Después
de aquello me quedé anonadada, con su respuesta
vino a confirmar lo que yo pensaba. Y en cierto modo empecé a odiarlo por
burlarse de mí. En unos minutos todas mis certezas se esfumaron una tras otra.
No sabía qué hacer. Aquella era una extraña sensación. No podía, no quería dar crédito a lo que estaba
pasando. Me negaba con obstinación a tomar una decisión precipitada. En el
fondo no tenía buena opinión de él, pero le vi tan asustado y solo que decidí seguir
a su lado, cuidándolo como venía haciéndolo hasta entonces…
el acompañar permite el crecimiento, feliz finde!
ResponderEliminarEs una suerte para él, que así y todo quieras seguir cuidándolo. Yo en su lugar me sentiría muy afortunado.
ResponderEliminarY a propósito de esta entrada y la anterior ¿y si eres tan sutil, que él no se ha enterado, todavía de nada?
Los hombres somos simples y a veces no captamos
Besos
A veces nos vemos arrastrados en una espiral de la que no sabemos o no queremos salir.
ResponderEliminarBesets
También para ti, escuchando palabras, ahora aquí está lloviendo a mares, qué gustazo
ResponderEliminarjajaja Antonio, es un relato. Yo soy muy poco sutil y tengo poca paciencia.Sí soy muy impulsiva.
ResponderEliminarCierto Marino, y es que somos tan cómodones...
ResponderEliminarCertera y degustable prosa,
ResponderEliminarnos leemos.
Saludos.
La comodidad de una rutina conocida puede más que todas las evidencias juntas
ResponderEliminaro no siempre.