Por la noche, antes de acostarme miro por la ventana.
Dirigo la vista al cielo y veo mi estrella, está situada frente a mi, como viene haciendo por costumbre cada noche, señala hacia el norte.
Me me mira sonriendo, y cuando nuestras miradas se cruzan me habla.
Muy despacio se acerca a mi oído y me propone un viaje cruzando caminos que nos lleven a lugares desiertos, llenos de calma. Son paisajes recién descubiertos que todavía no tienen nombre.
Mientras me propone todo eso mantengo su mirada entonces me doy cuenta de que hay miradas capaces de embellecer todo lo que miran.
Y cada noche se repite el mismo ritual. Espero su visita. Deseo y acepto sus propuestas abiertas a un sinfín de posibilidades.
Mientras me propone todo eso mantengo su mirada entonces me doy cuenta de que hay miradas capaces de embellecer todo lo que miran.
Y cada noche se repite el mismo ritual. Espero su visita. Deseo y acepto sus propuestas abiertas a un sinfín de posibilidades.
Quiero disfrutar de nuestros silencios.
A la mañana siguiente, cuando me despierto echo de menos su rostro.
A la mañana siguiente, cuando me despierto echo de menos su rostro.
¡Qué suerte, Madison!
ResponderEliminarPoder tratar así a una estrella.
Me ha gustado mucho tu escrito.
Gracias.