viernes, 8 de enero de 2010

Zapatos italianos




La primera carta la escribí el mismo día en que regresé.
A la grisácea luz de la mañana, llegué a mi casa cruzando el hielo.
Mis mascotas parecían hambrientas, pese a que les había dejado comida más que suficiente. Cuando vi que ya habían saciado su hambre, me senté a la mesa de la cocina y le escribí una carta a Agnes:
Disculpa mi precipitada partida. Puede que me sobrepasara el hecho de verte sabiendo que te había causado tanto sufrimiento. Yo quería haber hablado contigo de muchas cosas y puede que tú hubieras querido preguntarme sobre muchas otras. Pero ya estoy de vuelta en mi isla. La banquisa sigue cubriendo las bahías y se mantiene firme en las playas. Espero que mi súbita desaparición no nos lleve a perder el contacto.
No modifiqué una sola palabra. Al día siguiente se la envié a través de Jansson, que no parecía haber notado mi ausencia. Naturalmente, le intrigó la carta. Pero no me hizo ningún comentario. Aquel día, ni siquiera le dolía nada.
Por la noche empecé a redactar una carta para Harriet y Louise conjuntamente, pese a que no había recibido respuesta a la anterior. Resultó una misiva demasiado larga. Además, comprendí que no era adecuada. No podía enviar una única carta para las dos, puesto que yo sólo intuía lo que una pensaba o sabía de la otra. Rompí la carta y empecé de nuevo. El gato estaba dormido en el sofá de la cocina mientras el perro suspiraba en el suelo, junto a los fogones. Intenté ver si le dolían las articulaciones. El nimal no viviría más allá del otoño. Y tampoco el gato.
Le escribí a Harriet, le pregunté cómo estaba. Era una pregunta absurda, puesto que, naturalmente, estaba mal. Pese a todo, le pregunté. La pregunta que habría sido natural fue imposible de formular. Despues, le hablé de nuestro viaje:
Visitamos la laguna. Estuve a punto de ahogarme y tú me salvaste. Ahora que me encuentro de nuevo en mi isla, he tomado conciencia de lo cerca que estuve de morir. Me habría congelado enseguida. Un minuto más en el agua, y todo habría acabado. Lo más extraordinario es, pese a todo, que me dio la sensación de que me perdonabas mientras me salvabas.
El solo recuerdo me erizó la piel. Aunque no por ello dejé de cavar mi hoyo en el hielo por las mañanas.
Zapatos italianos, de Henning Mankell

15 comentarios:

  1. "Y hasta ahí puedo leer"...después de eso, no me resigno a pasar sin el resto.

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  2. Pero cómo te da tiempo a leer tanto...dios mío, qué hago con mi tiempo!!??

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  3. paradela, es un libro muy bueno, fíjate que yo nunca había leido a este autor porque creí que no era de mi estilo, ahora, después de éste quiero leer El chino.

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  4. miette, éste es el que estoy leyendo ahora, pero los otros que he puesto son de hace tiempo.
    Desde que yo recuerdo, si cierro los ojos me veo leyendo, leer es una parte muy importante en mi vida.
    Aunque últimamente apenas me concentro.
    Un beso

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  5. Hacia la cuatro de la mañana lo había conseguido. En la estantería, escondido detrás de unos gruesos volúmenes de arte, halló un álbum de fotos. No había muchas instantáneas pero estaban cuidadosamente pegadas, la mayoría con los colores ya desvaídos, algunas en blanco y negro. El álbum sólo contenía fotografías, ninguna fecha o comentario explicativo. Tampoco había fotos de los dos hermanos, aunque desde luego no esperaba que las hubiera. Cuando Hans nació, a Signes ya la habían hecho desaparecer, la habían abandonado, eliminado. Wallander contó apenas cincuenta fotos. En la mayoría de ellas aparece Signe sola, tumbada en distintas posiciones. En la última, sin embargo, está en brazos de Louise, que, muy seria, aparta la mirada de la cámara. Wallander sintió un pesar enorme al advertir que la mirada de Louise revelaba una triste verdad: en realidad no deseaba aparecer en la foto con su hija en brazos. La instantánea irradiaba una desolación infinita. Wallander meneó la cabeza, presa de un profundo malestar.
    Volvió a tumbarse en el sofá. Estaba muy cansado, pero al mismo tiempo sentía un alivio indecible y se durmió enseguida.

    (El hombre inquieto. Henning Mankell)

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  6. Saludos de una desaparecida, feliz año nuevo con retraso :D
    Tiene buena pinta la reseña que has puesto, habra que añadirlo a la lista.
    Bessos

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  7. Leer lleva una vida. Ahora prácticamente no puedo, ni apenas escuchar música o ver cine. Vivo de mis recuerdos y algún pequeño oasis que encuentro en el camino. Como éste.

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  8. Manel, tengo que leerlo, quiero leer todos o casi todos los libros de este autor.
    Lo he descubierto un poco tarde, pero bueno, más vale tarde que nunca.
    Toda la literatura nórdica que he leido me ha gustado.

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  9. Tejedora!!!¿ qué te cuentas? espero que tu desaparición temporal no haya sido por causas graves.
    Un beso

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  10. Enric, son épocas o etapas.
    Al cine ahora empiezo a ir de nuevo, a mi me gusta ir a una hora temprano, cuando se que en la sala hay muy pocas personas; manías mías.
    Escuchar música por ahora no puedo, me gusta la ópera y la música clásica, así que debe haber silencio absoluto, cosa que por el momento carezco.
    Leer sí, ahora ya puedo, pero como he dicho antes, mi concentración está un poco mal.
    Pero ya volverá

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  11. de manías en el cine yo voy servida: trato de sentarme SIEMPRE sin nadie por delante (lo que me ha provocado más de un dolor de cabeza..), para recrear la sensación de que estoy sola, de que la historia me la cuentan sólamente a mí... me meto dentro.
    a veces, casi literalmente!
    .-)

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  12. jejejeje, Lanita, más manias.
    Voy el domingo por la tarde pero a la sesión de las cuatro, como máximo a la de las seis. Y voy sola. Mas de una vez he contado que en la sala somos unas diez personas.

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  13. o sea, que para emociones fuertes lo que hay que hacer es quedar con las dos a la vez para ir al cine...!

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  14. Uffff, Lanita... entonces o ves pocas pelis o te tiras de los pelos, porque cómo está el patio!!! Si hasta en los de V.O. hay palomiteros y absorbedores de refrescos!!! Madison, haré caso de tu entusiasmo por Mankell... llevaba meses pensando en darle una oportunidad.

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  15. Eso os pasa por ser de ciudad.
    jejeje.
    Chema, ya verás como no te arrepientes.

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