[Nota de Madison: Pongo esta carta, la ha escrito Naide.]
Esta mañana, estoy sentado en nuestro banco del paseo marítimo. Ya sé que no es agosto, todavía estamos en marzo. Estoy aquí, porque he visto a tu marido, poner el cartel de “se vende” sobre la barandilla del balconcillo de vuestro apartamento; sus ojos delataban su dolor y su pena, mientras vuestros vecinos lo abrazaban con lágrimas en sus ojos.
Estoy triste, muy triste, tengo miedo y temo por ti, mi amada Eva. No sé, qué ha podido ocurrir, ni dónde estás, si es que aun estás. Sin embargo sé que ya jamás podré saberlo, como nunca he sabido de ti hasta esos diez primeros días de agosto, que venías sola porque él trabajaba y no llegaba hasta el día once. Maldito día once que siempre me ha separado de ti...
Sólo hemos tenido ese poco tiempo cada año. Yo te esperaba cada día uno de agosto sentado aquí. Ha sido así estos cuarenta y cinco años que hace que nos amamos en secreto, pero nos hemos amado tanto...
Siempre me he preguntado ¿por qué cuando te vi, y tu me viste por primera vez, no nos dijimos nada?, ¿y si hubiéramos hablado aquel día de lo que sentíamos al mirarnos?. Luego, con el paso del tiempo, te casaste y tuviste a Noemí, y dos años después a Elvira. Yo también me casé, y tuve a Mario... Pero cada verano, al verte llegar, mi mundo se iba evadiendo hacia el tuyo, y el tuyo hacia el mío, hasta que una nublada tarde, formáramos por fin el nuestro, nuestro mundo, en este banco, en el paseo marítimo.
Mi adorable Eva, nunca te he podido llamar por teléfono, ni enviarte una sola carta de amor, por eso, al escribirlas, las introduzco en una botella y las arrojo al mar cuando baja la marea; eso me hace sentir bien... Te he escrito tantas...
Cuando lleguen de nuevo esos diez días de agosto sé que ya no te tendré, que me faltarás para siempre, pero yo seguiré viniendo cada mañana a la misma hora, y luego, recorreré los lugares en los que hemos estado juntos tantas veces, tan felices... Así lo haré, como tú lo has hecho conmigo todos estos años...
Querida Eva, igual que tú te has llevado nuestro secreto contigo, yo lo llevaré también conmigo, y te seguiré enviando cartas al mar... Y nunca nadie sabrá, porqué me siento en este solitario banco del paseo marítimo a llorarte cada uno de agosto...
PD. Naide, para mi sí que es grato haberte conocido, ya lo creo que si. Y...aquí estoy
Un abrazo
Estoy triste, muy triste, tengo miedo y temo por ti, mi amada Eva. No sé, qué ha podido ocurrir, ni dónde estás, si es que aun estás. Sin embargo sé que ya jamás podré saberlo, como nunca he sabido de ti hasta esos diez primeros días de agosto, que venías sola porque él trabajaba y no llegaba hasta el día once. Maldito día once que siempre me ha separado de ti...
Sólo hemos tenido ese poco tiempo cada año. Yo te esperaba cada día uno de agosto sentado aquí. Ha sido así estos cuarenta y cinco años que hace que nos amamos en secreto, pero nos hemos amado tanto...
Siempre me he preguntado ¿por qué cuando te vi, y tu me viste por primera vez, no nos dijimos nada?, ¿y si hubiéramos hablado aquel día de lo que sentíamos al mirarnos?. Luego, con el paso del tiempo, te casaste y tuviste a Noemí, y dos años después a Elvira. Yo también me casé, y tuve a Mario... Pero cada verano, al verte llegar, mi mundo se iba evadiendo hacia el tuyo, y el tuyo hacia el mío, hasta que una nublada tarde, formáramos por fin el nuestro, nuestro mundo, en este banco, en el paseo marítimo.
Mi adorable Eva, nunca te he podido llamar por teléfono, ni enviarte una sola carta de amor, por eso, al escribirlas, las introduzco en una botella y las arrojo al mar cuando baja la marea; eso me hace sentir bien... Te he escrito tantas...
Cuando lleguen de nuevo esos diez días de agosto sé que ya no te tendré, que me faltarás para siempre, pero yo seguiré viniendo cada mañana a la misma hora, y luego, recorreré los lugares en los que hemos estado juntos tantas veces, tan felices... Así lo haré, como tú lo has hecho conmigo todos estos años...
