La
vida no se mide por el número de veces que tomamos aliento, sino por los
extraordinarios momentos que nos lo quitan.
George Carlin
Esta
frase la tenía guardada desde hace tiempo. Cuando ando algo dispersa o
preocupada, cuando siento que las cosas no van bien, o sencillamente no van
como yo quisiera, me da por ordenar mis cosas, aunque cuando hablo de
ordenar no lo digo en el sentido literal de la palabra, más bien
muevo las cosas de un sitio a otro, esa es mi forma de ordenar. Busco
libretas que durante un tiempo he ido llenando de frases incompletas,
pensamientos a medias, etc, al cabo se trata de hojas de papel que no
dejo que caigan en el olvido. Ese día abrí por cualquier página una de
mis libretas y me encontré con esa frase de Carlin.
La
leí con atención un par de veces, quizá más, puede que cuatro, no sé, ahora no
recuerdo. Cuando terminé cerré la libreta. También los ojos, crucé los brazos y
reconstruí algunos pensamientos, obviando a cronología. Acontecimientos
que han ido sucediendo a la par que transcurre la vida. Y pienso
que es una frase muy acertada.
Quizá
sean más bien escasos los momentos que quedamos sin respiración, pero caramba,
qué buenos son cuando llegan a nosotros.
Y
a veces uno se pregunta qué sentido tiene estar aquí, haber nacido,
y cosas por el estilo, pero ocurre que un día recibes una llamada que
deslumbra por su sonoridad o bien suena el timbre de la puerta y el
corazón da un brinco de alegría porque sabe, intuye que algo bueno te llama,
que algo hermoso te pide permiso para entrar en ti, porque desea formar parte
de tu vida, y te hace partícipe de su felicidad que quiere compartir contigo.
Entonces
te das cuenta que no lo has hecho mal, que la vida siempre tiene sentido, que
los logros están ahí esperando la ocasión idónea para hacernos saber de su
presencia.
Gracias
vida. Gracias hija. La vida sigue su curso y yo me siento feliz de formar parte
de esta familia.