[por Gaviero]
Querido pasado:
Después de tanto tiempo te has presentado de sopetón en mi vida; has llegado como un torbellino, veloz, de improviso y hasta me atrevería a decir un poco molesto. Y no sé por qué, la verdad es que no he sido yo quien te ha llamado, simplemente se ha debido a la casualidad; el desencadenante no ha sido otro que el perfume de la chica con la que me he cruzado en el Paseo del Prado. Iba paseando tranquilamente a la caída de la tarde cuando un aroma, que he identificado de inmediato, me ha sacudido como si me hubieran dado una bofetada; he girado la cabeza de inmediato y he podido ver la espalda de una adolescente que se alejaba en dirección contraria a la mía; pero durante unos segundos ha quedado flotando a mi alrededor su perfume.
No he podido por menos que cerrar los ojos, apenas un momento, y de improviso allí estabas tú; has aparecido como por ensalmo y en unos breves instantes me has traído a la mente una época lejana. Me he visto transportado a los años de mi primera juventud, a aquellos guateques del momento; he vuelto a oír las canciones de los Beatles, a los Procol Harum, y por supuesto a los Brincos y tantos otros.
Aquellas tardes con luz tenue, abrazados y practicando verdaderas luchas campales por intentar arrimar los cuerpos al bailar, el roce de la piel al coger por fin de la mano a la chica que nos gustaba, y ya ni contar cuando lográbamos dar un furtivo beso en el cuello, la cara o donde se pudiera; y siempre, al bailar “lento” aspirar el olor que desprendía la pareja de turno. Y el recuerdo de ese aroma, la memoria olfativa siempre poderosa y evocadora es la que te llamó.
Me volviste a llevar al mundo en blanco y negro de esos días, sólo levemente coloreado por los ”minipulles”, las faldas inglesas de cuadros con su alfiler cerrando la abertura de flecos, las blusas de amplios cuellos, de las chicas, y las “trenzas” beiges, verdes, las bufandas, los pantalones de pana gorda (en Madrid comprados en Cleper) de los chicos. El “Saluts les Copains”, el paquete de “Celtas cortos”, el olor al tabaco de pipa de los más intelectuales, el “Mundo Obrero” , los grises…
Todo eso me mostraste, pasado, sin recrearte en ello, es cierto, simplemente haciéndome revivir, en un suspiro, esos tiempos vividos, que de alguna manera me han traído hasta hoy, a saborear los paseos al atardecer, a sentirme ciudadano, a tener unas ideas, en fin, a ser yo. Por eso, querido pasado, gracias, por evitar que perdamos perspectiva, que te olvidemos, cuando has sido tú quien nos ha hecho así. Gracias, de nuevo.
Un hombre vivo (con memoria)
Querido pasado:
Después de tanto tiempo te has presentado de sopetón en mi vida; has llegado como un torbellino, veloz, de improviso y hasta me atrevería a decir un poco molesto. Y no sé por qué, la verdad es que no he sido yo quien te ha llamado, simplemente se ha debido a la casualidad; el desencadenante no ha sido otro que el perfume de la chica con la que me he cruzado en el Paseo del Prado. Iba paseando tranquilamente a la caída de la tarde cuando un aroma, que he identificado de inmediato, me ha sacudido como si me hubieran dado una bofetada; he girado la cabeza de inmediato y he podido ver la espalda de una adolescente que se alejaba en dirección contraria a la mía; pero durante unos segundos ha quedado flotando a mi alrededor su perfume.
No he podido por menos que cerrar los ojos, apenas un momento, y de improviso allí estabas tú; has aparecido como por ensalmo y en unos breves instantes me has traído a la mente una época lejana. Me he visto transportado a los años de mi primera juventud, a aquellos guateques del momento; he vuelto a oír las canciones de los Beatles, a los Procol Harum, y por supuesto a los Brincos y tantos otros.
Aquellas tardes con luz tenue, abrazados y practicando verdaderas luchas campales por intentar arrimar los cuerpos al bailar, el roce de la piel al coger por fin de la mano a la chica que nos gustaba, y ya ni contar cuando lográbamos dar un furtivo beso en el cuello, la cara o donde se pudiera; y siempre, al bailar “lento” aspirar el olor que desprendía la pareja de turno. Y el recuerdo de ese aroma, la memoria olfativa siempre poderosa y evocadora es la que te llamó.
