Para mi, el olor y la música, son dos hilos transportadores hacia el pasado, ambos tienen el poder con tan solo cerrar o entornar los ojos de llevarme al momento y lugar donde aconteció algo importante de mi vida.
De olores entiendo algo de música poco, aunque anoche ambas cosas resultaron muy fáciles de comprender.
Me gusta el mar, bañarme en él, sentir esa sensación del agua fría mientras se va filtrando por cada poro de mi piel, y me encanta dar largos paseos por la orilla en ese punto justo donde rompen las olas, mientras cae el día y da paso al anochecer.
Hacia allí me dirigí ayer por la tarde tras disfrutar de un fantástico día de playa, y era tal mi embeleso que no me di cuenta de que la noche se me echaba encima, solo me percaté de ello cuando la humedad empezó a hacerse notar en mi piel algo enrojecida por el sol de la mañana.
Pensé en que era hora de volver a casa, pero no quise hacerlo siguiendo los mismos pasos , sino que preferí regresar dando un pequeño rodeo, tomando un camino distinto al que un rato antes me llevó hasta el pequeño embarcadero que hay en la cala.
Deseaba pasear durante unos minutos por los mismos jardines que un día recorrimos juntos, quise saber lo que sentiría al caminar por allí esta vez en solitario, sin escuchar más voces que la mía propia, una voz silenciosa, pero no por eso menos viva.
Mientras caminaba unas notas musicales llegaban a mi desde lejos, pero a cada paso que daba las oía más y más cercanas, y el olor del jazmín dejó paso al sonido mágico de la música, hasta mezclarse entre ellos.
Se oía una trompeta que gritaba llena de vida, un bajo que deseaba pasar desapercibido, un saxo que me llamaba por mi nombre y una batería que gritaba reclamando su parte de atención.
De pronto la percepción que tuve de lo que me rodeaba era distinta. El aire que respiraba se volvió más profundo y la humedad que subía del mar más densa.Todo me resultaba atractivo, embriagador y una fuerza interior, hasta ese momento desconocida para mi no me dejaba marchar.
Y allí me encontraba yo. Eran las diez de la noche, lo más probable es que estuvieran algo preocupados por mi, pero solo pensaba en quedarme, metida en el momento. Porque no se trataba de un momento cualquiera, sino de ese momento que todos protagonizamos alguna vez en la vida y que no tiene cabida ni sentido para nadie más que para nosotros. Ese momento que dejamos de ser para dar paso a sentir.
Ya era negra noche, pero allí me quedé.Y para recordar esta vez no hizo falta que cerrara los ojos, al contrario, los mantuve lo más abiertos posible, tan solo me dediqué a sentir. Dejándome llevar por tu presencia. Quieta, conteniendo la respiración, porque no quería romper la magia del momento.
No se que canciones tocaban los músicos, lo más probable es que fueran canciones de Miles Davis, pero no me atrevo a asegurarlo, de todos modos eso poco importa. Lo importante fue como me sentía yo. Como la emoción, fue avanzando hasta hacerme subir a la cúspide y al llegar a lo alto pude observar a los músicos tocando cada uno de ellos sus instrumentos, entre el mar, y el cielo. Al mismo tiempo que miraba buscando la misma estrella de siempre, y la encontré, por supuesto, porque ella también me busca a mi aunque anoche brillaba de una forma especial e inusual
De olores entiendo algo de música poco, aunque anoche ambas cosas resultaron muy fáciles de comprender.
Me gusta el mar, bañarme en él, sentir esa sensación del agua fría mientras se va filtrando por cada poro de mi piel, y me encanta dar largos paseos por la orilla en ese punto justo donde rompen las olas, mientras cae el día y da paso al anochecer.
Hacia allí me dirigí ayer por la tarde tras disfrutar de un fantástico día de playa, y era tal mi embeleso que no me di cuenta de que la noche se me echaba encima, solo me percaté de ello cuando la humedad empezó a hacerse notar en mi piel algo enrojecida por el sol de la mañana.
Pensé en que era hora de volver a casa, pero no quise hacerlo siguiendo los mismos pasos , sino que preferí regresar dando un pequeño rodeo, tomando un camino distinto al que un rato antes me llevó hasta el pequeño embarcadero que hay en la cala.
Deseaba pasear durante unos minutos por los mismos jardines que un día recorrimos juntos, quise saber lo que sentiría al caminar por allí esta vez en solitario, sin escuchar más voces que la mía propia, una voz silenciosa, pero no por eso menos viva.
Mientras caminaba unas notas musicales llegaban a mi desde lejos, pero a cada paso que daba las oía más y más cercanas, y el olor del jazmín dejó paso al sonido mágico de la música, hasta mezclarse entre ellos.
Se oía una trompeta que gritaba llena de vida, un bajo que deseaba pasar desapercibido, un saxo que me llamaba por mi nombre y una batería que gritaba reclamando su parte de atención.
De pronto la percepción que tuve de lo que me rodeaba era distinta. El aire que respiraba se volvió más profundo y la humedad que subía del mar más densa.Todo me resultaba atractivo, embriagador y una fuerza interior, hasta ese momento desconocida para mi no me dejaba marchar.
