martes, 1 de octubre de 2024

Las gratitudes.-Delphine de Vigan


 

Contraportada

«Hoy ha muerto una anciana a la que yo quería. A menudo pensaba: ”Le debo tanto.“ O: ”Sin ella, probablemente ya no estaría aquí.“ Pensaba: ”Es tan importante para mí.“ Importar, deber. ¿Es así como se mide la gratitud? En realidad, ¿fui suficientemente agradecida? ¿Le mostré mi agradecimiento como se merecía? ¿Estuve a su lado cuando me necesitó, le hice compañía, fui constante?», reflexiona Marie, una de las narradoras de este libro. Su voz se alterna con la de Jérôme, que trabaja en un geriátrico y nos cuenta: «Soy logopeda. Trabajo con las palabras y con el silencio. Con lo que no se dice. Trabajo con la vergüenza, con los secretos, con los remordimientos. Trabajo con la ausencia, con los recuerdos que ya no están y con los que resurgen tras un nombre, una imagen, un perfume. Trabajo con el dolor de ayer y con el de hoy. Con las confidencias. Y con el miedo a morir. Forma parte de mi oficio.»

A ambos personajes –Marie y Jérôme– los une su relación con Michka Seld, una anciana cuyos últimos meses de vida nos relatan estas dos voces cruzadas. Marie es su vecina: cuando era niña y su madre se ausentaba, Michka cuidaba de ella. Jérôme es el logopeda que intenta que la anciana, que acaba de ser ingresada en un geriátrico, recupere aunque sea parcialmente el habla, que va perdiendo por culpa de una afasia.

Y ambos personajes se involucrarán en el último deseo de Michka: encontrar al matrimonio que, durante los años de la ocupación alemana, la salvó de morir en un campo de exterminio acogiéndola y ocultándola en su casa. Nunca les dio las gracias y ahora querría mostrarles su gratitud...

Escrita con un estilo contenido, casi austero, esta narración a dos voces nos habla de la memoria, el pasado, el envejecimiento, las palabras, la bondad y la gratitud hacia aquellos que fueron importantes en nuestras vidas. Son las respectivas gratitudes las que unen a los tres inolvidables personajes cuyas historias se entrelazan en esta conmovedora y deslumbrante novela.


Michka es una señora mayor que vive sola, aunque su vecina Marie una chica joven cuida de ella. En tiempos pasados, cuando Marie era pequeña Michka cuidaba de ella. Ahora los papeles se invierten.
De un dia para otro, “Sucedió de golpe. De
un dia para otro”, Michka cae enferma y debe ingresar en una residencia, allí
trabaja Jerôme, el logopeda.
Hay que resaltar la sobriedad, las frases
cortas, precisas y claras en que está escrito el libro.
Transcurre a dos voces, Marie y Jérôme, así
poco a poco nos vamos adentrando en la vida de los tres. Las carencias. Los
sueños. Los deseos. La necesidad de saber sus orígenes. La necesidad de hacer
las paces, de acortar distancias absurdas. La valentía de enfrentarse a un gran
reto que cambiará la vida para siempre.
No es un libro alegre. Es un libro real. Una
realidad aplastante.

De esta misma autora leí hace unos años,
Nada se opone a la noche, me gustó mucho. Este también.

¿Os habeis preguntado alguna vez cuántas
veces en la vida habeis dado realmente las gracias? Unas gracias sinceras. La
expresión vuestra gratitud, de vuestro agradecimiento, de vuestra duda. ¿A
quién?

Soy logopeda. Trabajo con las palabras y con
el silencio. Con lo que no se dice. Trabajo con la verguenza, con los secretos,
con los remordimientos.
Trabajo con la ausencia, con los recuerdos
que ya no están y con los que resurgen tras un nombre, una imagen, un perfume.
Trabajo con el dolor de ayer y con el de hoy. Con las confidencias. Y con el
miedo a morir. Forma parte de mi oficio.
Pág. 114

Envejecer es aprender a perder.
Asumir, todas o casi todas las semanas, un
nuevo defícit, una nueva dregadación, un nuevo deterioro. Así es como yo lo veo.
Y ya no hay nada en la columna de las
ganancias.
Un dia ya no puedes correr, ni caminar, ni
inclinarte, ni agacharte, ni levantarte, ni estirarte..
(..)Perder lo que te han dado, lo que te has
ganado, lo que te merecías, aquello por lo que luchaste, lo que pensabas que
nunca perderías
Pág. 129

Delphine de Vigan    


   


sábado, 30 de marzo de 2024

Lluvia y recuerdo

 


A media mañana se levantó un viento que trajo ráfagas de lluvia e hizo que los pensamientos alzaran el vuelo en busca de lejanas palabras, recordando las apacibles manos inmersas en el recuerdo de una nuca, unas caderas, un fondo de bolsillos compartidos.

Ella estaba en la parte de atrás de la casa leyendo, de pronto levantó la vista y vio unos pétalos surcando el aire por encima del tilo y descendiendo hacia el banco de madera oculto tras los árboles.

Los observó distraídamente, lo formaban pequeños grupos de cuatro y de seis, pero la mayoría en formaciones de dos, uno detrás de otro.

La zona del jardín daba la sombra y permanecía algo oscura y brumosa, y a ratos no podía divisar el lado opuesto, donde estaba situado el arbusto de margaritas.

Algo la inquietó, tomó algo de ropa de abrigo y bajó deprisa, haciendo que la escalera de madera crujiera con más fuerza, sonando de tal forma que el perro, sorprendido  se incorporó dando pequeñas volteretas por la estancia.

En la cuerda de la ropa, sujetada entre dos árboles se encontraba tendidas un par de camisas blancas, también las sábanas y mantelerías, todas blancas, ondeaban al viento con fuerza,  como latigazos.

Dio media vuelta y recogió leña del porche antes de que empezara a llover con más fuerza.

Entró a la casa, dejó la leña junto a la chimenea y fue a lavarse antes de preparar el almuerzo.

Hablaron mientras comían, la mayor parte del tiempo de las próximas vacaciones. Después del almuerzo salió al patio y se puso a recoger margaritas amarillas y blancas entró en la casa con la intención de colocarlas en un jarrón de cristal.

Se escucharon unos pasos y se giró, entonces le vio y se detuvo un momento.

Fue hasta la ventana y lo vio correr, saltar por encima de los charcos hasta llegar a la puerta de entrada.

Cuando él miró hacia atrás la vio y le hizo un gesto con la mano. Estaba oscureciendo y llovía con fuerza

Durante unos segundos apartó los ojos de él y miró a lo lejos.

Él entró en la casa. Sin mediar palabra la abrazó. Ella le echó los brazos al cuello y lo retuvo.

Te quiero. Quédate conmigo

Todo el pesimismo que había sentido en los últimos dias se había agotado, se había desvanecido en transcurrir de las horas, mientras viajaban en coche rumbo a la costa a través de los bosques de pinos.

Siguieron conduciendo con una creciente y desmesurada sensación de esperanza y alegría.

Mad