Me volviste a llevar al mundo en blanco y negro de esos días, sólo levemente coloreado por los ”minipulles”, las faldas inglesas de cuadros con su alfiler cerrando la abertura de flecos, las blusas de amplios cuellos, de las chicas, y las “trenzas” beiges, verdes, las bufandas, los pantalones de pana gorda (en Madrid comprados en Cleper) de los chicos. El “Saluts les Copains”, el paquete de “Celtas cortos”, el olor al tabaco de pipa de los más intelectuales, el “Mundo Obrero” , los grises…
Todo eso me mostraste, pasado, sin recrearte en ello, es cierto, simplemente haciéndome revivir, en un suspiro, esos tiempos vividos, que de alguna manera me han traído hasta hoy, a saborear los paseos al atardecer, a sentirme ciudadano, a tener unas ideas, en fin, a ser yo. Por eso, querido pasado, gracias, por evitar que perdamos perspectiva, que te olvidemos, cuando has sido tú quien nos ha hecho así. Gracias, de nuevo.
Un hombre vivo (con memoria)
Hay quien dice que debemos huir de la nostalgia ... yo no estoy muy de acuerdo, quizá debemos huir de esa tristeza a la que a veces huele la nostalgia, eso sí, pero no al resto, no, porque al fin y al cabo recordar es volver a vivir (re-cordare, volver a pasar por el corazón) y porque si de algo estamos hechas las personas es de "pasado", de ese pasado que nos ha ido modelando ¿no?.
ResponderEliminarGracias por tu carta Gaviero, tan llena de sentimientos, recuerdos, imágenes y olores y con la que todos nos sentimos un poquito identificados en su significado!
Por cierto Maverik, has creado buen ambiente en este café ... gracias!
En otro momento tal vez diría, ¡vaya con el tiempo y el pasado, cómo te atrapa y te envuelve...! Pero hoy, no.
ResponderEliminarAlguien escribió que un viaje a la nostalgia no está mal de vez en cuando, que es bueno para el espíritu siempre y cuando uno se vaya a vivir allí. Gaviero, tú nos has llevado y traido de vuelta.
Gracias.
Wara
Gracias Gaviero ;-). Lo que me he reído recordando mis dieciséis gracias a tu carta, las faldas entablilladas, las "luchas campales" (esto ha sido especialmente divertido), etc. Me he reído mucho. Casualmente hace poco lo recordaba con otra amiga que me contaba lo que se divertían ellas también en aquellos bailes de música lenta.
ResponderEliminarUn abrazo
Maverick
...
Gaviero, qué cierto es, que aun cuando el pasado no tiene que suponer un lastre para seguir caminando, no deberíamos olvidarlo, porque forma parte de lo que somos hoy.
ResponderEliminarUn abrazo.
P.D. Soberbia la firma... Un hombre vivo (con memoria)
Bravo Gaviero.
ResponderEliminarOye y qué razón tienes en cuanto a los olores, tienen el mágico poder de transportarte al lugar y a la persona...
Me encantaba bailar "lento" y esperaba a ver si "me sacaba" a bailar el chico al cual le echaba el ojo.
Ivan de acerdo contigo, recordar no es añorar, es revivi, y acaso en la distancia seamos más perceptivos de lo que vivimos en su momento.
ResponderEliminarWara, en la misma línea hay que viajar al pasado pero sin quedarse en él, siempre hay que volver.
Maverick "luchábamos" todos (y todas) y eso era fantástico.
Mil, me alegra que hayas observado el guiñó de la firma, eso es lo importante.
Madison... los olores tienen el mayor poder para evocar, seguro que si cierras los ojos sentirás el aroma del chico con quien bailabas pegadita pegadita. Al menos eso creo que le pasará a mi desconocida, jeje.
Bueno muchas gracias a todos y os dejo un "puñao" de abrazos y besos para que os repartaís a vuestro gusto.