Querida desconocida:
Desde siempre me he sentido atraído por el mar, y a lo largo de mi vida he ido acumulando recuerdos, sonidos, imágenes de él. Tal vez de estas últimas la que mayor fuerza conserva, por su carácter mágico, sea la de una noche de fin de año en Copacabana. A medianoche, la gente acude en tropel desde todos los lugares, incluso llegan del interior. Visten ropas blancas en su mayoría, y comienzan a sonar los tambores y los cantos umbandas; sobre pequeñas embarcaciones se colocan velas encendidas, flores y hojas de papel en las que previamente se han escrito los deseos para el año venidero, y depositándolas sobre las aguas, se espera a que las corrientes se las lleven mar adentro, en cuyo caso se cumplirán los deseos. Los cánticos, danzas y fuegos artificiales continúan durante toda la noche.
En realidad este rito es una ofrenda a Yemanya, la diosa del mar, que procedente del culto africano, tras su paso por el candomble se transforma en el sincretismo umbanda. Su origen en Brasil lo encontramos en Salvador de Bahía.
Los miles de velas encendidas internándose en el océano, junto con sonido monocorde de los cientos de tambores y los cánticos rituales, todo ello iluminado por los fuegos artificiales, hacen que nadie pueda permanecer insensible ante esta exhibición.
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