Colección de cartas reales y ficticias para disfrutar del simple placer de leer y escribir.
domingo, 31 de agosto de 2008
Para A.
Buenas noches, Sirena.
No duermo muy bien por las noches. Bueno, en realidad, apenas logro descansar un rato que le robo a esa hora bruja que precede al amanecer. Y el caso es que ya no me hace gracia, ya no disfruto de los momentos a solas conmigo como solía hacerlo. Ahora la noche me da miedo… y es que a veces creo que soy un cobarde.
Qué palabra tan fea, ¿verdad?
Es el nuevo pensamiento que me asalta tras varias vueltas enredado entre sábanas frías y con la mirada fija en este techo idiota, sin sentido en este piso vacío: la idea peregrina, el fogonazo de conciencia parásita que me ladra «puede que fueses tú el culpable, tú el cobarde, tú el cabrón que os ha roto el corazón a los dos».
No lo sé, pequeña, a días pienso en aquella escalera al pie del ministerio, cuando te prometí, llorando agradecido tras tu decisión de seguirme hacia un lugar más feo que el imaginado, que salvaríamos el bache y luego volaríamos juntos donde tú dijeras.
¿Fui yo quien después quiso darle otra vuelta de tuerca, forzar un poco la tensa cuerda que el destino tenía a nuestro alrededor?
Mierda, A*****, no tuve valor para negarme a aceptar aquello que el mundo había elegido para mí. Ahora, no sé si lo desprecio o no, ahora ya no tengo opción. Ahora me paso los días tratando de encontrar alguna chispa, alguna canción escondida, jugándome lo que puedo la vida para ver si así ella me devuelve un poco del respeto que ahora le he perdido.
Es verdad que tú te cansaste de esperar, es verdad que cuando yo buscaba de forma desesperada una solución, tú decidiste mandarlo todo al traste. Pero no sé… ¿por qué demonios no les dije a todos que para mí valían nada al lado de un sueño? ¿Fui yo quien lo estropeó? ¿Fuiste tú?
Ésas son las preguntas que me quitan ahora el sueño, cariño. Y quizá lo peor de ellas sea la respuesta, que se esconde agazapada tras los desvaríos y se reconoce por el brillo de cuchillo agudo que trae consigo. Sí, es ésa: ya no importa.
¿Duele, verdad? Pero me temo que es inevitable.
Quizá Nueva York nos robó el sueño. O puede que fuese tu isla, o esta maldita profesión; lo que es una verdad incuestionable es que ese amor verdadero que una vez llegamos a sentir, ése del que hablan en las películas para niños, en los cuentos de hadas… ese sueño ya lo hemos podrido, ya no es para nosotros dos, y si tengo que conformarme con la mierda gris del resto del mundo, pues entonces tendrá que ser con cualquier otra, pero no será contigo, no. Me niego. No puedo tolerar esa mancha sobre tu recuerdo.
Es por esto que sé que no te enviaré esta carta que me desnuda. Es por esto que sé que trataré de seguir sonriendo un poco cada día, aunque no tenga ni putas ganas. Es por todo esto que no te negaré jamás un «Hola, ¿qué tal andas, pequeña?». Es por esto por lo que sé que estamos condenados, que lo que nos queda es “Sobrevivir” como cantaba la Gaynor, aunque nosotros lo haremos sin tanta alegría.
Es por esto por lo que sé que no volveré a dormir: para no tener que volver a soñar contigo.
jueves, 28 de agosto de 2008
Resurgir
Siento que estoy a muchos kilometros de donde me encuentro en estos momentos. Puede ser debido a tu ausencia, todo a mi alrrededor es silencio. Un silencio absoluto. Qué extraño, yo, que en miles de ocasiones he afirmado que me gusta el silencio, ahora estoy tremendamente asustada. Siento la necesidad de escuchar tus palabras, pero parece ser que en estos momentos han desaparecido todo rastro de ellas y de ti. Las llamo, te llamo y digo que vengais de nuevo a mi. Prometo abrazar y escuchar todas las que digas. Y me pregunto, si esto continua así por mucho tiempo.¿Me recuperaré de tanta pérdida? Quizás esta experiencia me enseñe que dentro de mi hay varios yo. Si es así ¿cual de ellos saldrá a flote? No dices nada, acaso quieres demostrarme así tu forma de decir mucho? Quizás hoy decidas hablar y mostrar tu mejor sonrisa, una sonrisa abierta, franca, escrita...quien sabe... Al fin y al cabo, qué más da. De una manera u otra resurgiré, como siempre lo he hecho, unas veces con risas y otras con llanto. Por temporadas siendo fuerte y otras más débil. Sea como sea y si después de todo continuas creyendo que es mejor no hablar no te preocupes, porque aún con tus silencios, durante mucho tiempo continuarás llenando mi espacio.
miércoles, 27 de agosto de 2008
DECISIÓN
Querida desconocida:
Llevo una temporada dándole vueltas a un asunto y hoy por fin he tomado una decisión; no ha sido fácil, no creas, la verdad es que aún tengo dudas sobre lo acertado de ella, pero creo que ha llegado el momento de hacerlo.