Querida Eva, igual que tú te has llevado nuestro secreto contigo, yo lo llevaré también conmigo, y te seguiré enviando cartas al mar... Y nunca nadie sabrá, porqué me siento en este solitario banco del paseo marítimo a llorarte cada uno de agosto...
PD. Naide, para mi sí que es grato haberte conocido, ya lo creo que si. Y...aquí estoy
Un abrazo
Meseeeraaa!!! Un café por favor. Soy un nuevo cliente de este Sitio. Felicito a la dueña y administradores. Conozco de nombre a una tal Madison, no sé si será la mesera o la dueña, je je je.
ResponderEliminarMe gusta este establecimiento, esta decorado con muy buen gusto, me encantan las imágenes y el color de los fondos. Los textos y artículos están muy bien seleccionados. Saludos a Madison y felicitaciones por esta página, igualmente a sus colaboradores.
Saludos desde http://viajero-del-reino-digital.blogspot.com
Están todos cordialmente invitados por allá. Gracias!
Hola Madi!! Aquí AnnaWalsh! Ya te dije que me encanta la idea de tu blog, me gusta mucho eso de la correspondencia. He hecho uno, pásate a ver qué te parece!!
ResponderEliminarwww.conociendoamariankeyes.blogspot.com
Aquí está la mesera, espero que el servicio te guste.
ResponderEliminarHola Anna, que alegria verte por aquí.
Es un placer ver cómo en este café la clientela va en aumento.
¡Qué triste esta historia si fuera verdad! Si fuera verdad,...
ResponderEliminarMe alegra que la mesera esté de alta y atendiendo su clientela.
ResponderEliminarUn abrazo.
Anderea, quizá todos tengamos, de
ResponderEliminaralguna manera, un mensaje en una
"botella" dirigido a nosotros.
Gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Y que bien nos hace saber que tenemos ese mensaje dedicado a nosotros, porque en definitiva eso quiere decir que la persona que lo ha escrito nos ha dedicado una parte de su tiempo y de sus sentimientos.
ResponderEliminarSí, es verdad. Pero qué bueno es sentir el cuerpo de esa persona abrazándonos también, acariciándonos, riéndose a nuestro lado, calmando nuestro dolor...
ResponderEliminarLas palabras son presencia, "... pero el cuerpo, el pobrecito cuerpo...".
Fue un placer leerte, Naide.
Es precioso lo que has escrito, Anderea.
ResponderEliminarmadison, estoy con
lo que has dicho, pues como
nos ha escrito Anderea, Las
palabras son presencia, y con
ellas, de alguna forma,
entregamos una parte de
nuestro afecto.
Os mando un abrazo
Es curioso, pasan los días y sigo pensando en esta carta. He pensado escribir otra. Quizá cuando tenga tiempo. ¿Podría tener tu permiso, Naide? Sería de ella a él.
ResponderEliminarEste comentario es sólo para que me lleguen los comentarios que se añadan. Siento las molestias que pueda ocasionar.
ResponderEliminarAnderera, tienes mi permiso.
ResponderEliminarAdemás, te agradezco mucho que
mantengas "viva" esta epístola.
Me has dado una bonita sorpresa.
Esperaré tu carta.
Un abrazo
Jaime
Jaime,
ResponderEliminarahí te va mi carta. He pensado hacer otra mucho más divertida, para un desenlace de mejor final, pero ignoro qué es para ti la carta que publicaste y no me atrevo.
Perdóname que haya tomado el nombre con el que has firmado el último mensaje para el protagonista.
Si no te gusta lo que he escrito, no tengo inconveniente en que Madison suprima este larguísimo comentario.
Un abrazo y gracias,
Anderea.
Empieza:
Jaime.
Escribo tu nombre que tantas veces he tenido en mis labios sin que llegara a ti y de inmediato me rodea tu olor, tu aroma. Y siento el calor de tu cuerpo que tantas veces, tantísimas, amor mío, he deseado abrazar. Aún recuerdo, cariño, cómo me estremecí el primer día que yendo en el autobús, te recordé y te sentí como si estuvieras conmigo. Bueno, no seguiré por ahí.
Jaime, esta vez te escribo y te haré llegar esta carta y muchas de las muchísimas que te he ido escribiendo a lo largo de todos estos años. Necesito hacerlo, mi vida.
