Después de comer nos vestíamos con la ropa nueva que guardábamos para los
domingos al rato nos encaminamos hasta el cine. Echaban dos películas, una era la "buena" y la otra alternaban la de romanos con la del oeste. A la media parte, el intermedio decíamos nosotros, salíamos a comprar algo para comer y algún refresco si teníamos sed.
El cine, era un cine de pueblo que por supuesto hace años dejó de existir. El vestíbulo era
amplio de paredes mal pintadas y algo sucias, techo
muy alto y luces pardas y amarillentas que apenas alumbraban. Al lado de la ventanilla donde vendían las entradas había un viejecillo
con un carrito de madera donde tenía expuestas a la la vista toda clase de chucherías y que
antes de entrar compramos.
El cine tenía dos plantas, pero a nosotros nos gustaba la planta de abajo, solíamos llegar temprano, un poco antes de que las luces se apagaran, nos
gustaba entrar y elegir asiento, que casi siempre era el del rincón y a ser
posible alejados de la vista de la gente.
Las
luces se apagaban, invitando al silencio aunque éste nunca se instalaba del todo, pues no dejaba de escucharse una tos aquí y otra allá. También cuchicheos al oído acompañados de risas amortiguadas. Los cuerpos se acomodaban en la
butacas de skay color granate y las cabezas se inclinaban hasta el punto de juntarse por completo. Los brazos se alzaban lentos hasta reposar
sobre hombros impacientes que reclamaban la calidez y el peso de ellos. Manos de tacto suave y acariciadoras buscando el camino entre las piernas y los
pliegues de la falda...
Ya
ves tú qué nos importaba a nosotros que pusieran malas películas si tú y yo éramos los protagonistas
de la mejor de todas, la nuestra propia, aquella que inspiraba a la mente y respondía a la llamada del deseo, Que despertaba y abría los ojos a lo nuevo, besos sueltos algunos de ellos robados.Todo era reciente, todo estaba por estrenar, por descubrir...
Eran tardes de domingo, cuando los domingos todavía no estaban hechos de sobras de la semana.
Pintura de William E.Rochort
Eran tardes de domingo, cuando los domingos todavía no estaban hechos de sobras de la semana.
Pintura de William E.Rochort
¿Alguna vez los domingos no han estado hechos de sobras de la semana? Tiempo feliz debió ser...
ResponderEliminarUn abrazo, me gusta, como siempre :)
tenian algo mágico los cines de barrio, o de pueblo como es mi caso, o quiza, es que es la edad lo que lo hace mágico, pero lo cierto es que las tardes de los domingos eran otra cosa. me ha encantado madi, cuantos recuerdos han acudido a mi mente.
ResponderEliminarLa fila de los mancos... eso sí que era aprovechar la tarde.
ResponderEliminarA esa misma película creo que hemos ido todos más de una vez. El cine seguramente fue otro, y las butacas en vez de skay serían de tela aunque también rojas. Fue en otro pueblo o en otra ciudad y el vendedor de golosinas tampoco era el mismo aunque vendía lo mismo. Lo que fue igual fue la película que nunca vimos. Un abrazo
ResponderEliminarExplorador, hubo un tiempo que no, que los domingos era el comienzo y nos pasabámos toda la semana hablando de él, y ya el viernes pensando en qué sucedería en el próximo, que estaba a la vuelta de la esquina.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte