sábado, 31 de diciembre de 2022

Ayer.-Agota Kristof


 

 Hacía tiempo, que no leía un libro tan desolador como este, tal vez por eso he elegido este sitio de la foto, tan cálido, tan soleado y con tan buena vista, para terminar la lectura, última lectura del año en curso, aunque ahora que lo pienso he leído poquísimo este año.

Tengo que decir que desde que leí, Claus y Lucas, y posteriormente, La Analfabeta, me dejó un sabor tan amargo que he ido posponiendo el que me trae ahora titulado, Ayer.
Es un libro muy breve de apenas cien páginas tal vez es más un relato que una novela.
Está escrito en primera persona, desde la voz de Tobías un niño ( después adulto) pobre que vive en el bosque con su madre que a la vez se gana la vida acostándose con los hombres del pueblo. Hombres de familia respetables a la vista de los demás. Uno de ellos es el padre de Tobías.
Los personajes de Ayer son personas tristes que a causa de la guerra no han tenido más remedio que huir de su país y refugiarse en otro que los acoge en un campo de refugiados.
Habla del desarraigo, la memoria, la rabia, no he visto odio, pero sí desganas de vivir, frialdad e impotencia, el vacío de sus vidas es tal que los conduce a un permanente borde del abismo, de un precipicio aterrador y sin vuelta atrás
Una vez exiliado, no nos dice si por propia voluntad o por obligación, como tampoco sabemos el país, aunque bien puede ser Hungría, Tobías adopta el nombre de Sándor Lester, Sándor es el nombre de su padre que como he puesto más arriba nadie sabe quien es, él sí que lo sabe.
En el exilio trabaja en una fábrica de relojes, trabaja, un autómata que sólo le ayuda a seguir viviendo la escritura y un sueño, un amor de la niñez cada vez más idealizado.

El libro empieza así:
"Ayer soplaba un viento conocido. Un viento que ya me había encontrado."

La desgana, el terror, etc :
"Anduve por mi cuarto durante horas. Mis libros estaban tendidos sin vida sobre la mesa y los estantes, la cama estaba fría, demasiado limpia, no debía acostarme
Se acercaba el amanecer y las ventanas de las casas de enfrente estaban todas negras.
Comprobé varia veces que la puerta estuviese cerrada, luego intenté pensar en ti para conciliar el sueño, pero no eras más que una imagen gris, huidiza, como el resto de mis recuerdos.
Al cabo de poco no me quedó ya nada en lo que pensar, solo me quedaron algunas cosas en las que no quería pensar. Me habría gustado llorar un poco, pero no podía, porque no tenía ningún motivo para hacerlo."
Hay momentos que la infelicidad se convierte en felicidad, una felicidad tan efímera como los recuerdos, pero es que sin esos momentos se hace cuesta arriba seguir viviendo, como este que describe en la página veintidós"
"Ayer tuve un instante de felicidad inesperada, sin motivos. Él se me acercó a través de la lluvia y la niebla, sonreía, flotaba por encima de los árboles, danzaba delante de mí, me rodeaba.
Lo reconocí.
Era la felicidad de un tiempo muy lejano, en que el niño y yo éramos uno. Yo era él, apenas tenía seis años y soñaba por la noche en el jardín, mirando la luna.
Ahora estoy cansado. Son los que vienen por la noche los que me cansan tanto. Esta noche, ¿Cuántos serán?

La alegría exultante de volver a encontrarse con Line, su amor de la niñez, un amor sobrevalorado como bien se desprende después:
"Así no pasa un día sin que vea a Line. Se me ha vuelto indispensable.
Mis jornadas en la fábrica se vuelven jornadas de alegría, mis despertares por la mañana son felices, el autobús es un viaje alrededor del mundo, la plaza Principal es el centro del universo."
El tiempo se desgarra. ¿Dónde encontrar los descampados de la infancia? ¿Los soles elípticos paralizados en el espacio negro? ¿Dónde encontrar el camino volcado al vacío? Las estaciones han perdido su significado. Mañana, ayer, ¿Qué significan esas palabras? Sólo existe el presente."
Al final la vida es eso, dejarse llevar, aceptar y saber trajinar lo que nos llega. En todo caso saber encontrar belleza y agradecimiento, que siempre lo hay
"En el valle resonaba aún el sol, sencillas casas grises pacían la hierba del prado cuando el músico más fuerte que, soñador, se paseaba por los trigales, se arrodilló en la colina. Y en el fondo del barco cantó el más feliz de todos.
Los otros no vieron las muletas del sol imponente.
Un cuadro se llenó de los colores del cielo. En los ojos se iluminaron las estrellas del porvenir."
Me encanta los libros de Asteroide, entre otras cosas porque siempre en la última página hay una cita que viene muy acorde con el libro, en este caso es de Pessoa y dice así:
El corazón si pudiese pensar se pararía

  • Agota Kristof
  • ISBN:9788417977825
    Publicación:Septiembre, 2021
  • Número páginas:112
  • Idioma:Castellano
  • Formato:12,5x20 cm

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