Hay quien le gusta soñar y luego están los que prefieren imaginar.Yo, que soy algo, pragmática dejo a un lado los sueños para dar rienda suelta a la imaginación, pongamos por caso que un dia de estos
vendrás a casa. Prepararé aquello que tanto te gusta y nos pasaremos toda la noche a la mesa del salón, entre música de Mahler y cóctel de pomelo.Comeremos cualquier cosa y lo haremos del mismo plato. Y tú, esa noche de febrero, llevarás el jersey de lana que te regalé por tu cumpleaños. Hablaremos hasta altas horas de la noche, quizá esperemos a ver amanecer, con el placer que da las conversaciones repetidas, pero que cada vez suenan a nuevas y afortunadas. Mi mirada estará depositada en tus cabello blanco, y la tuya sobre mis hombros, ambos inclinados sobre la madera de la mesa, los cuerpos bañados en el reflejo que la luna proyecta en la madrugada.
Quizá describo esa noche como algo irreal, transfigurada por las ganas de volver a verte; pero yo sigo imaginando, y pienso incluso en el tono de voz, será pausado y dulce, por momentos conteniendo el deseo, esas ansias de quer saber todo provocadas porque sé que la visita será breve, ya que sólo estarás conmigo una noche. He dicho febrero, pero puedes elegir el mes que quieras, un día cualquiera, una hora indeterminada, qué más da. Tal vez llegarás cansado o habrá llovido por la tarde, sé que no avisarás, para mí el encuentro será inesperado.No me gustan las sorpresas, pero ese día lo pasaré por alto. Llegues a la hora que llegues, yo pensaré, ¿por qué no habrá venido antes ?
Si lo supiera, si me avisaras me vestiría para lo ocasión, aunque puede pasar que ese día lleve puesto casualmente el vestido rojo que tanto te gusta.
A fin de cuentas conoces toda esa felicidad que hemos vivido y ahora yo dia a día sigo soñando, la felicidad que da las primeras noches juntos en un pequeño apartamento los dos sentados cobijados con una manta porque no había calefacción. Castañas asadas en noviembre y cerezas en mayo. Ha pasado una vida de todo aquello, ahora la casa es grande, tal vez demasiado y funciona la calefacción. Para ti he ido guardando palabras nuevas en un cuaderno que tengo y he memorado tu imagen a base de tibios silencios. Y en los días que me siento muy sola me pongo tu sudadera azul turquesa que todavía huele a ti. Por unas horas volveremos a gozar de la calidez y el bienestar de nuestro hogar, a puertas cerradas.
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