Sabes bien que hace mucho tiempo, demasiado posiblemente, que te busco por todas partes; primeramente en mis sueños pero luego, poco a poco y sin apenas darme cuenta, empecé a hacerlo en la vida real. Han sido varias las ocasiones en las que me ha parecido encontrarte en lugares y situaciones varias; de hecho he tenido la impresión de que la persona en cuestión intentaba hacerse pasar por ti. Pero, lamentablemente no eras “mi desconocida”.
La situación ha llegado a un punto en el que creo que estás invadiendo en exceso mi espacio personal, ese espacio cada vez más necesario para mi vida y que necesito conservar para mi sólo. Posiblemente es una postura egoísta, pero la esperanza de encontrarte y la posible alegría de conseguirlo se ha convertido en una pesada carga para mi. La conclusión a la que finalmente he llegado es muy simple, yo ya me he esforzado bastante por ti, ahora, si de verdad existes y te interesa darte a conocer, el trabajo ha de ser tuyo.
Y esto es todo lo que te quería decir, doy por finalizada la búsqueda y, es más, realmente ya no me interesa mucho si tu la inicias o no; como te apunte antes, vuelvo a dedicarme a mi propio espacio y a saborear todo lo que, en alguna medida, he dejado de hacer.
Un abrazo
Para Jaime
Buenas noches, Jaime.
Aquí seguimos, hermano, perdidos entre la mugre de las estancias ajenas tratando de encontrar un retazo de aquello que alguna vez imaginamos para nosotros. Sin embargo, paso las noches con el pestazo de un tabaco viejo y amargo en la boca sin terminar de salir de los días tras días. Me siento en esta silla que no es mía ni tuya, tratando con todas mis fuerzas de perder el tiempo por no estar seguro de si todo esto lo que se me está pidiendo estuvo alguna vez en algún recoveco de intenciones soñadas a la luz de las velas. Me temo que no. Escucho canciones antiguas de cuando mi fiel amiga aún se dejaba acariciar por mis dedos, antes de que el látex y el talco la separasen de mis manos con promesas de algo mejor, y todavía vagabundo a este lado del charco, me aferro a las palabras y a los rostros de quien voy conociendo y en los que reconozco la misma ansia, el mismo vértigo, la misma falta de casa.
Al menos yo tengo un sitio a donde volver… Pero entre tanto, me temo que no podemos hacer mucho más que contemplar las noches pasar, con el arrebato de rabia que me aferra al morro del príncipe Eristoff, con la búsqueda desesperada de un soplo de magia en el fondo de un vaso, y aun así sabiendo que si ésta apareciese –pues cómo no, cojones – estaré tan borracho que no sabré verla, o ya casi lo suficientemente sobrio como para encoger el culo y volver a casa solo.
Y a veces me produce risa y otras veces me dan ganas de romper algo hermoso con mis manos traicionadas, pero entonces me siento tranquilo, respiro hondo y pienso en todos los que me abofetearían por payaso, por ingrato, por idiota.
(¿Acaso no lo tienes ya, imbécil? Sabes que cuando no te empeñas en bajar a dar un paseo por los infiernos todo suena mejor, y hasta las guías de angioplastia bien te las puedes imaginar como seis cuerdas vibrantes y vivas, que no compiten con el rock n´ roll, que no te ciegan. Bien sabes que cuando llegue el momento de traicionarte a ti mismo podrás decirle a una sirena: “llévame contigo cuando te marches”. ¡Pero si lo estás viendo! Si a pocas horas de que te examinen como a una virgen nerviosa estás cantando y saltando como un adolescente idiotizado en un concierto, inquieto y enjaulado rezando por una excusa, por una llamada, por un pretexto para tirarte a la calle con una sonrisa traviesa en los labios.)
