Colección de cartas reales y ficticias para disfrutar del simple placer de leer y escribir.
martes, 25 de agosto de 2009
Música de playa
Querido Jack:
No tendría que acabar así, pero ha de ser, amor mío, te juro que ha de ser así. ¿Te acuerdas de la noche en que nos enamoramos, la noche en que la casa cayó al mar y descubrimos que no podíamos apartar las manos el uno del otro? Entonces no podíamos imaginarnos amando a nadie más, por la intensidad del fuego que encendimos aquella noche. ¿ Y te acuerdas de aquella noche en Roma que concebimos a Leah en la cama del último piso del hotel Raphael? Esa fue la mejor para mí, porque los dos queríamos un hijo. La mejor porque transformamos toda la lectura y la desesperación e nuestras vidas en algo que era signo de esperanza entre los dos. Cuando tú y yo nos amábamos, Jack, podíamos hacer arder el mundo con nuestros cuerpos y que renaciera en su perfección.
No te había dicho por qué os dejé a ti y a Leah, pero te lo digo ahora. Es otra vez la locura. Y esta vez no puedo luchar contra ella. La señora ha vuelto. La señora de las monedas ha vuelto, la mujer de que te hablé cuando éramos unos adolescentes. De niña sólo vino a mirarme y a apiadarse, pero esta vez fue cruel. Esta vez hablaba con las voces de los alemanes y me escupía por ser judía. De niña, Jack, no podía sportar lo que habían sufrido mis padres. Su dolor me afectaba como nada en la vida ha podido afectarme. Despertaba cada mañana a su angustia callada, a su guerra con el mundo que jamás las palabras podrían expresar. Llevaba su dolor dentro de mí como un niño. Lo absorbía, me alimentaba de él, le dejaba cabalgar mi sangre con esquirlas y puñales. Nunca he sido bastante fuerte para superar la terrible historia de mis padres. Lo que ellos soportaron me tortura, me conmueve, me hace enloquecer de desesperación.
Ahora la señora de las monedas me llama, Jack, y no puedo resistir su voz. No tengo monedas cosidas en los botones del vestido para comprar mi huida ni pagar a nadie. Los campos de concentración me llaman, Jack Mi tatuaje es reciente y el largo viaje en vagones de ganado llegó a su fin. Sueño en el Zyklon B. Tengo que seguir la voz, y cuando salte del puente, Jack, estaré yendo a las fosas de los cuerpos hambrientos y martirizados de seis millones de judíos, y arrojándome entre ellos porque no puedo evitar su acoso. Los cuerpos de mi madre y de mi padre yacen entre esos judíos asesinados, y ni siquiera tuvieron la suerte de morir. En estas fosas, que siempre he soñado que eran mi verdadero hogar, ocuparé el lugar que me corresponde por derecho. Seré la judía que les arranca los dientes los dientes de oro a los muertos, la judía que ofrece su escuálido cuerpo para que hagan con él el jabón que lavará a esos soldados del Reich que combaten en el frente ruso. Es locura, Jack, pero es real. Siempre ha sido lo más auténtico de mí y suplico tu perdón.
Pero, Jack, querido Jack, mi buen Jack, ¿cómo puedo dejaros a ti y a Leah? ¿Cómo le explico a la señora de las monedas el amor que siento por los dos? Pero no es mi amor lo que busca, sino mi vida. Su voz es cautivadora en su mortal ternura, y la señora conoce bien su oficio. Sabe que no puedo amar a nadie si mi país es el país de los torturados, los obsesionados, los que lloran y los vencidos.
Es lo mejor, Jack, lo mejor para mí. Cuando ya no esté, háblale de mí a Leah, por favor. Cuéntale las cosas buenas. Cuídale bien. Quiérela por los dos. Adórala como yo hubiera hecho. Busca la madre que llevas dentro, Jack. La llevas dentro y es buena madre, y cuento contigo para que la encuentres y la respetes y críes a Leah con la parte más dulce y tierna que hay en ti. Haz el trabajo que me correspondía a mí, Jack, y no dejes que nadie te lo impida. Honra mi recuerdo con la adoración de nuestra hija.
Y Jack, querido Jack, algún día conocerás a otra mujer. Yo ya quiero a esta mujer y la aprecio, y la respeto, y la envidio. Tiene a mi dulce hombre, y yo me habría enfrentado a cualquier mujer del mundo que intentara separarte de mi lado. Díselo y háblale de mí.
Te estoy esperando, Jack. Te estoy esperando en la casa que el mar se llevó la primera noche que nos amamos, cuando supimos que nuestros destinos se habían unido. Ámala bien y fielmente, pero dile que estoy preparando la casa para tu llegada. Ahí es donde te espero ahora, Jack, mientras lees esta carta. Está en l fondo del mar y hay ángeles que flotan por sus rincones y se asoman tras los armarios. Oiré tu llamada en la puerta, y abriré, y te arrastraré a la habitación en que bailamos con la música de la playa, nos besamos tendidos en la alfombra y te desafié a que me amaras.
Cásate con una buena mujer, Jack, pero no tan buena que después no quieras volver conmigo a nuestra casa en el fondo del mar. Espero que sea guapa y que quiera a nuestra hija tanto como yo la habría querido. Pero dile que no renuncio a ti por completo, Jack. Le permito que te tome prestado por un tiempo. Me voy, pero estaré esperándote, querido, en la casa que el mar se llevó.
Te lo ordeno, Jack, en el último grito de mi alma y de mi imperecedero amor por ti: cásate con una mujer fabulosa, pero dile que soy yo quien te acompañó al baile. Dile que tienes reservado el último baile para mí.
Amor mío
Shyla.
Música de playa, Pat Conroy
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Ohhhh Madison, estaba leyendo el fragmento de la carta de Andre Gorz y he entrado en tu blog, y esta carta, me ha conmovido. Gracias por enseñar cosas maravillosas.
ResponderEliminarGracias a ti por leerlas y además hacerlo saber.
ResponderEliminarUn abrazo