La otra tarde en uno de nuestros encuentros le dije, me he habituado a tu boca.Cuando no tenías rostro, solo nombre, ya te amaba.
Podría decirse que hay algo delirante en todo esto, pero de vez en cuando sucede, o eso pienso. Así, que ahora lo que deseo con toda mi alma es que salga bien.
Me escuchaba con atención, pero en la mirada vi ensimismamiento y en sus ojos lujuria.
Entonces, yo le miré abiertamente a los ojos , y lo vi como alguien que pertenece a mi presente. Cuando estamos juntos habitamos otro mundo, de otra índole.Tan sencillo como eso.¡Querido! Asumiré cualquiera que sea la verdad.
Me acarició la nuca con la mano y yo deslicé mi pie descalzo hasta dejarlo caer sobre el suyo.
Miro el reloj, ahora son casi las seis. Llegará en unos minutos para nuestro paseo habitual del anochecer.
Son momentos de gran solemnidad y belleza. Es la señal inequívoca de que él es la persona con quien quiero compartir mis noches y mis días. Sin sobresaltos, a plena conciencia.
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