Perdón por el paréntesis, hermano, pero sabes que a veces me quedo como tonto mirando los trenes pasar, me pongo a charlar en silencio con el reflejo de los ojos brillantes en el espejo y me pierdo como un viejo en las historias del alguna vez. Ahorita mismo vuelvo contigo. Sé que no me lo tendrás en cuenta, que tú también divagas cuando quieres más que una maniaca repleta de bolsos y zapatos nuevos traída a la fuerza a la sala de emergencias por sus desesperados amigos.
Así pasan las horas, y los días y los Abriles. Y todavía me parto el eje contemplándote beberte a una inglesa con ganas de todo menos de dormir. Una noche y otra noche, y no por eso me río menos, sino más bien al contrario. Subo cada vez que me dejo llevar, y tengo que empeñarme de veras, romperme el espinazo y sudar la gota gorda para poder seguir diciendo que las cosas no están en su sitio, que yo no debería estar aquí, que no me gusta esto o lo otro o cagarme en la madre de alguien que pretende joderme y no me da más que lástima.
Así que, a pesar de todos los reproches, sé que aún lo más inesperado está por llegar, y que una semana en esta manzana podrida puede dar tanto juego como aquellos supuestos momentos, endiablados y lisérgicos, de los que hablo tanto que un día no voy a saber siquiera quién cojones fui, o cuando menos te aburrirán los suficiente, pasado el novísimo encuentro, para que me mandes al pedo y me hagas callar trayendo otro Long Island que me ahogue y no tener que aguantar, como bien dirías, mis “pendejadas de borracho”.
Y tenemos compañía. Ahora la mía que hago tuya, y mañana la tuya que yo me empeñaré en negar como mía, como un payaso pensando que se me pueda diluir tu cercanía, como diciendo “no me líes más que ya tengo lo que quiero”, pero mis payasadas aparte… esto tiene que estar bien, amigo, y nadie se atreverá a decir nunca que no quemamos esta puta ciudad como nerones del cybersiglo buscando nuestra musa entre las rosas que crecen en la basura.
¡Salud!
martes, 26 de agosto de 2008
El niño misterioso...
Ayer vi a Javier y a Maverick sentados a la mesa, compartiendo una infusión y una conversación sobre las noticias. No sabía si acercarme. A fin de cuentas no soy más que una camarera a tiempo parcial, cuando no esta Madison o hay poco trabajo me dedico a sentarme en aquella mesa- la que hace esquina junto a la ventana- y apoyando la barbilla en mi mano observo lo que acontece fuera, o bien me entretengo espiando a la clientela del local.
Javier y Maverick parecen tristes, lo noto en sus caras, en sus gestos, en su lenguaje corporal. Es normal, estos días todo el mundo lo esta. Me pregunto si debería invitarles a algo, un café, otra infusión, o quizá sea muy atrevido...
Perdida en estos devaneos no me doy cuenta de cómo el niño se acerca hasta mí. Noto un tirón de mi delantal de trabajo -un desenfadado uniforme-, y cuando bajo los ojos me topo con su mirada franca, sus ojos castaños. Enarco una ceja sorprendida.
- ¿Te has perdido pequeño?
Él niega con la cabeza.
- ¿Tienes hambre? ¿te encuentras bien?
Pero el niño no responde...
Miro a un lado y a otro buscando a sus progenitores. En este breve movimiento el chico desaparece. Confundida, recojo del suelo un papel que yace donde él tenía los pies hace un momento. Hay una frase escrita:
"La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo."
Tras releerla varias veces, me acerco a la pizarra con los menús y la escribo, preguntándome quién era ese niño y si quizá por ventura le volveremos a ver en el Café...
lunes, 25 de agosto de 2008
Javier.
[por Anjanuca]
Cuántas veces hemos cruzado nuestros caminos por las escaleras, cuántas veces me he acercado a ti sólo para pedirte los horarios, cuántas te he pedido los días de salida para ajustar el circuito, cuántas me has llamado para avisar de que el vuelo se cancelaba....
Hoy leo tu nombre en la prensa. Ya te han identificado y vuelves a casa. Y sigo leyendo y veo que tus padres son ese matrimonio tan agradable al que veo tan a menudo cuando entro en su bonita bombonería a comprar esas deliciosas castañas confitadas. Y sigo y me entero de que hace tan sólo un año que tenías este nuevo trabajo, que esta era en realidad tu ilusión. Ya no puedo seguir leyendo, las lágrimas emborronan las letras, las líneas se cruzan, no veo. No creo.
Me han llamado nuestros antiguos compañeros, están tristes, muy tristes. Me comentan que esta semana quieren reunirse para recordarte y me preguntan si quiero unirme a ellos.
