A mucha distancia, en el espacio y en el tiempo, hay otro patio, hoy sus puertas estan cerradas y tiene cierto aire de abandono, pero tuvo vida, vida y sensaciones en otro momento.
Un amanecer lo habitamos juntos, después de una noche pasada en la isla. Sentados bajo el emparrado, en un atardecer tibio de noviembre, mirábamos el mar, siempre presente en cada rincón, en el puerto, en las callejas empedradas que ascendían por la montaña, visto desde la terraza abierta del patio, en aquellos días lleno de macetas cargadas de plantas, flores y los últimos rayos de sol.
Se levantó una brisa fresca, tu te arrebujaste con la fina manta en la mecedora; yo arrime mi silla y te rodeé con mis brazos, tu te cobijaste apoyando la cabeza en mis hombros; pude oler tu aroma, notar tu estremecimiento, y ambos nos miramos. Sin una palabra, deseamos el beso, y tras un segundo jntamos las bocas. Fue un único beso, y en él nos unimos por siempre en las vidas, la real que vivimos y la que soñamos. Y el sol se ocultó por detrás de la isla.
Esta historia pudo haber ocurrido hace más de treinta años, puede ocurrir hoy mismo, o no suceder nunca, pero en todos los casos sonará de fondo una canción: End of the world de Aphrodite's Child.
Qué maravilla Gaviero, que maravilla.
ResponderEliminarUn abrazo, me has dejado sin palbaras
Gracias Madison, simplemente he recogido la estela marcada por tu post anterior; no podía quedar sin respuesta.
ResponderEliminar¿Conocías la canción? Tiene ya cuuarenta años y es del jovencísimo Demos Roussos y su primo Vangelis, toda una antigüedad como puedes ver.
Un abrazo
Me ha fascinado, que bonita la canción y la carta.
ResponderEliminarCuanto sentimiento. La canción sí la había escuchado, pero no sabía quien la cantaba.
Un abrazo Gaviero