El coronel de la Guardia Civil Antonio Escobar, hombre de profundas convicciones religiosas, consiguió con su decidida actuación el 19 de julio de 1936 que no prosperase la sublevación militar en Barcelona. Pese a ser hijo de un héroe de la guerra de Cuba, y tener una hija monja adoratriz, un hijo falangista Palma de Plata y dos hermanos también coroneles de la Guardia Civil, optó por la libertad de actuar conforme a su conciencia y al juramento prestado al Gobierno legalmente constituido. A través de esta obra, el autor nos da una visión infrecuente de los años de nuestra guerra, vividos sin partidismo ni ideologías por un militar que en la España del gran desgarrón histórico eligió, ante el estupor mal disimulado de las autoridades, una incómoda postura, porque creía que su puesto era aquél. Pese a la historicidad del relato, nos encontramos ante una novela en la que su autor se ha limitado a recrear un personaje admirable que pudo vivir, luchar y morir en cualquier otra guerra fraticida de la Historia.
La primera noticia que tuve de lo que ahora se llama el movimiento me la dio mi hermano Alfredo por teléfono, desde Madrid. El era teniente coronel de la Guardia Civil el 8 de julio y aunque estaba en el Tercio Urbano, tenía relación con los servicios de información…
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Yo, confesándome, soy un chapucero. A veces, como para salir del paso, me confieso de cosas que no son pecado y, en cambio, estoy seguro que me dejo otras que lo son. Por ejemplo la vanidad y el recreo con que escribo estas notas, convencido de que soy el mejor escribiente del ejercito español. Quiero decir, como pendolista. Será una falta menor y no pienso que por ello deba ir al infierno, pero es curioso el entusiasmo que me entra cuando veo cómo me van quedando las planas, a plumilla, diferenciados los trazos finos de los gruesos sin perdonar un acento y consiguiendo que las comas se inicien finas, se abulten progresivamente, para terminar en rayita sutil…
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Amo la vida y nunca la he arriesgado sin que mediara causa suficiente para ello.
En estos mismos momentos la sigo amando, aunque tan poco pueda hacer para conservarla. Amo esta pequeña mesa de pino basto sobre la que escribo; cuido de mantenerla limpia, restregándola con estropajo de alambre para quitarle las manchas de grasa y de tinta.
Agradezco cada rayo de sol que entra por el enrejado de mi lucernario, el cielo azul, las nubes blancas y la compañía de la oscuridad en la noche. Pero agradezco, sobre todo, estas planas de papel, a veces rugoso, siempre amarillento, que ya son más de un ciento, rellenas de mi letra con tinta amoratada que me convencen que, aunque haya sido un regular militar, soy un excelente pendolista.
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La guerra del general Escobar, de José Luís Olaizola
En estos mismos momentos la sigo amando, aunque tan poco pueda hacer para conservarla. Amo esta pequeña mesa de pino basto sobre la que escribo; cuido de mantenerla limpia, restregándola con estropajo de alambre para quitarle las manchas de grasa y de tinta.
Agradezco cada rayo de sol que entra por el enrejado de mi lucernario, el cielo azul, las nubes blancas y la compañía de la oscuridad en la noche. Pero agradezco, sobre todo, estas planas de papel, a veces rugoso, siempre amarillento, que ya son más de un ciento, rellenas de mi letra con tinta amoratada que me convencen que, aunque haya sido un regular militar, soy un excelente pendolista.
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Fue un gran hombre que se mantuvo leal al régimen constituido,cosa que pagó con su fusilamiento
ResponderEliminarSaludos
Esos días debieron ser una auténtica locura, y más para los que debían decidir.
ResponderEliminarEsas confesiones que avanzas están muy bien, bonitas.
Felipe, no se si me creerás, pero mientras ponía este libro he pensado en ti.
ResponderEliminarUn abrazo
Igor es un gran libro, yo lo leí hace muchos años, de hecho el mío no tiene ninguna de las portadas que he puesto, yo tengo el primero, de color rojo.
ResponderEliminarEste libro y otro de Josep Pla, son de los que he leido sobre el tema, los que más me han gustado.
Un abrazo