Cuando terminamos de comer, los demás decidieron quedarse y tomar (según ellos) la última copa del día antes de despedirse, pero yo hacía rato que me hallaba muy lejos de aquellas cuatro paredes, me sentía extraña con aquellas personas que reía de forma demasiado ruidosa para mi gusto. Necesitaba con urgencia notar el aire frío empapando mi rostro. Me despedí de todos mientras cogía
el abrigo y me colgaba el bolso sobre el hombro derecho, salí a la calle con
paso ligero y pensamientos lentos.
Aunque era temprano reinaba el silencio, la luz de las farolas era amarilla y triste, contrastando con el brillo de las luces
navideñas que adornaban las calles, y es que por estas fechas los días son muy
cortos y las noches demasiado largas.
De vez en cuando me detenía unos segundos porque mi
indecisión se hacia cada vez más fuerte y una aguda melancolía se apoderaba de
mi estado de ánimo.
Con lentitud, para ahuyentar mis propios fantasmas me entretenía en mirar hacia una frontera
imaginaria, tan helada como vacía.
Inventé un ritmo
mientras una de mis manos jugueteaba con
las llaves que momentos antes
había colocado en el bolsillo del
abrigo.
Al llegar a casa abrí la puerta y me detuve por unos segundos mirando (o quizá esperando) primero hacia el fondo, después a lado y lado del pasillo, anhelando que tal vez se abriera una puerta y alguna
voz me diera la bienvenida, necesitaba oír una expresión parecida a esta,¡ qué bien que ya estés en casa,
te estaba esperando!. Pero solo había silencio, la casa estaba vacía y a oscuras. Cerré con el pie o mejor dicho, con el tacón del
zapato del pie izquierdo. Recorrí el pasillo a oscuras hasta llegar al sillón que un día coloqué bajo la ventana, echándome
sobre él sin ningún cuidado.
Me levanté y fuí hasta el equipo de música, en el silencio mis pasos resonaban por el
piso, noté que alguna lámina del parquet andaba algo suelta. En momentos importantes me gusta escuchar la voces de los músicos que por algún motivo formaron parte de mi vida y de mis recuerdos, esta vez escogí a Gene Pitney
De nuevo me dejé caer en el sillón, pero esta vez despacio, formando un ovillo con mi cuerpo, abrazándome a mi misma,
escuchando las notas que flotan en el aire, y me digo que quizá estoy
desperdiciando demasiados cinco minutos de mi vida.
Y me pregunto si habrá alguna o algunas personas que estén pronunciando las mismas palabras que yo.
preciosa divagacion!
ResponderEliminarHola pasaba a saludarte y desear
ResponderEliminarque pases unas felices fiestas
feliz año 2012.
un abrazo.
Supongo que todos, en algún momento. Pero lo que cuenta es ser consciente de ello. Feliz Navidad y nuevo año, Madison, un abrazo bien grane :)
ResponderEliminarMomentos de la vida tan comunes como especiales, auténticos, palpables, queridos para ser repetidos en una espiral que dure hasta que la vida pase.
ResponderEliminarFeliz Navidad
Te he leído con atención, y créeme, yo también he pronunciado esas mismas palabras alguna vez, pero no sólo en esa fecha, sino cada vez que me he sentido incómoda en medio de una celebración que por tradición te obligan a 'estar'. Aprendí a despojarme de equipajes de los que puedo prescindir, y ahora disfruto de lo que "yo quiero elegir", porque a veces la mejor compañía eres tú misma o cualquier otra alma que afín con la que elegiste estar.
ResponderEliminar¡Buen trabajo!
Un fuerte abrazo.
Geles
Sí, Madi. Seguro que hay, habemos, muchas personas más.
ResponderEliminarUn beso.
Madison, un abrazo muy fuerte, sintiendo de veras no asomarme a tu blog como mereces. No tengo tiempo para casi nada, y si me descuido no alcanzo a felicitaros en estos días.
ResponderEliminarHoy entrar corriendo para saludarte y desearte un año lleno de venturas y aventuras.
ResponderEliminarUn biquiño muy grande amiga.