viernes, 29 de agosto de 2014

Al analfabeta.-Agota Kristof


Aunque hace un par de años que lo leí, hoy al leer el comentario en otro sitio, lo he recordado- Qué maravilla!, leer a Agota es vivir en su tiempo y viajar a su mundo. Leer a Agota es recibir una sacudida, una especie de descarga que te llega hondo y se incrusta en la piel. Recibir sensaciones.

En este libro habla con amargura, pero no con rencor. Me gusta sus frases cortas y precisas. No sobra nada y falta menos.
Nombra a Thomas Bernhard, mi escritor favorito, y habla de su libro Sí, mi libro favorito también.
Ella que leía con tan solo cuatro años de forma fluida, y su abuelo se enorgullecía de que así fuera, se vio en edad adulta en un lugar en el que no podía leer puesto que desconocía el idioma, y así se convirtió en una analfabeta. Por suerte pronto le puso remedio y pudo releer a sus autores favoritos.
Dejo el párrafo donde habla de Bernhard, por poner alguno, porque todo el libro es digno de subrayar

"Aquí he de pensar en Thomas Bernhard, el gran escritor austriaco, que no ha dejado de criticar y de fustigar-con odio y con amor, a la sociedad en la que vivía.
Murió el 12 de febrero de 1989. Por él no hubo duelo nacional o internacional, no hubo falsas lágrimas; quizá tampoco verdaderas. Sólo sus lectores apasionados, entre los que me encuentro, se han dado cuenta de la pérdida inmensa para la literatura: Thomas Bernhard, en lo sucesivo, ya no escribirá más. Pero lo que es peor: prohibió que se publiquen los manuscritos que dejó tras su muerte."
Era el último no a la sociedad del genial autor del libro titulado Sí, Esta libro está aquí, delante de mí, en mi mesa, junto con Hormigón, El Náufrago, El imitador, Tala, y otros más. Sí es el primer libro suyo que leí. Lo presté a muchos amigos..."

jueves, 14 de agosto de 2014

Regresar

Después de cenar quitamos la mesa, y en la cocina él me miró fijamente. adoptando una expresión enigmática, cuando pasó a mi lado me lanzó una sonrisa de complicidad. Me puso la mano en el hombro, como para reconfortarme y empezó a subir las escaleras dirigiéndose a la habitación.
Daba la sensación de llevar prisa, o por lo menos a eso me  pareció. Yo, no comprendía nada.
Subí tras él y al abrir la puerta le encontré andando de un lado a otro nervioso, con pasos aligerados, abriendo y cerrando cajones. De pronto, supuse que un pensamiento, un impulso, o vete a saber qué, hizo que se detuviera en seco. Permaneció unos minutos de espaldas a mi, sin mirarme sin verme, pero yo sabía que intuía mi presencia. Yo permanecía callada, con una mano sostenía el pomo de la puerta, con la otra me recogía el pelo. Es un acto reflejo que deja al descubierto mi nerviosismo.

De repente dio media vuelta y  se acercó  hasta donde yo estaba, me cogió de la cara y me miró como si no me conociera. Asombrada, observé sus ojos, que reflejaban una mirada tremendamente vacía, una madeja de miedos y sobresaltos. Por unos segundos estuve a punto de decirle que aún le amaba, Que podía quedarse,  pero  no me atreví. Tuve miedo a su reacción. Tuve miedo a  oír pronunciar mis propias palabras. Cuanto más lo pensaba, menos claro lo tenía.

 Pasaron apenas unos segundos o  quizá fueron  unos minutos, Y ya algo más tranquilo me miró con ternura, puso sus manos entre las mías, soltó una de ellas y noté que sus dedos se me clavaban en el hombro..
Se acercó a mi oído y cuchicheó: ¿Te das cuenta? No razonamos igual.
Eres una romántica. Cada día te vuelves más romántica.
No sé cómo se las apañaba para dejarme siempre pensativa, intentando dar cuerpo y sentido a sus razonamientos. 

