sábado, 7 de junio de 2008

Viernes por la tarde

[por Wara]

R.

No trabajar el viernes por la tarde fue siempre algo así como una declaración de principios. Fíjate que ya en mi época de Instituto dejábamos las clases de latín y griego para el jueves. El viernes era sinónimo de libertad. Pero, ¿cómo le explico esto a la jefa sin que me responda el consabido lo tomas o lo dejas?

De modo que aquí estoy afrontando las horas más lentas, largas, e interminables de la semana. Estar sola en un edificio de cuatro plantas no templa precisamente los nervios, pero a mí me da lo mismo; al final he decidido no hacer absolutamente nada, no mover ni un papel ni escribir una sola carta y venirme junto a la ventana. Me he sentado para mirar al otro lado del cristal, barcos y botes mecidos sin voluntad; el mar que se envalentona porque es invierno y amenaza con sobrepasar las barreras del muelle, allegarse a las casas y tal vez entrar en ellas como alguna otra vez hizo en el pasado.

Pese a todo, me gusta el día de hoy; desde la mañana amenaza tormenta y estoy segura de que en algún momento el cielo tendrá que ceder, no podrá contener esa furia… No sé cómo explicarte cuánto admiro a la Naturaleza cuando se manifiesta así, violenta, porque pienso que está en su derecho, ¿no estás de acuerdo? Seguro que no. Pensarás que otra vez estoy a vueltas con mis ideas extrañas… pero es porque no me comprendes. Porque de la realidad sólo ves lo que tienes delante, y yo voy más adentro. Eh, eh, ¿lo has visto? ¡Primer relámpago, intenso, brusco, como un latigazo en el aire…! Este sería el instante en que mi querida Tatá comenzaría a rezar aquello de “Santa Bárbara, que en el cielo estás escrita…” para que proteja a los viajeros, a los hombres que están en el mar. Oh, sí, por favor, que no haya ninguna emergencia, que no suene la radio ni el teléfono, que no se produzca una llamada de socorro. Por favor, Santa Bárbara; es viernes, déjanos finalizar la semana sin novedad.

Me pregunto qué estará haciendo Toni, que hasta el sonido de un petardo la sobrecogía. Todo porque a su madrina no se le ocurría nada mejor que llevarla consigo al refugio antitormentas que se había construido en el hueco de la escalera de la vieja casa familiar; allí se pasaban la madrina y la niña el curso de la tormenta, a oscuras, abrazadas y amedrentadas. Como aquello de no abrir un paraguas dentro de casa, que por lo visto también atrae a la tronada. Nos reímos de tanta ingenuidad, ¿verdad?, pero tiene su encanto. Fíjate que Toni no recriminó jamás a su madrina por aquella mala costumbre, ni siquiera se la cuestionó; cuando ahora la asalta una tormenta, si es de noche, no duerme, se sienta en la cama e intenta leer. De día lo cierra absolutamente todo, puertas, ventanas, ruidos… ¡Pero lo que daría por regresar junto a la seguridad de su madrina en el hueco de aquella escalera!

¿Por qué estoy hablando de Toni y de todas esas cosas sin importancia? ¿Acaso porque la tormenta no se desarrolla sólo entre las nubes, sino acaso más intensa aquí entre nosotros? Sé que no vas a venir, y no porque la lluvia te lo impida. Sé que no vas a volver. Apenas distingo ya la línea del mar al fondo del muelle, la tormenta arrecia y la gente corre a refugiarse en sus casas. Si alguien me mirara desde el exterior, si se parara a contemplarme un instante detrás de estas enormes ventanas inundadas de luz en una tarde tan desapacible de invierno, pienso que la impresión que les daría sería la de un pez solitario prisionero en una brillante pecera.

Pero hoy es viernes. Viernes por la tarde. Es decir, mi libertad.

6 comentarios:

  1. Qué bien escribes Wara!!, me encanta el tono de la narraciòn, sosegado y triste, y el contraste con la tormenta que todo lo envuelve, incluso sus vidas. Bravo!

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  2. Es verdad lo que dice Iván, escribes muy bien Wara. Tienes un cierto sentido especial para hacer descripciones de lugares y momentos y la razón de que son buenas la prueba el hecho de que consigues envolvernos en ellas. Por otro lado debo decir que, a mí que me considero un amante absoluto de las tormentas y las fuerzas desatadas de la Naturaleza, no tienen porqué tener un mal sentido... al contrario... hacen que valoremos después con mucha mayor justicia los días de sol, los cielos azules, la tranquilidad del mar y la brisa desde el acantilado. Estos días, mi querida Wara, siempre vienen detrás de la tormenta y nos hacen sentir mejor porque nos ponen en nuestro justo lugar en el Universo. Me encanta leerte porque pones corazón y sentido en tus escritos.

    Un beso y un fuerte abrazo,
    Maverick
    ...

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  3. Me miráis con tan buenos ojos que voy a tener que reconocerlo: me estoy "adictando" a este Café, que me sabe muy bien.
    Gracias, very much.

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  4. Gracias Wara por pemitirnos acompañarte en tu solitario espacio, por hacernos ver como se va cargando el cielo de esa tarde de invierno de nubes y, por llegar la tormenta (que a mi también me hechizan) pero sobre todo, por envolvernos en los emotivos recuerdos de algo ya pasado. Gracias Wara, tus cartas siempre nos atrapan.

    Besos
    Gaviero

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  5. Wara para todos nosotros es un lujo que formes parte de este café.
    Espero de todo corazón que no te canses y podamos continuar por mucho tiempo disfrutando de tus palabras escritas.
    Un beso guapa

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  6. Escribir una palabra como "adictando" no significa sino que ya estoy rendida... Gracias otra vez.

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