He de despedirme. No quisiera. No quiero, pero he de hacerlo. Este año, cuando llegue el uno de agosto no me verás, mi amor. Me queda poco tiempo, la oncóloga me lo ha confirmado esta misma tarde. Va a ser fulminante. No te apenes, cielo, no voy a sufrir. Todo va a ser muy rápido, por eso no puedo esperar más. He de escribirte ahora. No sé cuándo me fallarán las fuerzas.
Quisiera decirte esta noche todo lo que me hubiera gustado decirte durante todos los años que vendrán. Ya ves, sigo tan tonta, tan loca, tan niña como siempre.
Primero y antes de nada, quiero repetirte, una vez más, que te quiero, que siempre te he querido y que, si hay algo después de la muerte, siempre te querré y te seguiré queriendo y te enviaré fuerza y alegría, tantas como pueda, para que mires y vivas la vida disfrutándola a cada momento. Tú, Jaime, me has dado tanto, tanto, durante todo este tiempo que eres yo, formas parte de mí, corres por mis venas, eres mis recuerdos, mi pensamiento, mi valentía, para afrontar la vida y la muerte.
¿Sabes, Jaime? Me obligo a decir muerte, muerte, muerte, una y otra vez, para quitarle el miedo. No temas, Jaime, no he enloquecido y no estoy angustiada. No sé cómo, pero cada día siento más tranquilidad. Mi vida ha sido una buena vida. Sólo me quedan dos penas. Dejar a Noemí y a Elvira, no poder ayudarles a criar a sus hijos. Son tan pequeños todavía. Ricardo, el benjamín, yo le llamo Richi, me recuerda tanto a mi hermano, tiene una lengua de trapo fantástica, tendrías que verle, cariño. Ibas a hacer muchas risas con él; y muy buenas migas: es atento y explorador, como tú. Bueno todos, Loreto, Itziartxu, Javi, Teresa, Dani, todos ellos son preciosísimos, ya lo sabes.
Mi otra pena es no haber hecho una familia enorme contigo, mi vida. Nunca te lo he confesado, pero es así. Aquél primer día en que nos vimos, yo debiera haberte dicho: “Jaime, eres el padre de los doce hijos que voy a tener”. Bueno, te hubiera dado el pampurrio allí mismo. No pienses que no. Ahora ya tienes el antídoto contra mis locuras, pero entonces, no. Sin embargo, me quedé callada, mirándote unos segundos, antes de desviar la mirada mientras tú te despedías de Carlos.
Carlos. Ha sido un buen marido. Aún lo es. Esto me hace pensar en María. Cúidala mucho. Sí, como siempre, pero mucho. Empezamos a tener unas edades… en fin, qué te voy a contar. Aquí estoy yo, sin ir más lejos, a un pasito de vals de la muerte. Sí, sí. No te enfades. ¿Cómo no voy a reírme de esto? Tengo que hacerlo. No puedo morirme con la sensación de drama, de arrastre, de desesperación. No puedo y no quiero, no me da la gana de llevarme semejante berrinche antes de algo tan “impontante”. Anda, sonríe un poquito conmigo, chico serio. Me encanta que seas tan serio. Te lo he dicho muchas veces, pero te lo repito una más: chico serio. Bueno, también me gusta tu fuerza. Ahora mismo estoy sintiendo tu mano cogiendo la mía, con garbo, con decisión, como lo has hecho tantas veces. Voy a retener esa sensación y otras muchas, muy placenteras (pero que muy, muy placenteras…) cerca de mi conciencia y de mi corazón en esta temporadita. Con tu permiso. Me tienes enamorada hasta... donde quieras, rubio.
Ay, cariño, ¿te imaginas qué hubiera sido de nosotros dos con doce hijos? Me vienen a la cabeza un montón de imágenes de comedia americana y de tragedia neorrealista italiana contigo y conmigo de protagonistas... En fin, seguro que ha sido mucho mejor así, como ha sido. Pero que conste que en mi imaginación haces un padrazo estupendo, gruñón, sensato y tierno a partes iguales, más o menos. Es un decir… más que un padre haces una especie de abuelito duro y tierno… Anda que… ¡Qué cosas tengo, eh? No me hagas ni caso. Sólo es que tenía que decírtelo.
Jaime, vida mía, vida mía, vida mía, amor mío… casi tengo que ir acabando. Es ya muy tarde y he de confesarte que estoy algo cansada.
Prométeme que seguirás los pasos de mis hijas y mis nietos por si acaso les pasara algo o necesitaran algo. Vaya tarea. Se que la vas a cumplir como todo lo que haces: con discreción y delicadeza.
Jaime.
