[por Gaviero]
Querida familia:
Estos días que he estado en la UCI y luego ingresado en el hospital me han servido para reflexionar. He tenido mucho tiempo, casi siempre en soledad, y ello me ha permitido pasar revista prácticamente a toda mi vida. Y la verdad, lo que he visto no me ha gustado nada.
Ángeles, no se si te has parado a pensar que llevamos juntos más de treinta años; nos conocimos en la facultad cuando éramos unos jóvenes idealistas que íbamos a arreglar el mundo en dos patadas. Apenas terminada la carrera nos casamos, y a partir de ese momento comenzamos a cambiar; tu decidiste que ibas a ser madre, y en menos de dos años ya teníamos la parejita. Yo por mi parte tenía que destacar en el ejercicio de la abogacía; no sabía yo muy bien que significaba eso, pero tu padre y tu me lo aclarasteis: tener mi propio despacho y, principalmente, conseguir los ingresos necesarios para mantener la familia. Tus proyectos de ejercer o desempeñar cualquier tipo de trabajo se desvanecieron, esa parcela quedaría para mi mientras comenzabas un sinfín de actividades acordes con tu nuevo rol de madre y esposa de “triunfador”; así fue primero el paddle, luego el aerobic, pilates, actividades sociales de toda índole y finalmente el gran descubrimiento, el golf. Mientras tanto yo me iba labrando fama como abogado, trabajando cada día más horas, ampliando el bufete y, por supuesto sin tener un solo momento para mi.
Nuestros hijos, la mayor Eugenia (me niego a llamarla por ese ridículo Maruge que a ti te parece de lo más chic), criada y educada como un objeto de exposición, ya de pequeña con esos lazos y encajes tan cursis, sus internados, sus cursos en el extranjero, y al final que, con veintiocho años, ya pensando en retoques estéticos, rodeada de lechuguinos y amigas con nombres, todos en diminutivo, de lo más patético, sin haber terminado ningún tipo de estudios (creo que aún anda matriculándose en segundo de no se que Ciencias) y, por supuesto, sin haber trabajado nunca en nada ni intención de hacerlo en los próximos treinta años. El niño, Ignacio (Nachete para ti), que al igual que su hermana no se ha planteado en la vida trabajar, pero además éste con unos gastos desmesurados, deportes de nieve, moto, la hípica, las copas, vida social que lo llamáis… vamos, que no sólo no aporta sino que gasta sin tino.
Y encima, tengo que aguantaros a todos, que si es que no me gusta la gente, que soy arisco, que siempre estoy protestando por todo, que no se la suerte que tengo con una familia que no se apreciar, que no tengo espíritu de luchador, que …. Y así todos los días. Pues si, seguro que tenéis razón, por lo que he pensado que ahí os quedáis, que me largo vaya, o sea que…. ADIOS
Hasta nunca familia
PD. Por cierto, dos cositas que se me olvidaba deciros. Primero, que os dejo la casa, el apartamento, los coches y la moto de Nachete; pero…. Me llevo la pasta, toda. Bueno, toda no, os dejo la cuenta del Barclays, me parece que quedan unos trescientos euros; las demás, que suman unos setecientos cincuenta mil euros, más las acciones y el fondo de pensiones (que ya he rescatado), me las llevo, para mis gastillos, así que vais a tener que espabilar un poco. Lo segundo es sobre Ana, si la chica esa tan mona que contratasteis para que me cuidara en el hospital para no estar vosotros; bueno, pues que ha dejado a su novio y se viene conmigo; dice que en la cama no soy muy bueno (será por la falta de práctica) pero que ella me va a enseñar y que además, con la pasta que me llevo la vale.
Besos y…. que os den
Querida familia:
Estos días que he estado en la UCI y luego ingresado en el hospital me han servido para reflexionar. He tenido mucho tiempo, casi siempre en soledad, y ello me ha permitido pasar revista prácticamente a toda mi vida. Y la verdad, lo que he visto no me ha gustado nada.
Ángeles, no se si te has parado a pensar que llevamos juntos más de treinta años; nos conocimos en la facultad cuando éramos unos jóvenes idealistas que íbamos a arreglar el mundo en dos patadas. Apenas terminada la carrera nos casamos, y a partir de ese momento comenzamos a cambiar; tu decidiste que ibas a ser madre, y en menos de dos años ya teníamos la parejita. Yo por mi parte tenía que destacar en el ejercicio de la abogacía; no sabía yo muy bien que significaba eso, pero tu padre y tu me lo aclarasteis: tener mi propio despacho y, principalmente, conseguir los ingresos necesarios para mantener la familia. Tus proyectos de ejercer o desempeñar cualquier tipo de trabajo se desvanecieron, esa parcela quedaría para mi mientras comenzabas un sinfín de actividades acordes con tu nuevo rol de madre y esposa de “triunfador”; así fue primero el paddle, luego el aerobic, pilates, actividades sociales de toda índole y finalmente el gran descubrimiento, el golf. Mientras tanto yo me iba labrando fama como abogado, trabajando cada día más horas, ampliando el bufete y, por supuesto sin tener un solo momento para mi.
