivos y bastante caprichosa. Hasta que me puse a escribir este libro (el 17 de diciembre de 1913) nunca había tratado de ir a galope tendido, por usar una frase relacionada con la preparación de los caballos de carreras. En parte porque siempre había mantenido la idea de que- fuera cual fuese el caso de otros escritores- yo por lo menos no sería capaz de escribir, antes de llegar a los cuarenta, una novela que estuviera en condiciones de defender; en parte porque de manera muy precisa no deseaba compartir con otros autores cuyos derechos o cuya necesidad de prestigio y de lo que ese prestigio lleva consigo eran superiores a los míos. Nunca había tratado realmente de poner en ninguna de mis novelas todo lo que sabía acerca del arte de escribir. Había dado a luz de manera bastante inconexa cierto número de libros,( muchos), pero o pertenecían al género de los pastiches, y eran por tanto composiciones bastante preciosistas, o se trataba de tours de force. Pero siempre me ha obsesionado escribir…, la manera en que debe escribirse; ya incluso entonces por entonces, en parte solo y en parte en compañía de Conrad, había hecho exhaustivos sobre cómo manejar las palabras y sobre cómo construir novelas.

De manera que el día que cumplí los cuarenta me dispuse a demostrar lo que era capaz de hacer…, y el resultado fue “El buen soldado”. Yo estaba totalmente decidido a que fuese mi último libro. Pensaba entonces- y no estoy de que ahora no piense lo mismo-que un hombre le bastaba con escribir un libro, y, cuando terminé “El buen soldado”, al menos Londres posiblemente el mundo entero parecían dominados por nuevos escritores mucho más llamativos. Eran los apasionados días del cubismo literario, del futurismo y del imaginismo y de todo el resto de los alborotadores y bulliciosos “jeunes” de aquella década tan joven. De manera que yo me consideraba como la anguila que, después de llegar a alta mar, da a luz a sus crías y muere…, o creía, como el ALCA de gran tamaño, que después de haber llegado al sitio asignado y de poner mi único huevo, más me valía morirme. Me despedí oficialmente de la literatura en las columnas de una publicación titulada “The Thrust” que también, no siendo más que un alca pobre y pequeña, murió del esfuerzo. Después me dispuse a hacer me a un lado a favor de nuestros buenos amigos –tuyos- y míos- Ezra, Eliot, Wyndham Lewis, H.D., y el resto de los jóvenes y vociferantes escritores que llamaban a la puerta.

Pero otros clamores más intensos asaltaron Londres y el mundo que hasta ese momento parecía yacer ante los orgullosos pies de aquellos conquistadores; el cubismo, el futurismo, el imaginismo y los demás movimientos nunca tuvieron su oportunidad entre las voces de los cañones, así que yo he salido otra vez del agujero y junto a tus obras, fuertes, delicadas y hermosas, me he animado a colocar algunas obras mías.

El buen soldado, sin embargo, me sigue pareciendo mi huevo de alca por pertenecer a una raza que no tendrá sucesores y, como se trata de un libro escrito hace ya mucho tiempo, quizá no suponga un exceso de vanidad reflexionar sobre él durante unos instantes. Ningún autor, creo yo, es merecedor de que se le censure por vanidoso si, al bajar de la estantería uno de sus libros de hace diez años, exclama: Cielo santo, ¿es posible que yo escribiera tan bien por entonces?, porque la verdad implícita es siempre que uno ya no escribe tan bien, y pocos son tan envidiosos como para censurar los autoelogios de un volcán extinguido.

Sea como fuere, recientemente me he visto forzado a hacer un examen bastante minucioso de este libro para traducirlo al francés, lo que me ha obligado a estudiarlo con mucha mayor profundidad de la que hubiese requerido una simple lectura, por minuciosa que fuese. Y voy a atreverme a decir que me dejó asombrado el trabajo que tuve que poner en su construcción, en su intrincada maraña de alusiones y referencias recíprocas. Aunque tampoco hay que asombrarse por ello, ya que si bien escribí el libro con relativa rapidez, llevaba otra década completa incubándolo en mi interior. Fue así porque se trataba de una historia verdadera y porque me la contó el mismo Edward Ashburnham y no podía escribirla hasta que todos los demás hubiesen muerto. De manera que la fui llevando conmigo durante todos esos años, pensando en ella de vez en cuando.

Por entonces yo tenía una ambición: hacer por la novela inglesa lo que Maupassant había hecho por la francesa con “Fuerte como la muerte”. Un día tuve mi recompensa cuando, hallándome en un grupo, un joven y ferviente admirador mío exclamó: ¡No hay duda de que El buen soldado es la mejor novela en lengua inglesa!, ante lo que mi amigo John Rodker, que siempre ha sentido una admiración por mi obra adecuadamente matizada, replicó con su clara y lenta pronunciación: Cierto. Pero se ha olvidado usted de una palabra. ¡Es la mejor novela francesa en lengua inglesa!
Con eso-que mi tributo a mis maestros y a otros franceses cuya superioridad reconozco-dejo ya el libro en manos del lector. Pero antes me gustaría decir una palabra acerca del título. Originalmente yo llamé a este libro “La historia mas triste”, pero como no apareció hasta que se nos vinieron encima los más oscuros días de la guerra, el señor Lane me perseguía con cartas y telegramas-¡yo me dedicaba por entonces a otros quehaceres!-para que cambiara el título que, según decía, haría el libro invencible por aquellas fechas. Un día, cuando estaba en una revista de tropas, recibí un último telegrama suplicante del señor Lane, y como era con respuesta pagada, me apoderé del impreso para la contestación y escribí con precipitada ironía: Querido Lane, ¿por qué no El buen soldado?...Para consternación mía, el libro apareció seis meses mas tarde con ese título.

Nunca he dejado de lamentarlo, pero a partir del final de la guerra he recibido tantas pruebas de que el libro se ha leído con ese nombre que no me atrevo a cambiarlo por temor a causar confusión. Si durante la guerra se hubiera presentado la oportunidad no habría dudado en hacer el cambio, porque sólo contaba con dos testimonios directos de que alguien hubiese oído hablar de mi novela. En una ocasión me encontré con que el asistente que tenía en mi regimiento acababa de volver de permiso y parecía estar muy enfermo. ¡Cielo santo, chico, ¿qué demonios te pasa?, le dije. Y él me contestó : Bueno, anteayer le pedí a mi novia que se casara conmigo y hoy está leyendo El buen soldado.

En otra ocasión, también en una revista de tropas que incluía unos ejercicios de instrucción en la Guard’s Square de Chelsea, yo estaba muy nervioso porque tenía que hacer los ejercicios delante de media docena de ancianos caballeros, jefes de muy alta graduación, y conseguí aturdir a mis hombres todo lo que es posible hacerlo con los miembros de la Coldstream Guard de Su Majestad. Mientras permanecía rígidamente en posición de firmes, uno de los ancianos caballeros de muy alta graduación, se me acercó por la espalda y me dijo al oído con toda claridad:¿Ha dicho usted, El buen soldado? Por lo que no cabe duda de que Lane consiguió vengarse.En cualquier caso, ya he aprendido que la ironía puede ser un arma de dos filos.

Tú, mi querida Stella, me habrás oído contar estas historias muchísimas veces. Pero ahora los mares nos separan, y las incluyo en esta carta que leerás antes de volver a verme con la esperanza de que te alegre un poco la ilusión de escuchar una voz familiar y llena de afecto. Y así la firmo con toda sinceridad y con la esperanza de que aceptes inmediatamente la dedicatoria de este libro y la general de la edición.

Tu
F.M.F.
Nueva York, 9 de enero de 1927