Brent Heighton
De vez en cuando nos gusta cometer alguna pequeña locura, nunca planeamos el día, ni el momento, tampoco la hora, pero intuimos cuando va a suceder.
La casa es blanca, pequeña y entra luz por todos lados, tiene una habitación que es nuestra preferida. El suelo es de madera y el techo blanco con vigas también de madera barnizadas, en el centro hay una claraboya de cristal transparente que nos permite disfrutar en cualquier momento el paisaje del cielo. Está decorada con pocos muebles. Solo los necesarios, pero es que a nosotros nos gusta así.
Por la tarde mientras él escribe yo leo. Respetamos nuestros silencios. De vez en cuando me detengo a mirarle fijamente en momentos de ensimismamiento y le comento algún párrafo del libro que tengo entre las manos. El deja la pluma estilográfica a un lado de la mesa mientras levanta la vista y me escucha. Alguna vez es él quien viene a mí a preguntarme o simplemente a darme un beso en el pelo.
Sin previo aviso nos encontramos mirándonos. Podemos prescindir de las palabras porque sabemos que todo está ahí dentro, y sin hablar sentimos el cosquilleo que produce el vértigo al tener la certeza de que ha llegado el momento. La ceremonia está a punto de empezar
Dice que me encuentra bella y elegante, pero él es el hombre de mirada y manos mas dulce que jamás he conocido.
Anochece, los dos sentimos que nuestros cuerpos desprenden sofisticación y deseo contenido Sentimos que el pecho aprieta, que cuesta respirar, el amor que se ha instalado dentro está pidiendo a gritos que le dejemos salir
Iniciamos nuestra pequeña locura, me pide que le susurre al oído palabras que solo yo sé, mientras, siento sus dedos recorriéndome la espalda hasta descansar sobre mis hombros. Hay un reloj de pared que se oye algo a lo lejos aunque nosotros no le escuchamos.
Y la respiración que era suave y tranquila se agita, y los latidos que eran profundos y pausados enloquecen.
Ropa esparcida por la habitación. Cuerpos que se reconocen. Piel que reacciona. Labios que se encuentran. Dedos cuajados de ti. Humedad.
Cuando uno se amanece en grupo, por un trabajo o alguno de nuestro proyectos, llegamos a emocionarnos y alocarnos en cierto momento.
ResponderEliminarEste texto sería un curioso final para esos momentos.
See ya!
Tu historia de hoy es sencillamente preciosa. Has descrito una ceremonia llena de ternura, amor y entendimiento...Eso que ansiamos cada uno de los mortales..
ResponderEliminarBesicos.
La belleza del amor compartido. ¡Qué bonita y bucólica escena!
ResponderEliminarUn besito
Isabelnotebook
Cuerpos desparramados por la habitación, cuerpos que se hablan, cuerpos que se conocen y se reconocen tras entenderse. Labios que hablan besos.
ResponderEliminarUn beso, escrito
Mario
hacía tiempo que no leía algo tan bello, y tan sencillo a la vez!!
ResponderEliminar(o al revés, da igual)
Bueno Tom, cometer alguna locura de vez en cuando no está mala, además es sano para la mente y el cuerpo.
ResponderEliminarBesos
Qué sería de nosotros sin el amor y sin la persona con quien demostrarlo...
ResponderEliminarPetons cabopá
Isabel, yo creo que los momentos no preparados son los mejores, es cuando todo sale redondo.
ResponderEliminarUn beso
Y cuando se entienden y reconocen todo encaja a la perfección. No sobran piezas, tampoco faltan. Genial. Perfecto.
ResponderEliminarBuenas noches Mario
Muchas gracias Tara. Solo se escrbir sencillo. Yo soy persona sencilla, y escribo tal cual lo imagino. No busco ni escojo palabras, pongo las que primero surgen
ResponderEliminarUn beso