Y allí me encontraba yo. Eran las diez de la noche, lo más probable es que estuvieran algo preocupados por mi, pero solo pensaba en quedarme, metida en el momento. Porque no se trataba de un momento cualquiera, sino de ese momento que todos protagonizamos alguna vez en la vida y que no tiene cabida ni sentido para nadie más que para nosotros. Ese momento que dejamos de ser para dar paso a sentir.
Ya era negra noche, pero allí me quedé.Y para recordar esta vez no hizo falta que cerrara los ojos, al contrario, los mantuve lo más abiertos posible, tan solo me dediqué a sentir. Dejándome llevar por tu presencia. Quieta, conteniendo la respiración, porque no quería romper la magia del momento.
No se que canciones tocaban los músicos, lo más probable es que fueran canciones de Miles Davis, pero no me atrevo a asegurarlo, de todos modos eso poco importa. Lo importante fue como me sentía yo. Como la emoción, fue avanzando hasta hacerme subir a la cúspide y al llegar a lo alto pude observar a los músicos tocando cada uno de ellos sus instrumentos, entre el mar, y el cielo. Al mismo tiempo que miraba buscando la misma estrella de siempre, y la encontré, por supuesto, porque ella también me busca a mi aunque anoche brillaba de una forma especial e inusual
¡Qué suerte, Madison, una estrella que te busca!
ResponderEliminarSu luz, que nos llega desde tan lejos, bien pudiera ser la esencia de un olor de jazmín, un solo de trompeta leve.
Esos, entre otros, son los momentos que hay que atesorar dentro de cada uno.
Un beso.
Eso no quita de que en más de una ocasión nos estrellemos Elías.
ResponderEliminarPasa buen domingo ¿si?
Un beso
Las sensaciones vividas y perdidas en el tiempo, los recuerdos a solas, el silencio y la música, son los grandes momentos de nuestra vida
ResponderEliminarfeliz domingo
...la estrella depositó sus rayos sobre tu cuerpo, lo abrazó, acarició tu piel, envolviéndote y fundiéndose contigo; y en otro lugar, pero unido en el mismo lazo, alguien, fijando su mirada en la misma estrella, se dejo llevar por el olor a mar, tu aroma, y una dulce música:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=N090STPx-2M
Me ha fascinado tu relato Madi, y me he permitido darle un toque final.
Besos.
Que bonita combinación de vida, el paseo, las luces, la música, las estrellas, tus sueños...
ResponderEliminarGracias por visitar mi blog!
Coincido plenamente contigo en cuanto a los olores y la música... Y la escena que retratas... ¡me he sentido dentro!
ResponderEliminarMe ha encantado la sonoridad de este relato. La música tocada por la literatura... o viceversa.
ResponderEliminarFelicidades, otra vez...
Mario
Los pequeños detalles son los que van quedando.
ResponderEliminarDe sensaciones y detalles se compone la vida.
Un abrazo Rita
Genial Gaviero, has puesto la guinda.
ResponderEliminarQue chula es la música de Miles Davis ¿verdad?
Tienes un blgo estupendo Verd y es un placer pasearse por él.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues si he conseguido que te metieras en la escena me doy por muy satisfecha Xibeliuss.
ResponderEliminarUn abrazo
¡¡Mario!! ¿dónde andas?
ResponderEliminarEstoy feliz de verte por aquí.
Gracias
Que envidia, Madison, tener una estrella y que la estrella te tenga. Me ha gustado mucho lo que cuentas porque te lleva allí. Un besito
ResponderEliminarCombinacion perfecta, el sonido y el olor, para evocar recuerdos y si son buenos mejor que mejor.
ResponderEliminarSaludos!
muy buen relato, se nota que tienes conocimientos sobre lo que dices.
ResponderEliminarun abrazo
Cuánta evocación en tu relato, querida Madi: música y olores..., y esa fantástica fotografía.
ResponderEliminarTe aseguro que he olido el mar. Y he visto la estrella que te guía en este magnífico texto.
Besos.
hola que tal buen blog, buena informacion , estoy promosionando mi pequeño blog y sitio, tareas y apuntes escolares de diferentes materias ojala tengas tiempo de visitarlo, saludos nos seguimos escribiendo suerte
ResponderEliminarComo siempre, un placer pasar por su café.
ResponderEliminarSaludos Madison.
Alma, soñar es gratis!!!
ResponderEliminarPero sí, me gusta mirar las estrellas.
Un beso guapetona
Sonido y olor, es la mezcla perfecta para sentir la presencia de la magia.
ResponderEliminarUn beso Soñadora
reltih, efectivamente conozco muy bien ese lugar. Uno de los mas bellos de la costa brava.
ResponderEliminarTienes un blog estupendo, qué bien escribes!
Un abrazo
Isa ya sabes que soy una evocadora con grado de melancolía incluida.
ResponderEliminarNo hay manera de cambiar mi estilo.
Un beso
alexa, bienvenida a este café.
ResponderEliminarYa me he pasado por tu blog, y volveré a hacerlo, tenlo por seguro.
Un abrazo
Baldanders, lo mismo digo, aunque eres caro de ver.
ResponderEliminarUn abrazo
Bonito texto.
ResponderEliminarHacia la música..., siempre.