miércoles, 27 de agosto de 2008

Para Jaime

[por Desierto]

Buenas noches, Jaime.
Aquí seguimos, hermano, perdidos entre la mugre de las estancias ajenas tratando de encontrar un retazo de aquello que alguna vez imaginamos para nosotros. Sin embargo, paso las noches con el pestazo de un tabaco viejo y amargo en la boca sin terminar de salir de los días tras días. Me siento en esta silla que no es mía ni tuya, tratando con todas mis fuerzas de perder el tiempo por no estar seguro de si todo esto lo que se me está pidiendo estuvo alguna vez en algún recoveco de intenciones soñadas a la luz de las velas. Me temo que no. Escucho canciones antiguas de cuando mi fiel amiga aún se dejaba acariciar por mis dedos, antes de que el látex y el talco la separasen de mis manos con promesas de algo mejor, y todavía vagabundo a este lado del charco, me aferro a las palabras y a los rostros de quien voy conociendo y en los que reconozco la misma ansia, el mismo vértigo, la misma falta de casa.
Al menos yo tengo un sitio a donde volver… Pero entre tanto, me temo que no podemos hacer mucho más que contemplar las noches pasar, con el arrebato de rabia que me aferra al morro del príncipe Eristoff, con la búsqueda desesperada de un soplo de magia en el fondo de un vaso, y aun así sabiendo que si ésta apareciese –pues cómo no, cojones – estaré tan borracho que no sabré verla, o ya casi lo suficientemente sobrio como para encoger el culo y volver a casa solo.
Y a veces me produce risa y otras veces me dan ganas de romper algo hermoso con mis manos traicionadas, pero entonces me siento tranquilo, respiro hondo y pienso en todos los que me abofetearían por payaso, por ingrato, por idiota.
(¿Acaso no lo tienes ya, imbécil? Sabes que cuando no te empeñas en bajar a dar un paseo por los infiernos todo suena mejor, y hasta las guías de angioplastia bien te las puedes imaginar como seis cuerdas vibrantes y vivas, que no compiten con el rock n´ roll, que no te ciegan. Bien sabes que cuando llegue el momento de traicionarte a ti mismo podrás decirle a una sirena: “llévame contigo cuando te marches”. ¡Pero si lo estás viendo! Si a pocas horas de que te examinen como a una virgen nerviosa estás cantando y saltando como un adolescente idiotizado en un concierto, inquieto y enjaulado rezando por una excusa, por una llamada, por un pretexto para tirarte a la calle con una sonrisa traviesa en los labios.)
Perdón por el paréntesis, hermano, pero sabes que a veces me quedo como tonto mirando los trenes pasar, me pongo a charlar en silencio con el reflejo de los ojos brillantes en el espejo y me pierdo como un viejo en las historias del alguna vez. Ahorita mismo vuelvo contigo. Sé que no me lo tendrás en cuenta, que tú también divagas cuando quieres más que una maniaca repleta de bolsos y zapatos nuevos traída a la fuerza a la sala de emergencias por sus desesperados amigos.
Así pasan las horas, y los días y los Abriles. Y todavía me parto el eje contemplándote beberte a una inglesa con ganas de todo menos de dormir. Una noche y otra noche, y no por eso me río menos, sino más bien al contrario. Subo cada vez que me dejo llevar, y tengo que empeñarme de veras, romperme el espinazo y sudar la gota gorda para poder seguir diciendo que las cosas no están en su sitio, que yo no debería estar aquí, que no me gusta esto o lo otro o cagarme en la madre de alguien que pretende joderme y no me da más que lástima.
Así que, a pesar de todos los reproches, sé que aún lo más inesperado está por llegar, y que una semana en esta manzana podrida puede dar tanto juego como aquellos supuestos momentos, endiablados y lisérgicos, de los que hablo tanto que un día no voy a saber siquiera quién cojones fui, o cuando menos te aburrirán los suficiente, pasado el novísimo encuentro, para que me mandes al pedo y me hagas callar trayendo otro Long Island que me ahogue y no tener que aguantar, como bien dirías, mis “pendejadas de borracho”.
Y tenemos compañía. Ahora la mía que hago tuya, y mañana la tuya que yo me empeñaré en negar como mía, como un payaso pensando que se me pueda diluir tu cercanía, como diciendo “no me líes más que ya tengo lo que quiero”, pero mis payasadas aparte… esto tiene que estar bien, amigo, y nadie se atreverá a decir nunca que no quemamos esta puta ciudad como nerones del cybersiglo buscando nuestra musa entre las rosas que crecen en la basura.
¡Salud!

3 comentarios:

  1. Al leer de nuevo la carta, he apreciado un detalle que no aprecié la primera vez... la despedida. Me recuerda a alguien que conocí, que siempre saludaba o se despedía de esa manera, eso ha hecho que en esta ocasión, la carta consiguiera retrotaerme a viejos tiempos.
    Vuelvo a decirte lo mismo que ya te dije: es fantástica. Tiene algo que no sé describir, que hace que te enganches a ella, y de alguna manera la sientas propia.
    Eso, además de lo que ya te dije una vez, destilas clase al escribir.

    Un abrazo.

    P.D. Y bienvenido :)

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  2. Estoy muy contenta de que estés por aquí entre nosotros, ojalá te sientas cómodo y decidas quedarte.

    Respecto a la carta ya lo sabes.De nuevo la he releido, letra por letra, frase a frase...es genial.
    Un abrazo y lo dicho, quédate

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  3. Gracias a las dos, es una carta a la que siempre le he tenido muchísimo cariño. Resume en un folio todas mis sensaciones de cuanddo estuve por allá, en Nueva York. El otro día la releí un poco nostálgico y por eso la publiqué en "la epístola de la semana".
    Me alegro mucho de participar. Seguiremos por aquí.

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