martes, 5 de enero de 2010

Luz de vísperas



Oyó cómo Ambrosius Hahn dejaba una carta por debajo de la puerta. Era de Ida y Christa:

Querido Mütz:


No sabemos si te llegará esta carta. Mamá nos escribió para contarnos que tenía un “proyecto nuevo de vida”.

Ahora sabemos cuánto te amaba. En este momento nos parece como si ella tuvieses todo cuanto admirábamos en ti: el valor, la audacia, el deseo de hacer el bien a los demás. Es más fácil verlo en un hombre que en una mujer.

Vive ahora en Viena en la misma casa donde tú naciste y donde estuvieron los niños de El Tallit y de la Casa de Santa Clara. Las monjas la han convertido en un hospital de guerra. Y allí es donde trabaja mamá, Sara Zucker y la Hermana Hilde.

Sabemos que es imposible comunicar con ellas mientras dura la guerra. Manuel Landau nos ha dicho que, a lo mejor, desde la Embajada Suiza se puede hacer algo, porque mamá es extranjera. Aquí se dicen cosas horribles. Algunos cuentan que los aviones aliados arrasarán todas las ciudades alemanas. Otros dicen que Hitler deporta a los judíos a campos de exterminio.

Las dos queremos decirte en este momento que tienes una deuda con nosotras. Nennolina nos contó la historia del tallit, cuando le preguntamos por qué le habías puesto ese nombre tan raro al orfanato. A nosotras- ya suponemos por qué- nunca nos dijiste qué significaba para ti ese paño que guardabas en el cajón de tu mesa. Pero, si estuvieses ahora nuestro lado, te pediríamos por favor que lo pusieras sobre tus hombros y nos dieses la bendición. No nos olvides. Algunas semillas que sembramos juntos no arraigaron, otras se ahogaron en la cizaña y muchas sirvieron para alimentar a los pájaros. Pero al menos ésta, solo ésta, debería caer en tierra buena y darnos fruto: encontrar a mamá.

Gustav pensó una vez más, en las palabras terribles de Carlota:” prometo no volver a escribirte ni en la hora de mayor necesidad”.

Luz de vísperas, de Mauricio Wiesenthal


4 comentarios:

  1. Siempre me ha encantado el género epistolar. Quizá por la dificultad que para mi tiene el diálogo.
    Eliges siempre, Madison, fragmentos preciosos y precisos que despiertan las ganas de más.

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  2. Entonces, no sé por qué, algo se rompió dentro de mí. Me puse a gritar de voz en cuello y le insulté y le dije que no rogara y que más le valía arder que desaparecer. Le había asido por el cuello de la sotana. Vaciaba sobre él todo el fondo de mi corazón con impulsos en que se mezclaban el gozo y la cólera. Parecía estar seguro, ¿no es cierto? Sin embargo, ninguna de sus certezas valía lo que un cabello de mujer. Ni siquiera estaba seguro de estar vivo, puesto que vivía como un muerto. Me parecía tener las manos vacías. Pero estaba seguro de mí, seguro de todo, más seguro que él, seguro de mi vida y de esa muerte que iba a llegar. Sí, no tenía más que eso.
    (El extranjero. Albert Camus)

    Deseando que el enólogo y apasionado de la flauta, Mauricio Wiesenthal, con el mejor permiso de Madison, incluya estas letras como “Libro de Requiems” (autor Mauricio Wiesenthal) en el recuerdo de Albert Camus.
    Ayer, con pena y sin gloria en su recuerdo por parte de los juntaletras noticiables, el calendario dictó 40 años sin “el pequeño golfo de Argel” como le señaló Sastre al saber que se había llevado el Nobel.
    Pied noir, como distinguen los franceses a los moros; le petit voyou d’Arger, como le citó Jean Paul Sastre o répugnant como le señaló la Simone de Beauvoir en su novela “Les mandarins” sin citar su nombre, todo el mundo literario y no tan literario, sabía que Henri Perron, citado por la Beauvoir en “Les mandarins” era una clara referencia a Camus. Y todo, por una rabieta de Simone de Beauvoir porque Camus había hecho oídos sordos a sus insinuaciones.

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  3. paradela, tambien yo soy una apasionada de las cartas y siempre que leo un libro anoto si en él hay alguna una epístola y el caso es que sí. Nunca antes me había fijado.

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  4. Hola Manel, ya ves 50 años ya sin Camus.
    El que escribía sobre lo absurdo y su muerte fue de manera absurda. El único árbol y allí fue a empotrarse el coche.
    Te gusta Mauricio Wiesenthal? a mi me encanta, lo descubrí con El snobismo de las golondrinas y después compré el libro de Requiems.

    Genial lo que has escrito, como siempre

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