Jaime, no te apenes, recuerda, ten presente, rememora con detalles (tienes mi permiso para reírte de esos detalles que siempre me han dado tanta vergüenza y
a ti te han parecido siempre tan divertidos), la bellísima vida en común que hemos tenido y prométeme que la usarás para obtener consuelo, primero, y alegría y fuerza, después. La misma alegría y fuerza que yo siento ahora y que me va a acompañar todo el tiempo. O casi todo. Voy a tener una buena muerte, Jaime, amor mío, vida mía, chico serio, corazón, hombre de mi vida.
Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero… y te quiero. He dicho.
Sé muy feliz, amor mío. Que tengas una larga vida.
Un abrazo, un vals, una polca, un tango, un pasodoble, un suelto loco, un… un bolero… un beso infinito, corazón, una caricia, una brisa… mi mirada de amor suave…
Te quiero, Jaime, Jaime.
Jaime.
Eva. Yo, Eva.
Pués chica...acabo de leer la carta, creo que por cuarta vez y los escalfrios continúan recorriendo mi cuerpo.
ResponderEliminar¿Por qué?
ResponderEliminarAnderea me has hecho estremecer:
ResponderEliminarque sentimiento tan profundo
(a veces muy emocionante y otras
un tanto "burlón" hacia la misma
vida). Comparto con madison
que... uf, ha sido increíble
tu carta.
Sobre todo quiero darte las gracias
por haberme hecho esta carta, tan
bien narrada, y por tomarte tanto
tiempo para escribirla. Te lo
agradezco mucho Anderera.
Me gusta tu forma de expresarte
Jaime
Madison, Jaime (?),
ResponderEliminarla carta que os dejé aquí no es literaria y, pasado este tiempo, me he dado cuenta de que quizá éste no sea su sitio. Os pido permiso para llevármela a mi blog.
Intentaba que fuera una carta de verdad: la que yo misma escribiría en esas circunstancias. Comprendo que está muy poco cuidada, que es muy larga, que está llena de repeticiones, vulgaridades. Pero está escrita "vuela pluma", con el corazón. Era cariño hacia el personaje y posibilidad de dejarme llevar por la historia, hacerme parte de esa vida, de la vida de ese hombre que me había emocionado.
Gracias por vuestras amables palabras.
Un abrazo a los dos.
Ah no, querda mía,la carta se queda aquí. Precisamente pensaba decirte que me gustaría ponerla sola, para que así pueda leerla más gente.
ResponderEliminarUn abrazo guapa
Tengo la impresión de que no está a la altura de vuestro blog, Madison.
ResponderEliminarHaz lo que os parezca más conveniente.
Un abrazo.
Anderea, yo creo que todo lo
ResponderEliminarcontrario: tu carta está muy,
pero que muy a la altura del
blog. Date cuenta que levantar
pasiones, con algo que uno ha
escrito, es el dueño de cualquier
autor. Y tú lo has conseguido.
Un fuerte abrazo.
P.D.: Madison, has conseguido
hacer un gran blog. Te felicito.
Muchas gracias anónimo, pero di tu nombre ¿no?
ResponderEliminarnaide dijo:
ResponderEliminarAnderea, yo creo que todo lo
contrario: tu carta está muy,
pero que muy a la altura del
blog. Date cuenta que levantar
pasiones, con algo que uno ha
escrito, es el dueño de cualquier
autor. Y tú lo has conseguido.
Un fuerte abrazo.
P.D.: Madison, has conseguido
hacer un gran blog. Te felicito.
**********************
Creí que puse el remitente.
Otro abrazo
Jaime
Querido Jaime,
ResponderEliminareste año se me está haciendo tan largo. Tengo unas ganas enormes de que llegue agosto. Necesito verte, hablar contigo, que me abraces, tocarte, mirarnos a los ojos, sentir cómo tu mano envuelve la mía, pasear al borde del agua, darnos un bañito, jugar con nuestros hijos a saltar olas, tendernos al sol, cogernos de la cintura, preparar ensalada y tortilla de patata o sepia a la plancha, beber un poco de sangría, hacer la siesta, dar meriendas, arreglarnos y salir a dar una vuelta con los críos. Reírnos a carcajadas, comernos a besos.
Sí, se me está haciendo muy cuesta arriba.
Un beso enorme, corazón, prenda, mi niño… ¡tío bueno! Ya ves: soy toda glamour.
Bueno, por lo menos, espero que te hayas sonreído como yo.
Te quiero, amor mío,
Eva