sábado, 31 de octubre de 2009

Las afinidades electivas
















El mandó preparar sus caballos, dio las
instrucciones necesarias al ayuda de cámara sobre lo que debía ponerle de equipaje, y cómo había de seguirle, y de ese modo, cual si ya lo tuviera madurado, se sentó y escribió:

La desgracia, querida mía, que nos ha ocurrido podrá ser curable o no; yo solamente siento esto: que si no he de desesperarme desde este momento, debo encontrar una tregua para mí y para todos nosotros.
Porque me sacrifico, puedo exigir. Abandono mi casa, y solo volveré con perspectivas más propicias y tranquilas. Mientras tanto, tú debes ser su dueña, creo que con Ottile.
Quiero saber que está contigo, no entre personas extrañas. Cuida de ella, trátala como antes, como hasta ahora; cada vez con más cariño, con más amabilidad, con más ternura.
Prometo no buscar ninguna relación secreta con Ottilie. Más aún: déjame algún timpo sin saber en absoluto cómo vivís; yo me imaginaré lo mejor. Imaginadlo también sobre mí. Solo te ruego, desde lo más hondo, y con el mayor afán, esto: no hagas ningún intento de colocar a Ottilie en algún otro sitio, de ponerla en una nueva situación. Fuera de círculo de tu castillo, de tu parque, confiada a personas extrañas, me pertenece y me apoderaré de ella. Pero si haces el honor a mi inclinación, a mis deseos, a mis esperanzas, yo tampoco me opondré a la curación cuando se me ofrezca.


Selló la carta, bajó rápidamente las escaleras y saltó a caballo

Las afinidades electivas, de Johann Wolfgang von Goethe

miércoles, 28 de octubre de 2009

Capitan de lobos



Mi querido Collard:La envío al idiota de mi guarda, que ya conoce usted. Se imagina que una vieja lo hechiza todas las noches y, para acabar con su pesadilla, no se le ha ocurrido otra cosa que matarla. Pero como la justícia podría pensar que no es ésa la forma de tratarse uno mismo los ahogos, se lo envío con un pretexto cualquiera. Hágame el favor, por su parte, con la disculpa que mejor le parezca, de enviarlo donde Danré, en Vouty; el cual lo mandará a casa de Dulauloy,y éste, con pretexto o sin él, me lo remitirá al demonio, si le apetece.En resumen, me interesa que su viaje dure al menos un par de semanas. Dentro de quince días nos mudamos y estaremos en Antilly, por lo que espero que para entonces, lejos de Haramont, su pesadilla le habrá abandonado. De esa forma la tía Durand podrá dormir tranquila, cosa que no haría si Mocquet permaneciese por los alrededores.Le lleva a usted una docena de agachadizas y una liebre que matamos ayer en los pantanos de Vallue.Mil cariñosos recuerdos a su bella Herminie y otros mil besos a la pequeña Caroline.Su amigo,ALEX. DUMAS

Capitán de Lobos, de Alejandro Dumas
Gracias Cape

martes, 27 de octubre de 2009

Margarita está linda la mar


















Carta de despedida

Mi querida mamá: Aunque Ud. nunca lo ha sabido, yo siempre he andado tomando parte en todo lo que se refiere a atacar al régimen funesto de nuestra patria y en vista de que todos los esfuerzos han sido inútiles para tratar de lograr que Nicaragua vuelva a ser (o lo sea por primera vez) una patria libre, sin afrentas y sin manchas, he decidido, aunque mis compañeros no querían aceptarlo, el de tratar de ser yo el que inicie el principio del fin de la tiranía. Si Dios quiere que perezca en mi intento, no quiero que se culpe a nadie, pues todo ha sido decisión mia.
Espero que tomará todas estas cosas con calma y que debe pensar que lo que yo he hecho es un deber que cualquier nicaragüense que de veras quiera a su patria debía haber llevado a cabo hace mucho tiempo. Lo mío no ha sido sacrificio sino un deber que espero haber cumplido. Si Ud. toma las cosas como yo lo deseo, le digo que me sentiré feliz. Así que nada de tristeza, que el deber que se cumple con la Patria es la mayor satisfacción que debe llevarse el hombre de bien como yo he tratado de serlo. Si toma las cosas con serenidad y con la idea absoluta de que he cumplido con mi más alto deber de nicaragüense, le estaré muy agradecido.
Su hijo que siempre la quiso mucho

