Querida Gwen:
Lamento escribir así, pero no hay otra forma. No pude decírtelo la otra noche, no parecías oírme.
Estoy asombrado y triste por lo que me revelaste. En aquel momento no dije nada, no sabía cómo hablar.
Por culpa de tu madre no tienes fe en Dios. Hablé con el padre Gorran en nuestra iglesia. Le disgustó oír esto. (¡No le dije el nombre de la amiga que había pronunciado estas palabras, desde luego!)
Cuántos hijos han perdido a su madre, y a su padre, en el transcurso de la Historia. Cuántos seres humanos han sido azotados por semejantes tormentas. Tu madre, me contaste, murió en su propia cama y en paz después de dieciocho meses de enfermedad, pero piensa en sufrimientos peores, y en una niña que pierde sus padres a una edad más temprana de lo que tú eras. El padre Gorran dice que la desesperación es l más mortal de los pecados contra Dios porque es un pecado contra la creación y es el pecado que se puede perdonar.
Tener fe en el amor humano no es suficiente. La raza humana está perdida. Sólo a través de nuestro Salvador Jesucristo será SALVADA la raza humana.
No estoy diciendo estas cosas porque sea el momento de marcharme de Mt. Ephraim. En realidad estoy dolido porque pienses eso de mí. Me cuesta perdonarte, Gwen.
Volverte contra mí incluso cuando me dices que me quieres. Nunca dejarás de quererme, sin embargo dudas de mi sinceridad en esto
No sólo es tu falta de fe sino otras diferencias entre nosotros. Estaba confundido y equivocado en nuestra amistad. He confesado mi parte. Fui responsable pues era mayor que tú, y estaba muy enamorado de ti, la verdad es que no pensaba con claridad. Este asunto de la pureza y el celibato es más duro para los hombres. Doy gracias porque nadie de mi familia lo sabrá. Mi confesor me ha puesto penitencia por mis errores y pecados y agradezco que este error en mi vida quede tras de mí. Espero que a ti te ocurra lo mismo.
Te ruego que no vuelvas a escribirme, Gwen. Te devuelvo tus cartas y tarjetas. Por favor, no me llames. Juro que siempre te querré, como a una hermana. Rezaré por tu alma. Pero no te veré, y te pido que lo cumplas. No es sino cierto, ingresaré en el seminario después de la universidad. Mi madre hace tiempo que ha entendido que tengo vocación y que dedicaré mi vida a servir a Dios.
Ruego por que mi vida a partir de ahora sea buena, ¡sin más secretos!
Te devuelvo tus cartas. No las quiero destruir porque en ese caso tú no podrías conocer su destino; pero ahora quedan en tu poder para que las destruyas como verdaderamente espero que lo hagas.
Te prometo que destruiré mis cartas, cuando me las devuelvas.
Espero que Dios te bendiga como me ha bendecido a mí y me ha ayudado en todo este tiempo de tentación y duda.
Tu amigo,
Brendan Dorsey
¡Madi, qué casualidad! precisamente le estoy leyendo ahora. Ya le comentaremos ¿verdad?
ResponderEliminarUn besuco.
Por supuesto que sí, será un placer.
ResponderEliminarUn abrazo Anjanuca