Publicado inicialmente en AbreteLibro el 11-Marzo-2008
Querida Lady Mirror:
Te escribo desde la terraza de mi casa. Todavía es invierno, pero las tardes son ya más largas. En días como hoy la brisa acompaña y se confunde con el ruido lejano de un avión del que ya sólo veo su estela. Desde que era niño me han intrigado los aviones que surcaban el cielo, los imagino llenos de pasajeros y siempre me pregunto lo mismo, cual será el destino de todas esas personas, cual será la pequeña historia de cada uno. Y cada vez que viajo en avión, pienso al revés, pienso en que quizá haya alguien allá abajo que, como yo ahora, estará viendo el avión y me imaginará volando, con mi pequeña historia. Todo, como siempre, como un reloj de arena. Cuando te leo me pregunto si tal vez yo no soy para ti un desconocido y me intrigan esas mil razones que aún desconozco y a las que tu te refieres en esa carta escrita con ingenio en las horas que el día reserva a los amantes y a los ladrones. Está refrescando, no me he dado cuenta, pero a mi edad, los huesos ya sienten la humedad. Pondré ahora mi firma y luego doblaré este papel hasta darle forma de avión y, al igual que hacía cuando era niño, me acercaré hasta la baranda de la terraza para hacerlo volar, por primera pero también por ultima vez.
Atentamente,
Ivanovich
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Te escribo desde la terraza de mi casa. Todavía es invierno, pero las tardes son ya más largas. En días como hoy la brisa acompaña y se confunde con el ruido lejano de un avión del que ya sólo veo su estela. Desde que era niño me han intrigado los aviones que surcaban el cielo, los imagino llenos de pasajeros y siempre me pregunto lo mismo, cual será el destino de todas esas personas, cual será la pequeña historia de cada uno. Y cada vez que viajo en avión, pienso al revés, pienso en que quizá haya alguien allá abajo que, como yo ahora, estará viendo el avión y me imaginará volando, con mi pequeña historia. Todo, como siempre, como un reloj de arena. Cuando te leo me pregunto si tal vez yo no soy para ti un desconocido y me intrigan esas mil razones que aún desconozco y a las que tu te refieres en esa carta escrita con ingenio en las horas que el día reserva a los amantes y a los ladrones. Está refrescando, no me he dado cuenta, pero a mi edad, los huesos ya sienten la humedad. Pondré ahora mi firma y luego doblaré este papel hasta darle forma de avión y, al igual que hacía cuando era niño, me acercaré hasta la baranda de la terraza para hacerlo volar, por primera pero también por ultima vez.
Atentamente,
Ivanovich
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