Margarita está linda la mar" Sergio Ramírez

Gracias Sunrise

domingo, 25 de octubre de 2009

La aventura de un lector

"Desde hacía un tiempo Amedeo tendía a reducir al mínimo su participación en la vida activa. No es que no le gustara la acción; más aún, del gusto por la acción se alimentaban todo su carácter y sus preferencias; y sin embargo, de año en año, el furor de ser él quien actuaba fue disminuyendo, disminuyendo tanto que era como para preguntarse si alguna vez lo había sentido realmente. No obstante, el interés por la acción sobrevivía en el placer de la lectura: su pasión eran siempre las narraciones de hechos, las historias, la trama de las vicisitudes humanas. Novelas del siglo XIX, ante todo, pero también memorias y biografías y así sucesivamente hasta llegar a las novelas policiacas y a la ciencia ficción, que no desdeñaba pero que le daban menos satisfacción aunque sólo fuera porque eran libritos breves, a Amedeo le gustaban los volúmenes gruesos y sentía al abordarlos el placer físico que da hacer frente a un gran esfuerzo. Sopesarlos en la mano, apretados, espesos, sólidos, observar con un poco de aprensión el número de páginas, la vastedad de los capítulos, después entrar en ellos."

"La aventura de un lector", en Los amores difíciles (Italo Calvino)




sábado, 24 de octubre de 2009

Jardin de invierno

















Eva:
Ayer me pasé horas mirando el oscuro y desangelado vacío detrás de la ventana mientras llegué a la conclusión de que tú y yo hemos llegado a ser unos extraños. Tal vez debe ser así. Sin embargo, quiero que sepas que últimamente he abandonado a Aristóteles por las novelas que a ti te gustan: he devorado deceneas de libros de Dostoievski, Chéjov, Tolstoi y otros clásico rusos, los tuyos preferidos.
Otra vez se avecina el invierno y la escarcha cubre los campos y prados, aunque en los alrededores no han quedado muchos. La niebla otoñal cubre solícita lo que quedó de nuestra pobre ciudad aniquilada. Por la noche sopla un viento helado, que antes silbaba entre los arces, los pinos y los abetos, y ahora resuena entre las torres de las fábricas y levanta el polvo gris de las minas. Estoy sentado en una habitación iluminada y me hundo en un ensueño sobre un libro de viajes a países lejanas a sabiendas de que no viajaré nunca muy lejos. Pero hay un destino que cada vez se dibuja en mi cabeza con más precisión, un viaje lejos de este país, del país de la destrucción; sin embargo, me domina la apatía ante cualquier desplazamiento o actividad.
Así sueño por la noche. La luz del día, que me permite ver con nitidez la recién construida fealdad, me sume en una permanente irritación.
Lo único que tiene sentido, que merece la pena la consagración de la vida es el arte, la creación, la investigación. ¿Vivir para la mente o para el placer, o sea, para el cuerpo? La mente es un don divino; los placeres mundanos incluso a Fausto se los proporcionó Mefistófeles, y acaban en el sufrimiento y la tragedia.
Lo único que tiene sentido: así lo he formulado. Pero ¿qué diferencia hay entre corromperse en la tumba inculto o hacerlo con refinada sofisticación? Todo es un engaño.
Estoy esperando. Sé que pronto tendré un nuevo ataque nervioso. Reconozco los síntomas.
Vivo en uno de esos fosos que han cavado en el lugar donde antes se erigía Most, la ciudad gótica, Most, la ciudad real. Y cuando levanto la cabeza hacia el cielo, te veo a ti, estás inclinada sobre el foso y tu pelo oscuro se confunde con el cielo nublado.
Tu rostro delata nerviosismo, excitación, rabia. ¿Estás resentida porque no te acompaño en tus ansias de cambiar el mundo?
Si supieras, Eva, cuánto me gustaría alejarme de todas las tormentas para vivir en el país de la Belleza.
Karel

P.S. Justo antes de Navidades iré poco tiempo a Praga. ¿Nos veremos?

















Eva:
“Antes de Navidades iré a Praga. ¿Nos veremos?”, te escribí en mi última carta y ni de lejos me hubiera imaginado que en Praga finalmente viviría la escena que había visto en un sueño hace tiempo que tú y yo estamos sentados en un café y en el momento en que me estoy acercando a ti, te levantas y te vas.
De modo que ya no tengo nada que hacer en Praga.
Además, durante mi breve estancia vino a verme un conocido tuyo-no quiero decir nuestro porque me costó superar el sinsabor que me produjo la reunión con ese hombre- y me pidió que me retirara de tu vida. Aseguró que yo era pernicioso para ti.
Praga, pues, no es mi lugar. Nadie cercano me espera allí. Seguramente tu abuela te habrá comunicado la triste noticia de que la mía ha muerto, así que no sólo allí, sino tampoco, sino tampoco en Most me espera nadie.

