Hay mañanas de julio que nada más salir a la calle noto que son especiales, mientras voy andando se agolpa en mi cabeza el recuerdo de olores, sonidos y nombres antiguos, momentos de iniciación. Una puerta abierta a lo nuevo, que hoy por el motivo que sea se hace presente.
Me quedo un rato dándole vueltas en la cabeza a todo esto. Busco un sitio donde sentarme. Encuentro un banco de piedra con respaldo de madera. Reposo la cabeza y doy rienda suelta. Cierro los ojos. Me gustaría contárselo a alguien, pero por otra parte se que nadie lo entendería.
Muevo la cabeza, me agito y empieza la lista, Tagore y su Gora, el muro de Pink Floid, cualquier canción de Joan Baez, el olor y la textura de Coperttone, un helado de corte de la marca Camy, Fernando bailando una canción de los Creedence, agua de colonia O de Lancome, el ponche que hacía mi madre, también su tortilla de patatas, mis polos de Lacoste, las risas en familia y las fotografías en blanco y negro…la lista es larga
No es que no pasen los años, ni tampoco que yo permanezca anclada en el tiempo, pero es que hay cosas, sobretodo aquellas que descubrí por primera vez que como por arte de magia son inmortales, bueno hablo por mí, hay cosas que en el momento que se producen pasan a ser eternamente jóvenes, por tanto no hay lugar para el pasado y ni el futuro. Ahí quedan. Incomprensiblemente suspendidas y ancladas en el presente
Imagen de Nelson Kenton.
Mañanitas para disfrutar, porque el resto del día... ¡qué calor!
ResponderEliminarSalu2, Mádison.