Y aún hoy, cuando pienso en todo lo que pasó después, me siento mal. Durante mucho tiempo me sentí culpable, incluso me guardé rencor  a mi misma por no haber salido corriendo tras él, no haber llegado  antes que él a la puerta de la calle y haber evitado su marcha. No supe renunciar a mi orgullo y continuamente me reprocho mis dudas, Dudo de casi todo, incluso de la bondad de mis sentimientos

Y ahora, mi amor, cuando te sientas preparado e inicies  el trayecto que te trae de regreso a casa, cuando estés cerca del camino correcto, te impregnarás con nuestros olores de siempre y sentirás que por cada poro de tu piel entra mi voz que te nombra. Lo  notarás, ¡ya lo creo!..notarás y sabrás que es el momento. Que ya basta de abandonos. Ya es hora de empezar una vida mejor y más atractiva. Ahora es el momento.

miércoles, 13 de agosto de 2014

El verano de nuestra vida

“En el centro de nuestras vidas hubo un verano. Un poeta que no escribió verso, una piscina desde cuyo trampolín saltaba un enano con ojos de terciopelo y un hombre al que una noche se llevaron las nubes. Los días cayeron sobre nosotros como árboles cansados”

Así empieza, El camino de los ingleses, el libro de Antonio Soler, y  creo que lleva razón, en general todos mis veranos han sido buenos, pero hubo uno que gana sobre los otros, fue cuando cumplí  los dieciocho años,  no solo  ese es el motivo  para que me parezca más brillante, el caso es que aquel verano conocí al que sería el amor de mi vida. El  primer día nos vimos solo unos minutos y apenas intercambiamos unas palabras, pero al poco volvimos a coincidir y  a partir de ese momento buscábamos cualquier pretexto para estar juntos.

Cuando anochecía nos íbamos a dar una vuelta, el parque nos atraía, una hilera de árboles perfectamente alineados y sus correspondientes bancos de madrea era el lugar perfecto para nosotros. Nos sentábamos en uno de ellos bajo los plataneros. Era nuestro rincón favorito. El sitio en que nos gustaba buscar refugio y charlar de nuestras cosas durante horas sin que nadie nos molestara. Casi siempre buscábamos un lugar apartado, preferiblemente al lado de la fuente.

En aquella época yo leía a Goytisolo, en concreto Señas de identidad,  El diario de Ana Frank,  todo lo que caía en mis manos de Poe  y alguno más que ahora no recuerdo,  a  él no le gustaba leer, pero a su padre sí, eso hacía que dispusiera de una magnífica biblioteca. Como sabía de mi pasión por la lectura cada tarde cuando venía a verme me traía libros.

Por mi santo me regaló un radiocasete y me hizo tanta ilusión que lo primero que hice fue grabar una cinta con mi voz agradeciendo el regalo y expresándole mi amor. Guardaremos la cinta, le dije  y  cada año por esta fecha volveremos a escucharla juntos. Él me besó en la mejilla y yo me sonrojé.  Fue tal la emoción que me produjo notar sus labios sobre mi piel que mi cuerpo, todo el temblaba como una hoja.¡ Éramos tan jóvenes!
El verano transcurría tranquilo y despreocupado, como transcurre cualquier verano. Al principio íbamos  a bailar, al cine o a cualquier  otro sitio con amigos, pero poco a poco nos fuimos distanciando de ellos, no queríamos compartir lo nuestro con nadie más, solo él y yo.

Hace tanto de todo aquello!,  pero todavía me acuerdo, sobretodo en estas fechas.
Me pregunto si tú te acuerdas de cuando hablábamos de vivir juntos.
Me pregunto si alguna vez viene a tu memoria nuestra imagen haciendo el amor hasta perder las fuerzas. La persiana medio bajada. Agotados entre risas y lágrimas de placer.
Me pregunto que habrás sentido al tocar otra piel, si tus manos notaron el mismo asombro que cuando me acariciabas a mi.
Si te acuerdas de nuestra promesa de guardarnos fidelidad hasta morir,
Aunque a estas alturas  poco importa, hace tanto tiempo que aunque te acuerdes ya no sirve. Todo quedó atrás. Evaporado.
 Hoy, no sabría que decirte, solo se me ocurre, que tú llevabas mucha prisa y yo era algo lenta. Nuestros pasos eran desiguales y aunque lo intentamos no supimos acompasarlos.
Pero cada día amanece y aunque sea por separado seguimos andando y continuamos saliendo a la calle, del ayer  queda poco o nada, si acaso una pizca guardado en algún lugar de la memoria.
Andar cada uno a nuestra manera, de eso se trata, de seguir caminando sin esperar respuesta donde no la hay, Ilusionarnos no demasiado, lo justo, lo que nos esté permitido para seguir viviendo veranos inolvidables.