Ya no creo en nada en este país, ni siquiera en la Primavera de Praga y su socialismo con rostro humano. El que ha experimentado la aniquilación racional de su ciudad por el poder totalitario nunca más puede creer en las promesas de los políticos, y nunca permitirá que nuestro país se independice, ni siquiera un poco, de su influencia. Estoy convencido. Por eso creo que tu lucha es en vano.
De modo que aprovecho la apertura de las fronteras para salir a reunirme con mi madre en Francia. Cuando hayas recibido esta carta, yo ya habré dado mis primeros pasos en la nueva etapa de mí vida en París.
Tuyo,
KAREL

P.S. De momento ignoro mi nuevo domicilio. No lo tiene nadie, ni siquiera Dalibor. Asimismo, debo decirte que no estoy seguro si quiero continuar esta relación inestable, antojadiza y lunática que es la nuestra. Estoy pensando que tal vez sería mejor no remover el agua muerta y así darle la oportunidad de que brille entre las montañas: serena y clara, sin sabor ni perfume. Un pequeño lago de montaña: ése será mi recuerdo de ti, Eva.


Jardin de invierno, de Monika Zzgustova

jueves, 22 de octubre de 2009

Maria de Molina



















Señora de Molina:
En verdad sois más párvula e ingenua de lo que nunca pensé. No acaban vuestros problemas en los enemigos mencionados, pues hay otros que al parecer ignorais. El papa Nicolás IV ha muerto y, como sabréis, el rey Felipe de Francia ha nombrado sucesor a Bonifacio, el octavo pontífice de este nombre desde el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. No será difícil que el papa obedezca al rey de Francia, ya que se sienta en el trono de san Pedro gracias a él.
Se comenta que quizá el nuevo declare nulos todos los actos de su predecesor y no sería difícil meter en la misma terna el documento que hizo válido vuestro matrimonio con Sancho. Más si consideramos que el legajo era falso de antemano.
¿ Os extrañais? Pues sabed que vuestra dispensa matrimonial fue trucada por vuestro mismo marido.
Andaos con cuidado porque, sin duda, los dos están muy hermanados. ¿ Sabeis que corre el rumor de que el nuevo pontífice le está tan agradecido al rey, que, si éste se compromete a terminar con los poderosos templarios, él canonizará a su antepasado el rey Luis de Francia? Ya veis cómo son las cosas, aquí todos quieren que el que fue mi suegro, Fernando, sea santo y en Francia se nos adelantan, como siempre. Tal y como os digo,tendremos antes un san Luis de Francia que un san Fernando castellano; el salvador de la herejía en Sevilla, el vivo reflejo de la madeja de "no más dejado" no será santo hasta que el francés lo consiga antes. Divago a sabiendas de que esto último no es lo que os inquieta. ¿ Pensais que estoy loca? Hablándoos de santos cuando la legitimidad de vuestro matrimonio e hijos está en entredicho.
¿ Quereis saber más al respecto? Pues preguntad al fraile que falsificó el sello y el lacre ponfifical. Creo, María, que por mucho que os resistais a ello, para el sumo pontífice vivisteis una cohabitación ilícita con aquel al que llamasteis marido. Vuestro contubernio dará mucho de qué hablar a nuestro sucesores. Para el Vaticano, Sancho vuelve a ser recordado como bígamo, incestuoso y un rebelde insolente hacia el que fue su padre, don Alfonso. Os estaréis preguntando el porqué de la mentira de Sancho. Es Sancho, mi hijo, no quiso defraudaros en este vuestro deseo y ordenó falsificar la dispensa con la que soñábais. Supongo que, llegado este momento, estaréis a punto de romper este pergamino. Cuando lo hagáis, recordadme, porque estaré disfrutando en la distancia con vuestro dolor.

Violante, reina de Castilla.

" María de Molina " ( Almudena de Arteaga )

Gracias Cape

martes, 20 de octubre de 2009

Malá Strana



Querida María:

Hoy que está el día gris y lluvioso he recordado aquel otoño de hace unos años cuando disfrutamos juntos del barrio de Malá Strana. Estuvimos toda la tarde recorriendo sus calles, visitamos las torres del castillo y las iglesias y ya a media tarde, realmente cansados, nos sentamos en un café desde donde se veía una espectacular vista de la ciudad de Praga.

El ambiente del café era tremendamente agradable, mesas no demasiado juntas, velas y ramilletes de flores encima de ellas, y completándolo todo, un cuarteto de jazz tocando en directo. Quedamos arrobados por la sensación de sosiego y tranquilidad que se respiraba, así que fue pasando la tarde, apenas sin hablar, y sin sentir.

Cuando nos dimos cuenta estaba anocheciéndo y salimos del local; seguimos descendiendo hasta el puente de Carlos y tras cruzarlo, deteniéndonos para deleitarnos con las caudalosas aguas del Moldava, llegamos a la ciudad medieval. Allí, salió la figura de Kafka en nuestra conversación y, como estábamos relativamente cerca, te llevé al café Montmartre, el lugar donde acudía el autor y otros personajes de la cultura y la política.

