Atardecer de domingo de un mes de Junio.
Son las siete y media de la tarde. El calor ya no es tan sofocante como ha sido a lo largo del día de hoy. Me gusta sentarme a esta hora en el patio de mi casa. Hay silencio, solo se escucha a lo lejos a unos niños que juegan. Qué felices y despreocupados se les oye.
A esta hora la sombra va haciendose un hueco en el patio, observo como se apodera de la pared del fondo. Es una sombra que entra juguetona y alegre, invade parte de la pared del fondo.
Poco a poco se filtra por entre las plantas del jardín.
Hay una brisa suave que hace se mueva las hojas y ramas de las plantas más altas.
En momentos así nunca pongo música de fondo, el murmullo de la brisa entre las plantas es la mejor música en este momento. No puede existen notas que afinen más.
Escucho las plantas, creo que entre ellas hablan, se cuentan cosas.
Y desde mi sillón me pregunto, ellas ¿me escucharán a mí? ¿entenderán que deseo formar parte y partícipe de todo su encanto?
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