Nuestros hijos, la mayor Eugenia (me niego a llamarla por ese ridículo Maruge que a ti te parece de lo más chic), criada y educada como un objeto de exposición, ya de pequeña con esos lazos y encajes tan cursis, sus internados, sus cursos en el extranjero, y al final que, con veintiocho años, ya pensando en retoques estéticos, rodeada de lechuguinos y amigas con nombres, todos en diminutivo, de lo más patético, sin haber terminado ningún tipo de estudios (creo que aún anda matriculándose en segundo de no se que Ciencias) y, por supuesto, sin haber trabajado nunca en nada ni intención de hacerlo en los próximos treinta años. El niño, Ignacio (Nachete para ti), que al igual que su hermana no se ha planteado en la vida trabajar, pero además éste con unos gastos desmesurados, deportes de nieve, moto, la hípica, las copas, vida social que lo llamáis… vamos, que no sólo no aporta sino que gasta sin tino.
Y encima, tengo que aguantaros a todos, que si es que no me gusta la gente, que soy arisco, que siempre estoy protestando por todo, que no se la suerte que tengo con una familia que no se apreciar, que no tengo espíritu de luchador, que …. Y así todos los días. Pues si, seguro que tenéis razón, por lo que he pensado que ahí os quedáis, que me largo vaya, o sea que…. ADIOS
Hasta nunca familia
PD. Por cierto, dos cositas que se me olvidaba deciros. Primero, que os dejo la casa, el apartamento, los coches y la moto de Nachete; pero…. Me llevo la pasta, toda. Bueno, toda no, os dejo la cuenta del Barclays, me parece que quedan unos trescientos euros; las demás, que suman unos setecientos cincuenta mil euros, más las acciones y el fondo de pensiones (que ya he rescatado), me las llevo, para mis gastillos, así que vais a tener que espabilar un poco. Lo segundo es sobre Ana, si la chica esa tan mona que contratasteis para que me cuidara en el hospital para no estar vosotros; bueno, pues que ha dejado a su novio y se viene conmigo; dice que en la cama no soy muy bueno (será por la falta de práctica) pero que ella me va a enseñar y que además, con la pasta que me llevo la vale.
Besos y…. que os den
¡Qué buena, Gaviero!
ResponderEliminarDenttro del drama que encierra haber vivido durante años de la manera que tiene que vivir el pobre hombre, aguantándoles todas sus chorradas, es divertida, sobre todo pensando en lo que les espera a los que se quedan, ¡qué buen final!
Hoy me voy a dormir con una sonrisa gracias a tu carta :)
Un beso.
Gaviero, la carta preciosa. Cuando leí lo de Maruge lo primero que me vino a la mente fue el título de quella película, cuando ruge la marabunta. Y me reí aunque quería leer la carta con el debido respeto hacia el enfermo, dadas las circunstancias. Pero al términar me he repetido, vale, que ruja la marabunta, que se lo lleve todo y que la familia se las apañe.
ResponderEliminarGenial.
Me ha encantado, Gaviero. No hay nada como que te corten el agua para saber lo que vale.
ResponderEliminarA este señor, cuya decisión me parece inteligentísima, le deseo lo mejor en su nueva vida.
Fabuloso.
Anjanuca, ¡qué buena expresión! "No hay nada como que te corten el agua para saber lo que vale". Me la apunto. No la había escuchado nunca :)
ResponderEliminarMil, me alegro de haberte proporcionado una sonrisa para la noche. Eso era lo que pretendía, echar unas risas. Besos
ResponderEliminarWara, siempre hay que sacar lo simpático y lo positivo de todo, aunque el trasfondo era pelín triste. Besos.
Me alegra que hayas disfrutado Anjanuca, y como dice Mil, yo también me apunto y me apropio de tu frase. Un abrazo
Genial, Gaviero. Yo ya estaba visualizando el final en esa catarsis postinfarto en la que manda a toda su familia a freír puñetas, pero esa ñultima vuelta de tuerca... fantástica.
ResponderEliminarEnhorabuena.