Fue una tarde para no olvidar y ahora, que nos hemos perdido la pista, he recordado ese día y sentido nostalgia.

lunes, 19 de octubre de 2009

Tuve un sueño



Hola cariño.
Hacía tiempo que no escribía, no porque no tuviera nada que decir, que si que tengo y mucho. Quizá ese sea el problema, tengo tanto por decir que una vez estoy preparada ante el teclado, le miro y mi cerebro queda colapsado y los dedos de mis manos paralizados.
No consigo unir ni una sola frase, ni una sola palabra que sea sostenible.Coherente. Pero es que ayer tuve un sueño. También hacía mucho que no soñaba o por lo menos no recuerdo haber tenido ninguno.
El sueño empezaba con tu llamada telefónica.
Por la mañana me llamaste para hablar. Quedamos en tu casa a una hora de la tarde, con suficiente tiempo de antelación, (ya sabes que no soporto la impuntualidad) una vez preparada salí de casa con la idea de ir paseando, hacía viento pero la tarde era luminosa.
Bajé toda la calle, como te digo hacía viento y eso hizo que las hojas de los plataneros ya empezaran a caer. Era una tarde tan bella que si mis posibilidades me lo hubiesen permitido habría añadido alguna hora más.
Cuando llegué a tu casa llamé al timbre, pero no respondiste. La puerta estaba entornada. Abrí suavemente mientras te llamaba, pero seguías sin responder. Al llegar al salón mis ojos se dirigieron hacia el sofá. Allí estabas tú, tendida, callada, con los ojos abiertos pero sin expresión alguna.
Me asusté. Me asustaste. Tú eres una persona alegre, tu mirada lo dice todo. Ayer no decía nada. Eso fue lo quede verdad me alertó. Fue un aviso de que algo no iba bien.
No respondías a mis preguntas. Yo te preguntaba quién te ha hecho daño, pero mirabas hacia mí sin responder. Tampoco llorabas. Cuando eras pequeña eras muy llorona. ¿Recuerdas el primer día que te llevé “al cole de los mayores”? Temblabas abrazada a mi.Te pregunté ¿Qué te pasa?,¿ por qué estás tan callada, acaso no te gusta este cole? Tú, mirándome respondiste: Sí que me gusta mami, pero estoy un poco nerviosita. Dios… te comí a besos.
Parece, como si no hubiese transcurrido ni dos días de todo aquello. Lo recuerdo tan bien que incluso puedo oler la colonia que por aquel entonces utilizaba para ti.
Siempre nos ha gustado ir perfumadas. Siempre nos ha gustado cambiar de perfume. Siempre has tenido el sentido del olfato muy desarrollado.
…pero volviendo al sueño…me asusté mucho, porque intuí el daño que alguin te había ocasionado, aunque exteriormente no se te veía herida alguna. Yo quería abrazarte, pero no podía, por más que lo intentaba una fuerza extraña impedía que llegara a tu lado. Tú, continuabas seria, sin llorar, pero muy triste. Rota. Inamovible.

Al despertarme tuve una pésima sensación, un gran malestar. Aunque el hecho de comprobar que todo fue un sueño y que tú no habías sufrido ningún daño fue maravilloso.
Estuve todo el día feliz por ti y todo el día con un gran desasosiego por mí.
Porque tras despertar, ducharme y tomar el café vi claramente que la que estaba tan dañada en el sueño, en ese sofá no eras tú. Tras pensar un rato caí en la cuenta de que el sofá que ví no era el tuyo sino el mío.

Un abrazo
Te quiero

domingo, 18 de octubre de 2009

Obabakoak


Querido Esteban:
No debemos asustarnos por lo que no podemos comprender, no al menos cuando, como en nuestro caso, lo incomprensible parece tan bonito. Ese domingo del que me hablas yo estaba en la cama con un ligero dolor de garganta, muy aburrida, y de pronto me entraron ganas de leer un libro. Pero resultó que una avería eléctrica había dejado toda la casa en penumbra, y que no podía hacerlo sin antes buscar una vela. Así pues, me levanté y fui a por ella a la cocina.
Lo que nos interesa a los dos ocurrió un poco más tarde, cuando volvía a mi habitación con la vela encendida en la mano. Primero escuché el sonido de un órgano, y luego vi a un chico de pelo negro junto a un anciano que tocaba el instrumento resoplando y moviéndose sobre el teclado.
Entonces oí las mismas palabras que oíste tú, y me puse muy contenta, como si aquello hubiera sido un sueño, un sueño muy bonito. ¿Te pasó lo mismo a ti? ¿Te alegraste? Espero que sí.
Luego se lo conté a mi madre. Pero ella no quiso hacerme caso, y me envió a la cama diciendo que tenía fiebre. Ahora ya sabemos lo que nos ocurre. A los dos nos ha ocurrido lo mismo, por algo será…

La carta acababa con una petición. Quería tener su fotografía. ¿Sería tan amable de enviársela? Ella le correspondería enviando la suya “Soy más rubia de lo que imaginas”, afirmaba

Esteban Werfell sonrió al leer el comentario, y devolvió la carta al cajón. Tenía que seguir escribiendo, y lo más rápido posible, además, porque se iba haciendo de noche. El parque se había llenado de sombras, los cisnes dormían ya en su caseta.


