Me costaba mucho escribir cualquier párrafo de La asesina ilustrada. Sin embargo, cuando mi padre me envió desde Barcelona una carta en la que me decía que no pensaba esperar ya más tiempo a que terminara la dichosa novela y que había decidido cerrarme por completo el alegre grifo del dinero, le escribí una carta con una soltura literaria muy distinta de la que tenía cuando escribía, agarrotado, mi novela.
Siempre que releo esa carta, me quedo sorprendido de cómo está escrita: mi estilo en ella es muy superior al dubitativo de La asesina ilustrada. Esta carta confirma esa expresión española que dice que el hambre agudiza el ingenio.
“Querido padre: He llegado a esa edad en la cual se tiene pleno dominio de las propias cualidades y la inteligencia alcanza su máxima fuerza y capacidad. Es por tanto el momento de realizar mi obra literaria. Para realizarla, necesito tranquilidad y poca distracción, no tener que pedirle dinero a Marguerite Duras ni estar todo el rato ocupándome de convencerte de que vale la pena que financies la escritura de una novela que a la larga, cuando la termine y la publique y recoja el aplauso de las multitudes habrá de llenarte de orgullo paterno y de gran satisfacción por haber sabido ser generoso conmigo.
Tu hijo que te quiere…”
Con esta carta logré aplazar por un tiempo el fin definitivo de los giros postales. Provisto de un indudable sentido del humor y de un estilo muy sobrio y escueto, mi padre me contestó:
“Querido hijo: He llegado a esa edad en la cual uno se ve obligado a comprobar cómo su hijo se ha convertido en un imbécil. Te doy tres meses de tiempo para que termines tu obra maestra. Por cierto, ¿quién es Marguerite Duras?”
París no se acaba nunca, de Enrique Vila-Matas
Siempre que releo esa carta, me quedo sorprendido de cómo está escrita: mi estilo en ella es muy superior al dubitativo de La asesina ilustrada. Esta carta confirma esa expresión española que dice que el hambre agudiza el ingenio.
“Querido padre: He llegado a esa edad en la cual se tiene pleno dominio de las propias cualidades y la inteligencia alcanza su máxima fuerza y capacidad. Es por tanto el momento de realizar mi obra literaria. Para realizarla, necesito tranquilidad y poca distracción, no tener que pedirle dinero a Marguerite Duras ni estar todo el rato ocupándome de convencerte de que vale la pena que financies la escritura de una novela que a la larga, cuando la termine y la publique y recoja el aplauso de las multitudes habrá de llenarte de orgullo paterno y de gran satisfacción por haber sabido ser generoso conmigo.
Tu hijo que te quiere…”
Con esta carta logré aplazar por un tiempo el fin definitivo de los giros postales. Provisto de un indudable sentido del humor y de un estilo muy sobrio y escueto, mi padre me contestó:
“Querido hijo: He llegado a esa edad en la cual uno se ve obligado a comprobar cómo su hijo se ha convertido en un imbécil. Te doy tres meses de tiempo para que termines tu obra maestra. Por cierto, ¿quién es Marguerite Duras?”
París no se acaba nunca, de Enrique Vila-Matas
Ja, ja. Siempre me queda leer a Mr. Vilamatas. Ese duelo de cartas, mmm. Me gusta la respuesta del padre.
ResponderEliminarY Feliz Navidad con retraso Barajas!!!!
Me gustan las enfermeras porque tienen una gran capacidad de sacrificio y resistencia. Lo sabía muy bien Hemingway, que se enamoraba a menudo de ella. En Italia, durante la Primera Guerra Mundial, una ametralladora austriaca le alcanzó en la pierna izquierda y le llevaron al hospital de la Cruz Roja americana, en la vía Manzoni de Milán. Había allí dieciocho enfermeras para solo cuatro pacientes. Pues bien, Hemingway se enamoró de Agnes Hannah von Kurowsky, la enfermera jefe, una americana de origen alemán que le inspiró la heroína Adiós a las armas y que llevó al irónico Scott Fitzgeralt a decir que Hemingway necesitaba una mujer nueva para cada novela que escribía. Desde luego uestes, la que no se llama Clara, es la mujer nueva de esta conferencia, de eso no tengo la menor duda, como tampoco la tengo que París no se acaba nunca.
ResponderEliminarSe me olvidó el encomillado (Extracto de "París no se acaba nunca" de Enrique Vila Matas.
ResponderEliminarEl libro de Vila-Matas habla del vacío, de la soledad, del aburrimiento y no deja de lado la confusión del escritor que empieza.
ResponderEliminarHermoso y discutido libro
Abrazos
Madison:
ResponderEliminarYo también llego tarde.
Espero que tu Navidad haya sido bien chévere.
Y el año nuevo sea excelente
Saludos
Jo, el padre se parece a mi tío.
ResponderEliminarUna entrada muy acertada, Madison. Habrá que bucear en la lectura recomendada.
Besos con los labios un poquito blancos de polvorones.
Jjajajaja
ResponderEliminarPadres e hijos, hijos y padres.
Menos mal que se tienen los unos a los otros.
Abrazos, Madison y felices fiestas!
Los padres...
ResponderEliminarUn placer Madison, siempre que vengo, mis ratinos se convierten en tiempo.
Un beso grande y Feliz Navidad. :)
Es de los mejores, para releerlo sin parar.
ResponderEliminarotro más para la lista...
ResponderEliminaral carromato de deseos para este año nuevo le va a costar avanzar ;-))
Interesantísimo fragmento.
ResponderEliminarPero... ¿sólo tres meses?
Madison Feliz año nuevo 2011! Que Dios les bendiga grandemente y que este nuevo año nos traiga mucha salud, paz, alegrias! Besos
ResponderEliminarLlevo días echandote en falta... y me encuentro con que desapareciste de mis blogs.... inexplicable.
ResponderEliminarMe pondré al loro con tus escritos e intentaré averiguar que fue lo que paso...
Un biquiño amiga siempre siempre.
JAJAJAJAJA, FULL, BACANO, ME TRAMA, JAJAJAJA.
ResponderEliminarUN ABRAZO
Que la ilusión y la esperanza sigan llamando a la puerta en el nuevo año que llega,
ResponderEliminary que se cumplan tus deseos.
¡¡¡Feliz año 2011!!!
París siempre da mucho juego.
ResponderEliminarSalu2