sábado, 25 de octubre de 2008

Para María

[por Desierto]

¡Qué jodido es comprobar cómo cuando creías que empezabas a alzar la cabeza, la más insignificante de las piedras que hubieses imaginado, ésa en la que nunca repararías, puede hacerte tropezar de nuevo! Y caída al vacío y llanto. Llanto de dolor puro, sencillo, aterrador y desolador que arrastra consigo todo lo hermoso que estabas creando como un tsunami endemoniado.
¡Maldita alma! ¡Maldita espina! ¡Maldito cristal de hielo que me jodes la vida!
¡Si pudiera atrapar con mis manos la llave del tiempo…! Hubiese podido elegir el momento.
Ahora estoy solo. Eso no duele. Lo curioso es que en contra de todas las predicciones draconianas, tormentosas y luctuosas, me encuentro hecho puré ahora porque es ella quien está sola. Y sufre. Ella que me ha dado consuelo. Ella que es la burla de las sirenas desagradecidas, una pobre hada de ojos negros que no hace más que buscar perdida su camino entre las espinas de los días tras días, en mañanas brumosas, frías, desoladoras en la ciudad de piedra.
María, me has devuelto la vida. Me has hecho el regalo que sabías que destruiría tus ilusiones como esa joven rebelde que se atreve a desafiar a sus dioses para entregarse a un vampiro.
Quisiera encontrar las fuerzas para poder terminar mi relato con la misma historia de redención.
Lo sé. Triste consuelo el del amado en las ausencias…

Mais n´oubliez jamais, ma pettite fée avec noires oeux.

1 comentario:

  1. Me gusta la mezcla de emociones que me transmite esta carta, aunque puedan parecer contradictorias (o quizás soy yo la contradictoria): esperanza, desesperación, alegría, dolor, tristeza... y la más importante: amor. Y me refiero al verdadero amor (y no sólo en el aspecto romántico), que nos hace el gran regalo de poder experimentar la apabullante sensación de que una persona es más importante para nosotros que nosotros mismos, y nos da la posibilidad de anteponer sus intereses a los nuestros.

    Me gusta mucho el detalle de la piedra... con el tiempo se va a aprendiendo que no hay ninguna que sea insignificante. Y si en algún momento pierdes esto de vista, la vida, inteligente como ella sola, te lo vuelve a recordar.

    No sé si la mujer es real o no, Desierto, tampoco quiero saberlo, pero me gustaría que si realmente existe, le dieras un gran abrazo. Me gusta la mujer que percibo detrás de tus palabras.

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