Obabakoak,de Bernardo Atxaga

sábado, 17 de octubre de 2009

Eugenia Grandet






Mi querida prima:
Supongo que le alegrará saber que he tenido éxito en mis empresas. Usted me trajo suerte, he vuelto rico y he seguido los consejos de mi tío, cuya muerte, así como la de mi tía, acaba de comunicarme el señor Des Grassins. La muerte de nuestros padres es natural, y nosotros debemos sucederles. Espero que hoy esté ya usted consolada. Nada resiste al tiempo, lo sé por experiencia. Sí, querida prima, desgraciadamente para mí el momento de las ilusiones ha pasado. ¡Qué otra cosa puede esperarse! Viajando a través de muchos países he reflexionado sobre la vida. Al marchar era un niño pero ya me he hecho un hombre. Hoy pienso en muchas cosas que antes no me preocupaban. Usted es libre, prima mía, y yo soy libre aún; nada impide, en apariencia, la realización de nuestros proyectos, pero tengo un carácter demasiado leal para ocultarle la situación de mis asuntos. No he olvidado que no me pertenezco; siempre he recordado en mis largas travesías el banquillo de madera…
Eugénie se levantó como si sintiese bajo ella carbones ardientes, y fue a sentarse en uno de los escalones del patio.
…Del banquillo de madera donde nos juramos amarnos siempre; del pasillo, de la sala gris, de mi habitación buhardillaza, y de la noche en que con su delicada generosidad me procuró usted un porvenir más fácil, Sí, estos recuerdos me han mantenido firme en mi valor, y me he dicho muchas veces que usted pensaba siempre en mí como yo pensaba en usted a la hora convenida entre nosotros. ¿Ha mirado las nubes a las nueve?
Sí, ¿verdad? Pues bien no quiero traicionar una amistad sagrada para mí; no, no debo engañarla. Se trata en este momento para mí de un enlace que satisface completamente las ideas que me he formado sobre el matrimonio. El amor en el matrimonio es una quimera. Hoy mi experiencia me dice que al casarse es preciso obedecer a todas las leyes sociales y reunir todas las conveniencias que para ello exige el mundo. Ya hay entre nosotros una diferencia de edad que tal vez influiría más en su porvenir, querida prima, que en el mío. No voy a hablarle de sus costumbres, ni de su educación, ni de sus gustos, que no están en absoluto en armonía con la vida de París, y que, sin duda, disonarían con mis proyectos ulteriores. Está entre mis planes tener una gran casa, recibir a mucha gente, y creo recordar que a usted le gustaba la vida apacible y tranquila. No, voy a serle más franco y quiero que sea usted juez de mi situación; le corresponde conocerla y tiene usted derecho a juzgarla. Hoy poseo ochenta mil libras de renta. Esta fortuna me permite unirme a la familia D’Aubrion, cuya heredera, una joven de diecinueve años, aporta al matrimonio su apellido, un título, el puesto de gentilhombre honorario de cámara de su Majestad y una de las más brillantes posiciones. Le confesaré, querida prima que no siento ningún amor por la señorita D’Aubrion; pero casándome con ella aseguro a mis hijos una situación social cuyas ventajas un día serán incalculables, pues de día en día las ideas monárquicas van ganando terreno. De modo que, dentro de algunos años, mi hijo, que será marqués D’Aubrion y tendrá un mayorazgo de cuarenta mil libras de renta, podrá escoger el cargo del Estado que prefiera. Nos debemos a nuestros hijos. Ve usted, prima mía, con qué sinceridad le expongo el estado de mi corazón, de mis esperanzas y de mi fortuna. Es posible que usted por su parte haya olvidado, después de siete años de ausencia, nuestras niñerías, pero yo no he olvidado ni su indulgencia, ni mis palabras; las recuerdo todas, hasta las que di con mayor ligereza y que un joven menos consciente que yo y de corazón menos leal ni siquiera pensaría en ellas. El decirle que solo pienso hacer un matrimonio de conveniencia y que recuerda aún nuestros amores de niños, ¿no es ponerme enteramente a su disposición, hacerla dueña de mi suerte y decirle que, si es necesario renunciar a mis ambiciones sociales, me contentaré gustoso con esta dicha pura y sencilla que con tan conmovedoras imágenes usted me hizo ver?...

