viernes, 19 de junio de 2009



Señor Baroja: ¡Qué mal se las maneja usted con la fama! Yo creo que es la suspicacia de los vascongados.

Si se va por Castilla, por Andalucía, por Valencia o por Galicia, y se acerca a una casa de campo, la gente le mira a uno con cierta curiosidad, y si se le pregunta algo, contesta y le gusta hablar con el curioso; pero en las provincias vascongadas, el hombre o la mujer del caserío sale con alarma a mirar al que llega y da la impresión de que piensa: ¿A qué vendrá aquí este? ¿Querrá subirnos la contribución o llevarnos las manzanas?

A usted le pasa lo mismo. Sin duda, cree que, si se habla de usted, es para quitarle algo. ¿Qué quería usted? ¿Qué no hubiera más que un coro de elogios para usted? Entonces se quejaría usted también.

Supongo que usted piensa que ha puesto el índice a su vida.
Esto me parece una imprudencia, porque, porque muchas veces, cuando más seguro se está de que ya no le pasará a una persona nada, es cuando le pasa algo.


C.N.

Desde la última vuelta del camino III.-Pio Baroja

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