En el sueño, yo era una anciana de cabello blanco y aspecto respetable. Vestía ropa cómoda, de colores claros. No tenía gatos, ni daba de comer a las palomas.
La casa permanecía bien ventilada. La cristalería estaba al completo y en la vajilla no había ni un solo plato desportillado.
Daba largos paseos por el campo, y regresaba a casa entrada la noche, por el camino gozaba de la oscuridad silenciosa, mientras escuchaba a los grillos. Aquel día, mientras subía la cuesta de repente noté una punzada en el pecho que hizo que me detuviera.
Intenté concentrarme en respirar despacio, cuando me tranquilicé reanudé la marcha con pasos cortos y lentos, ahora solo me preocupaba llegar a la casa cuanto antes, pero no había nadie que me esperara y eso me angustiaba
Me sentí agobiada y triste. Cerré la puerta. La lámpara estaba encendida. Llorosa, me fui de inmediato a la habitación. Me senté sobre la cama y me miré en el espejo. De repente pensé ¿qué hago todo el día de un lado a otro, sin ir a ninguna parte?
Imagen de Paroshin, Vladimir
Yo también sufro cuando tengo esas pesadillas. La vejez, la soledad, las enfermedades propias de esa edad... qué horror
ResponderEliminarBesos Madison
Llegados a ese punto, ¿qué sentido tendría mi soledad? ¿para qué persistir en ella?
ResponderEliminarSi pudiera, evitaría pensar en ello.