-Tan ta ta. Tan ta ti. Tin t ata. Tun. Tun ta ti. Tin ta ta, etc…-cantaba Charles Grandet con la música de Non più andrai, al afirmar:

Su afectísimo primo,

Charles


Eugenia Grandet, de Honoré de Balzac

jueves, 15 de octubre de 2009

Desaparición



Recuerdo que cuando me llamaron para decirme que te habías ido pensé "otra vez", y no quise profundizar demasiado en aquella voz entrecortada que parecía diferente y no otra vez sino "esta vez". Pensé entonces en tomarlo como una broma y me permití incluso gastar algún que otro chiste que más tarde resultó de mal gusto y que dejé de hacer al tiempo en que dejaba también de fingir. El segundo día empecé a pensar en serio que todo era cierto y con prudencia fuí abriendo los ojos. El tercer día comenzaron las dudas, dejé de bromear, perdí el sentido del humor, empecé a preocuparme, los nervios se estaban apoderando de mi. Recuerdo bien la noche del cuarto día porque todos caminábamos en silencio por la playa, tu playa, íbamos hasta el final y volvíamos, asi una y otra vez hasta que nos sentábamos frente al mar, tu mar ,y le cuestionábamos al horizonte enigmas de dificil solución. Fue aquella noche cuando apareciste tras de mi para decirme que dejáramos de buscar, que ya estabas aqui. Sólo yo te oí. Puede que fuera un sueño, vencida por el agotamiento y la tensión de las horas y los días pasados, pero lo fuera o no, lo cierto es que al día siguiente apareciste al fin.

Debes saber que yo también me perdí,pero volví a encontrarme. Salí del refugio equivocado del dolor que nunca pronuncié y recordé una y otra vez el consejo que siempre me diste: sé tu misma. Y he vuelto a serlo, porque si me pierdo a mi misma, te pierdo a ti conmigo, tan dentro te llevo.
Hace unos días he asistido a la inauguración de la plaza que lleva tu nombre, sólo estuve diez minutos, sabes que no me gusta la multitud. Descubrieron un busto, destaparon una placa, apareció tu rostro y tu nombre. Bajé a la playa y paseé contigo, lejos de los familiares, de los amigos y sobre todo lejos de los políticos que se prestan a la foto con su correspondiente lacito de colorín.
He desafiado al mar haciéndole frente y ya no le guardo rencor sino que siento indiferencia. Esta carta no es sólo para ti, es para todos aquéllos que no regresaron, para todos aquéllos que como los grandes tesoros, descansan en el fondo del mar.

Gracias Sunrise

martes, 13 de octubre de 2009

Tiberio



Mi querido Sejano:
No hay nadie, como bien sabes, por quien yo sienta más afecto y en quien tenga mayor confianza, que tú. Lo he demostrado una y otra vez. Si fuéramos todos personas privadas no dudaría en mi respuesta.
Pero, aunque las decisiones de hombres así se puedan basar en sus propios intereses y afectos, los gobernadores están en situación diferente, por el hecho de que en asuntos de importancia, están obligados a consultar a la opinión pública. Por eso no puedo recurrir a una respuesta fácil, y decirte simplemente que Julia Livila puede decidir por sí misma si quiere casarse de nuevo o no ( y por supuesto si lo quiere no podría encontrar una persona más digna que tú). No diré ni siquiera que tiene una noble madre, Antonia, que es, más apropiadamente, su consejera en asuntos de naturaleza íntima, de lo que lo pueda ser yo. No, voy a ser más franco contigo, como tú lo mereces.
En primer lugar, la animosidad de Agripina (por suavizar la descripción de sus sentimientos) se acentuará si Julia Livila, que es ( no necesito recordártelo) su cuñada, se uniera a ti en matrimonio. Esto dividiría a la familia imperial en dos ( como sabes, detesto la expresión “familia imperial”, por considerarla incompatible con nuestra herencia republicana, pero no obstante los hechos son hechos y éste es uno de ellos, por desagradable que resulte). Aún ahora es imposible reprimir la rivalidad entre esas dos mujeres, y mis nietos están atormentados entre una y otra. ¿Cuáles serían las consecuencias si el matrimonio que propones empeorara este enfrentamiento?.
En segundo lugar, estás equivocado, querido muchacho, si crees que Julia Livila, después de haber estado casada con Cayo César y después con mi amado Druso, se contentaría con irse haciendo vieja como la esposa de un mero caballero, o que tú pudieras retener ese rango. Aunque yo lo permitiera, ¿crees que lo tolerarían aquellos que han visto a su hermano y a su padre, y a nuestros antepasados, ocupando los grandes cargos del estado? Sería necesario elevarte de posición. Tú dices que no quieres elevarte por encima de tu presente rango. Yo respeto ese sentimiento, aunque es opinión general que hace ya tiempo que has eclipsado a todos los otros caballeros. Has llegado a ser objeto de envidia y al envidiarse, la gente me critica a mí. Se me critica ya por los favores que te he dispensado. ¿No te das cuenta de que la envidia y la crítica se intensificarán si este matrimonio se lleva a cabo?
Haces la correcta observación de que Augusto pensó en casar a su hija con un caballero. Pero previó que a cualquier hombre honrado por una alianza así, habría que elevarlo, y aquellos en quienes pensó eran hombres como Cayo Proculeyo, un íntimo amigo suyo que no tomaba parte activa en los asuntos públicos. No se pueden comparar los dos casos. Es más, a fin de cuentas, debes recordar que los dos yernos que eligió fueron, primero Marco Agripa y después yo mismo.
He hablado con claridad, como se debe hablar a un amigo. Fundamentalmente, no pienso oponerme a ninguna decisión a que tú y Julia Livila lleguéis. No voy a hablarte ahora de ciertos proyectos míos y deberes adicionales mediante los cuales estoy pensando en ligarte aún más a mí. Diré sólo que tus propios méritos personales y el conocimiento que tengo de tu incondicional entrega a mis intereses y a mi persona me convencen de que ningún ascenso sería demasiado alto. Cuando llegue el momento hablaré francamente al Senado…


