Colección de cartas reales y ficticias para disfrutar del simple placer de leer y escribir.
lunes, 28 de septiembre de 2009
La Princesa Durmiente va a la escuela
François le respondió con esta otra, remitida por correo a aéreo:
Querida Agathy: No he salido de casa, desde tu marcha, más que lo indispensable, y te aseguro que, de momento, no pienso escapar a ninguna parte.
Me interesa mucho estudiar esta primera experiencia de soledad, enteramente nueva para mí, de la cual voy sacando conclusiones bastantes graves sobre la naturaleza y las relaciones entre hombre y mujer.
Mis conclusiones sobre la naturaleza humana consisten, ante todo, en la convicción de que el hombre es un ser extremadamente débil, incapaz de resistir la alteración de una amable costumbre. Esto es una vulgaridad, pero bastante cierta, por lo menos en mi caso.
Y tiene, además, el aliciente de la novedad, porque basta ahora, mis conclusiones no habían sido nunca vulgares, y te aseguro que, para mi, tuvo la misma emoción que si un hombre vulgar hubiera llegado a una conclusión genial.
Por fortuna, no pertenezco a la casta de estúpidos que creen en sus propias ideas-Sócrates, cuando decía “sólo sé que no sé nada”, quería significar lo mismo, aunque con otras palabras-. De modo que me queda la esperanza de llegar pronto a conclusiones más consoladoras.
En estas circunstancias, ¿cómo voy a alegrarme de ese proyecto de ausencia? Sin embargo, ya que lo de la Princesa no tiene remedio, me satisface la ocasión de estar bien informado y al día, de lo que vaya sucediendo.
Esto es lo único que puede compensarme un poco de su ausencia.
Sería inevitable, sin embargo, que te escriba terribles cartas apasionadas. Si a los tres días estoy como un loco furioso, ¿qué sucederá pasada una semana?
¡Oh, querida¡ ¡Cómo añoro tu silencio¡ De noche, despierto a tu lado, sólo escuchaba tu corazón. Ahora, escucho hora tras hora el ruidito de una polilla en el escritorio que hemos comprado últimamente. Por cierto que necesitaremos hacerle algún arreglo, si no queremos que se pudra.
Tengo miedo que la polilla abandone el escritorio y se aloje en mi corazón.
Te quiere
FRANÇOIS
P.S. Será difícil que me escribas una carta diaria, considerando el mucho trabajo que te dará la Princesa despierta. Con que me dediques las tardes de los domingos es suficiente.
Me permito aconsejarte que me cuentes lo que un periodista, en tu lugar, me contaría. Lo único que me importa es lo esencial.
Si alguna vez necesito precisiones sobre trajes, o cosa parecida, te lo indicaré. Pero no olvides que para mis fines me importa más el testimonio de Benjamin Constant que el de Hemingway.
Creo también necesario que te protejas personalmente contra la jettatura que preside, como el Hado amigo, todo el asunto de la Princesa. Mi madre, para estos casos, recomendaba llevar siempre en el bolsillo una cabeza de ajo macho.
Madame Dunois está de acuerdo, en principio, con el traspaso de su tienda.
Piensa en mí
La Princesa Durmiente va a la escuela, de Gonzalo Torrente Ballester
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