Cuando se habla de la vida de un hombre o una mujer, cuando
se hace recapitulación o resumen, cuando se relata su historia o su biografía,
sea en un diccionario o en una enciclopedia o en una crónica o charlando entre
amigos, se suele relatar lo que esa persona llevó a cabo y lo que le pasó
efectivamente. Todos tenemos en el fondo la misma tendencia, es decir, a irnos
viendo en las diferentes etapas de nuestra vida como el resultado y el
compendio de lo que nos ha ocurrido y de lo que hemos logrado y de lo que hemos
realizado, como si fuera tan sólo eso lo que conforma nuestra existencia. Y
olvidamos casi siempre que las vidas de las personas no son sólo eso: cada
trayectoria se compone también de nuestras pérdidas y nuestros desperdicios, de
nuestras omisiones y nuestros deseos incumplidos, de lo que una vez dejamos de lado
o no elegimos o alcanzamos, de las numerosas posibilidades que en su mayoría no
llegaron a realizarse-todas menos una, a la postre- , de nuestras vacilaciones
y nuestras ensoñaciones, de los proyectos frustrados y los anhelos falsos o
tibios, de los miedos que nos paralizaron, de lo que abandonamos o nos abandonó
a nosotros. Las personas tal vez consistimos, en suma, tanto en lo que somos
como en lo que no hemos sido, tanto en lo comprobable y cuantificable y
recordable como en lo más incierto, indeciso y difuminado, quizá estemos hechos
en igual medida de lo que fue y de lo que pudo ser
Mañana en la batalla piensa en mí, Javier Marías
el cuadro es de Rossana Petrillo
el cuadro es de Rossana Petrillo
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