Sejano se manifestó profundamente conmovido por mi carta. Reconoció la justicia de mis observaciones y prometió considerarlas cuidadosamente.

Tiberio, de Allan Massie

lunes, 12 de octubre de 2009

Gaviero



Hoy te invito a tomar café en este lugar, es idóneo para una buena conversación entre amigos





Quizá un pequeño brindis para celebrar tu vuelta, no es contraproducente para ese corazón renovado.

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Y mientras transcurre los minutos conversando, podemos escuchar esta canción, creo que es una de la más bella que existe.

Con todo mi cariño

viernes, 9 de octubre de 2009

Regreso

Hace ya casi dos meses,volvía a puerto cuando me sorprendio una tempestad inesperada; hizo naufragar mi nave y me arrastró a las orillas de la laguna Estigia. Afortunadamente, unos valientes marineros de una patrullera lograron rescatarme, aunque aun estaba al borde del ahogamiento.

Una vez superado el trance, y cuando ya parecía que estaba a salvo, una nueva tormenta volvió a arrojarme al mar y ahora casi llegue a sumergirme en las tan poco deseadas aguas de la laguna. No obstante, con ayuda de un equipo de rescate que hizo lo imposible, logré descansar al fin y tras una larga estancia en el navío salvador, arribe por fin a puerto hace unos días.

De las primeras cosas que hice, aún sin recuperarme del todo fue volver a visitar el "café" y dejarme arropar por su ambiente y el calor de los conterulios.

martes, 6 de octubre de 2009

Un hombre afortunado


























A Sassall le influyeron mucho de niño los libros de Conrad.
Contra el aburrimiento y la complaciencia de la vida de la clase media inglesa en tierra firme, Conrad e ofrecía lo "inimaginable", cuyo instrumento era el mar.
La poesía que se le ofrecía, sin embargo, no era amanerada o poco viril; muy al contrario, los únicos hombres que se podían enfrentar a lo inimaginable eran duros, taciturnos, mesurados y tenían un aspecto del todo normal.
La cualidad contra la que Conrad previene constantemente es al mismo tiempo la cualidad a la que apela: la imaginación. Se diría que el mar es el símbolo de esta contradicción.
El mar apela a la imaginación, pués conduce al temor y al aislamiento.


Un Hombre Afortunado.
Jonh Berger

domingo, 4 de octubre de 2009

El juego del escondite











Había comprado un bloc de papel de cartas y unos cuantos sobres. Se sentó ante la mesa de mimbre, sobre la que tuvo que extender el periódico para poder escribir sobre una superficie lisa, y ello a pesar del bloc.

19 de noviembre 19…
Querido Ed ( Un comienzo difícil: Ray detestaba llamar a Coleman por su nombre, pero le pareció la mejor de tres posibilidades.)
He pensado que podía servirte de alivio, aunque sólo sea un poco, que te dijera que no tengo ninguna intención de decirle a la policía ni a nadie lo que sucedió el pasado jueves por la noche. Esta es una de las razones por las que te escribo la presente.
La segunda es Peggy. Aún no he conseguido hacértelo entender, pese a que lo he intentado con bastante frecuencia. Tengo la impresión de haber fracasado de alguna forma siempre que he tratado de hablarte de ella. Quisiera decir ante todo que Peggy era insólitamente joven para su edad y que la palabra “inmadura” no sirve para expresarlo en su totalidad. Creo que se debió a lo protegida que estuvo durante la infancia y adolescencia (ya sé que esto lo he dicho anteriormente) y ello, por supuesto, afectó a todas sus relaciones: conmigo y también con la pintura, por ejemplo. No había empezado a darse cuenta del progreso largo y a menudo lento que todo artista tiene que hacer antes de “madurar” o alcanzar algún tipo de dominio de su arte. Su educación- completada poco antes de que yo la conociera- al no concentrarse en el arte-(lástima que no se hiciera nada al respecto, ya que ella decía que siempre ha querido ser pintora, igual que tú, que a los dieciséis años ya estaba decidida a serlo, aunque puede que exagerase), la privó de iniciar este conocimiento, que es un conocimiento de progreso y también de capacidades y limitaciones. La mayoría de las personas que van a ser pintoras saben mucho acerca de estas cosas cuando cumplen los dieciocho o los veinte años. Creo que Peggy se sentía desconcertada y asustada ante el mundo que veía abrirse ante ella. Sé que le daba miedo el placer que hallaba en el sexo (pienses lo que pienses eso lo sé mejor que tú)y también que esperaba de él más de lo que hay…con quien sea. Pero, lejos de sentir miedo del sexo en sí, se mostraba aún más entusiasta que yo, lo cual es decir mucho, ya que yo la quería


