Querida G:
Ya hace doce años que me dejaste, aunque sigues ocupando un lugar destacado en mi vida. Aún recuerdo, como si fuera ayer mismo, aquellas largas sobremesas compartiendo humeantes tazas de café mientras desgranábamos nuestros secretos más íntimos; nunca dos personas llegaron a tal grado de complicidad, de abrirse uno al otro y mostrar hasta lo más recóndito de sus vidas.
Todo empezó casualmente, de hecho, en los primeros momentos nuestra relación era fría y lejana; se limitaba a un comportamiento formal y correcto entre dos personas que trabajaban juntas; casi podría decirse que no nos caíamos especialmente bien. Fue la casualidad, el hecho de tener que realizar un viaje de trabajo juntos con unas jornadas apretadísimas lo que provocó que empezáramos a intimar. ¿Recuerdas la noche, bueno casi ya madrugada, en que caímos derrotados en aquel bareto de mala muerte? Empezamos hablando del trabajo, de lo duras que habían las reuniones, y de repente, sin venir a cuento, me preguntaste: ¿oye, es verdad que tienes un lío con la directora de Control de Gestión?
Me quedé helado, durante unos instantes no supe qué contestar, y cuando finalmente pude hablar te dije: "no, no, pero... como se te ha ocurrido tal cosa", te echaste a reír y contestaste: "era una impresión, y además lo piensa mucha gente; sólo quería decirte que es un mal bicho, así que si es verdad, no te interesa".
Y a partir de ese momento nació nuestra amistad, nuestras largas charlas intercambiando confidencias, la entrega total y absoluta de nuestros pensamientos, acciones inconfesables y de todas nuestras miserias y, ¿por qué no? gozos, placeres y deseos. Evidentemente, si tenía un lío con la directora aquella, por supuesto n mal bicho. A cambio me contaste lo tuyo con el de Recursos Humanos.
Con el paso del tiempo la gente dio por sentado que el lío era entre nosotros dos. No se enteraban de nada. Fuimos únicamente amigos, por encima de cualquier otra cosa, y nada más.
Y ese maldito accidente de moto, hoy hace doce años me arrebató a mi amiga. Pero, mientras yo viva, tu vivirás.
Qué placer siento al leerte Gaviero.
ResponderEliminarTu carta es un elogio a la amistad, me encanta. Y ha hecho que reflexione hasta llegar a esta conclusión...qué fácil le resulta a algunas perosnas hablar por hablar sin medir las consecuencias.
Un abrazo
Gracias por tu comentario. Efectivamente, pretendía un canto a la amistad, sentimiento muchas veces superior a cualquier otro.
ResponderEliminarEl placer de leernos sabes qe es mutuo.
Gracias de nevo y un abrazo enorme.