Digo que sí, pero mi motivo no va a ser sólo recordarte sino pedirte perdón. Perdón porque mi vida ha estado cruzándose con la tuya durante dos años y no he sabido conocerte, perdón porque siento vergüenza de mi misma porque hoy he sabido más de ti que cuando la vida me dio la oportunidad.
Espero sepas perdonar mi desidia, yo te prometo hacer todo lo humanamente posible para no olvidar ni tu cara ni tu voz. Te lo debo.
Siempre infiel
Nunca dejará de sorprenderme tu tremenda capacidad para cambiar el mundo que me rodea. Es posible que tú quieras llamarlo amor. De hecho, sé que se inflama tu ego cuando te digo que desde el día que nací estaba predestinado a caer en tus brazos. Te ríes de mí cuando juego a ponerte celosa. Yo también, pero en el fondo sabes muy bien que no importa cuántas personas pasen por mi vida porque te sientes absolutamente segura de que siempre, tarde o temprano, acabaré rendido a tus pies.
No importa que me sienta perdidamente enamorado, entregado en corazón, cuerpo y alma. A ti te da igual. Te ríes. Eres fría como el hielo. No, aún eres más. Eres más fría que el frío más intenso que pueda imaginar en este Universo. Eres fría y fea. Tu belleza no existe. Mientes. Me mientes querida, lo sé. Cada día me mientes diciéndome que soy tuyo, que me quieres para ti, que me tomarás un día y que me querrás sin medida y para siempre. Tomarás mi cuerpo, mi mente, mi alma… Te odio. Te odio profundamente incluso sabiendo que me plegaré a tus deseos cuando tu voz pronuncie mi nombre. Tu amor es falso. Falso como tu misma. No te importa el hombre que soy, ni mis hechos, ni mis sentimientos y aún así, no puedo comprender que complejo mecanismo se activa en mi mente cuando, odiándote como te odio, termino llorando a solas cuando descubro que has vuelto a serme infiel. No quiero verte. No quiero oírte. No quiero saber dónde estás. No son celos, traidora. No te sientas tan importante ni tan deseada. Mis lágrimas no son por ti, son por lo que matas en mí.
¿Sabes?, he descubierto que la única forma que tengo de compensar estas lágrimas es abriendo mi corazón, compartiendo lo mejor que existe en mi ser, entregando todos los maravillosos sentimientos que nacen en algún misterioso lugar dentro de mí. Sentimientos que me enorgullecen. Quiero entregar todo esto para que nada bueno quede en mí cuando te dé el capricho de darle un nuevo zarpazo a mi corazón. Cada poco te burlas de mí, de tus nuevos amores, de tus nuevas conquistas que no lo son, ¿me oyes?, no lo son. Ellos no te quieren y yo tampoco. Deseo devolverte todo el daño que me haces pero siento que es humanamente imposible, a no ser amando al mismo nivel que tu incansable sed de conquistas. Tengo la certeza máxima de que no piensas cambiar y que tu fría piel, como tus sentimientos, seguirá buscando calor y refugio en los cuerpos cálidos de tus infinitos amantes o víctimas, porque eso es lo que somos, víctimas de unos encantos que no tienes pero ante los cuales nos rendimos uno tras otro. Hoy también tengo otra certeza y es la de que a tu indiscriminada lista de victorias, a la que acabaré rendido sin remisión, responderé y respondo ya con un cúmulo de emociones y sentimientos llenos de amor y generosidad, de entrega y de cariño, de amistad y de respeto, de luz, de esperanza, de admiración, de coraje, de fuego y de fuerza vital que entrego con pasión, con sangre y con raza española, la que tengo, a todas las víctimas de tu odio y tu desdén por el ser humano.
Querida, hoy como ayer, me has arrebatado a ciento cincuenta y cuatro personas de la vida, de mi vida, pero tienes que saber que no podrás arrebatarme nunca el amor que siento por cada una de ellas, vivo, caliente y bullicioso en mi corazón y en mi alma. Hoy, igual que ayer, prometo serte infiel con todas las personas dignas de pertenecer a la grandeza del ser humano y, aunque al final yo también termine derrotado a tus pies, mis victorias, como las de ellos, se medirán por las personas que amo con el corazón limpio y la mente sana.
Siempre infiel a ti,
Maverick
Pd.- Un enorme abrazo a todas las personas, hombres, mujeres y niños que han perdido la vida en el trágico accidente de avión ocurrido en el aeropuerto de Barajas (Madrid) el día 20 de Agosto de 2008. Siempre con vosotros, siempre unidos, siempre en el corazón.