Quería terminar la frase diciendo “tan tierna y apasionadamente”, pero no podía soportar a Coleman riéndose de ello e incluso calificándole de “crudo”.

Parece demasiado obvio decir que ambos seguimos traumatizados por su muerte, ya que ello se hace sobradamente evidente en nuestros respectivos comportamientos.
¿No eres capaz de comprender que yo también la quería y hubiese hecho cualquier cosa para impedir esto y daría cualquier cosa para hacer que el tiempo retrocediese algunas semanas, de manera que no hubiera ocurrido lo que ocurrió?.

Ray tuvo la impresión de que lo que escribía empezaba a resultar impreciso y de que había dicho lo suficiente. Metió la carta en un sobre y dirigió éste a Edgard Coleman, Hotel Bauer-Gruenwald, pero no lo cerró, porque pensó que tal vez desearía añadir algo. Luego gaurdó el sobre en el bolsillo de la tapa de la maleta.

El juego del escondite, de Patricia Highsmith

viernes, 2 de octubre de 2009

Lecturas de mi mismo






















...Mire, el arte también es vida. La soledad es vida, la meditación es vida, el fingimiento es vida, la suposición es vida, la contemplación es vida, el lenguaje es vida. ¿Hay menos vida en dar vueltas a las frases que en fabricar automóviles? ¿Hay menos vida en leer Al faro que en ordeñar una vaca o lanzar una granada de mano? El aislamiento de una vocación literaria, el aislamiento que supone mucho más que sentarse a solas en una habitación durante la mayor parte de tu existencia consciente, tiene tanto que ver con la vida como la acumulación de sensaciones, o de empresas multinacionales ahí fuera, en el enorme tumulto. Me parece que en gran medida gracias al arte tengo una posibilidad de ir por lo menos al meollo de mi propia vida.
Lecturas de mí mismo
Philip Roth

jueves, 1 de octubre de 2009

Las cenizas de Angela














La señora Leiboweitz va a su apartamento del fondo del pasillo a tomar prestada la pluma estilográfica de su marido, papel y un sobre. Las cuatro mujeres se sientan a la mesa y redactan una carta para enviársela a la madre de mi madre:
Querida tía Margaret:
Tomo la pluma para escribir esta carta y espero que cuando recibas la presente estés como estamos nosotros, en buena salud. Mi marido Tommy está bien, trabajando, y el marido de Delia, Jimmy, está bien, trabajando, y esperamos que al recibo de la presente estéis bien. Siento mucho decirte que Ángela no está bien, pues la niña murió, la niña recién nacida que se llamaba Margaret en recuerdo de ti, y Ángela no ha vuelto a ser la misma desde entonces y se queda acostada en la cama mirando a la pared. Lo que es más peor todavía es que creemos que está esperando otra vez, y eso ya es demasiado. En el momento que pierde uno, ya hay otro en camino. No sabemos cómo lo hace. Lleva cuatro años casada y ha tenido cinco niños y otro en camino. Eso te demuestra lo que puede pasar cuando te casas con uno del Norte, pues allí arriba no se controlan, son un montón de protestantes. Sale a buscar trabajo cada día, pero nosotros sabemos que pasa todo el tiempo en los bares y que le pagan algunos dólares por barrer el suelo y por mover barriles y se gasta el dinero en alcohol acto seguido.
Es terrible, tía Margaret, y todos creemos que Ángela y los niños estarían mejor en la tierra natal de ella.
Nosotros no tenemos dinero para comprar los pasajes, pues corren tiempos difíciles, pero quizás tú pudieras ver la manera. Esperamos que al recibo de la presente estéis bien, nosotros bien, gracias a Dios y a Su Santa Madre.

Queda tu querida sobrina
Philomena Flynn ( de soltera MacNamara)
Y, en último lugar pero no menos importante, tu sobrina Delia Fortune ( de soltera MacNamara también, ja, ja, ja).


Las cenizas de Angela, de Frank McCourt